Los productos agrícolas
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Datos principales
Rango
Hispania visigoda
Desarrollo
La explotación de las tierras debió producir prácticamente los mismos productos que en época romana, basados en la agricultura y en la ganadería, aunque su objetivo debió conducir más a una economía de subsistencia que a una exportación de productos. La excepción debió mantenerse en lo que al trigo y al aceite se refiere que, en cualquier caso, siguieron siendo los productos más explotados. En cuanto a los cultivos agrícolas, sabemos por las fuentes escritas y por los documentos sobre pizarras que el trigo fue el alimento más ampliamente sembrado, aunque también lo fueron otros cereales, como por ejemplo la cebada y la escanda. Un importante papel tuvieron la vid y el olivo. Las plantaciones de viñedos y de olivos y grandes extensiones de campos de trigo serían los paisajes habituales en la Baetíca y en la Lusitania, al igual que en la Tarroconensis. De ello se deduce la producción del aceite y del vinagre, al igual que del mosto y la sidra. Isidoro de Sevilla alude precisamente a los diversos tipos de aceite que eran producidos en la Baetica, gracias a aceitunas negras que daban un aceite común, las verdes no maduradas que originaban el aceite verde y, por último, el denominado aceite hispano que era el que daban las aceitunas blancas. En la Meseta castellana, es decir en el centro y norte de la Carthaginensis, debió permanecer y destacar con fuerza el cultivo de cereales, primordialmente el trigo. No por ello debemos imaginar que no existió el cultivo, en zonas aptas para la huerta, de hortalizas, leguminosas y árboles frutales; al contrario, éstos debieron estar presentes, en mayor o menor medida, en todas las regiones.
Se sabe también por la documentación textual y arqueológica de la existencia de regadíos artificiales que permitían el cultivo de árboles frutales -particularmente las diversas clases de melocotón- en la zona del Segre. En el poblado de El Bovalar (Serós, Lérida) se han hallado las simientes de estos frutos y su estudio ha permitido profundizar en la plantación de árboles frutales en esa región. También los textos tardíos hablan de las huertas de la zona levantina de la Carthaginensis, así como de la miel. Las pizarras inscritas de la Meseta mencionan el cultivo de fresas y la producción de sidra, que al parecer formaron parte de la dieta alimenticia de los campesinos. La potencialización de una importante ganadería venía favorecida por la existencia de grandes pastizales que procuraban la necesaria alimentación y conservación de los ganados. La documentación en pizarras nos habla de una cría ganadera relativa a terneras, vacas, novillos, ovejas, corderos, puercas, cerdos y carneros. De la presencia de abundantes rebaños ovinos se deduce la obtención de la lana y por tanto su hilado, manufactura y comercialización, actividades éstas que debieron realizarse en los núcleos urbanos, más que en los de carácter rural. En todas las regiones de Hispania debió llevarse a cabo la cría ganadera, aunque su mayor relevancia estuvo en la Lusitania y en la Tarraconensis, además de la Meseta castellana. En la Hispania de la Antigüedad tardía se concede una especial importancia a la cría caballar, que desde antiguo se sabe estaba establecida mayoritariamente en la Baetica y en la Lusitania, aunque también lo estaba en la zona norte de la Carthaginensis, como lo demuestra la pizarra de las condiciones sacramentorum, ya mencionada al hablar del derecho.
Estos debieron ser de gran estima, puesto que su valor era el equivalente al de una sierva -en otra pizarra se establece un placitum sobre este cambio- y la legislación se ocupa de ellos (Leges visig. VII, 2,1). La cría caballar comportaba la existencia de un saltus en las propiedades, donde los caballos pudieran pastar, a la vez que una serie de instalaciones -cuadras bien adecuadas para la correcta cría, adiestramiento y manutención de estos animales. El destino de los caballos no iba tan sólo encaminado a los placeres de la caza del possesor, sino también a la participación en los juegos circenses que tanto aprecio tuvieron en Roma y que siguieron practicándose hasta épocas muy tardías en Bizancio.
Se sabe también por la documentación textual y arqueológica de la existencia de regadíos artificiales que permitían el cultivo de árboles frutales -particularmente las diversas clases de melocotón- en la zona del Segre. En el poblado de El Bovalar (Serós, Lérida) se han hallado las simientes de estos frutos y su estudio ha permitido profundizar en la plantación de árboles frutales en esa región. También los textos tardíos hablan de las huertas de la zona levantina de la Carthaginensis, así como de la miel. Las pizarras inscritas de la Meseta mencionan el cultivo de fresas y la producción de sidra, que al parecer formaron parte de la dieta alimenticia de los campesinos. La potencialización de una importante ganadería venía favorecida por la existencia de grandes pastizales que procuraban la necesaria alimentación y conservación de los ganados. La documentación en pizarras nos habla de una cría ganadera relativa a terneras, vacas, novillos, ovejas, corderos, puercas, cerdos y carneros. De la presencia de abundantes rebaños ovinos se deduce la obtención de la lana y por tanto su hilado, manufactura y comercialización, actividades éstas que debieron realizarse en los núcleos urbanos, más que en los de carácter rural. En todas las regiones de Hispania debió llevarse a cabo la cría ganadera, aunque su mayor relevancia estuvo en la Lusitania y en la Tarraconensis, además de la Meseta castellana. En la Hispania de la Antigüedad tardía se concede una especial importancia a la cría caballar, que desde antiguo se sabe estaba establecida mayoritariamente en la Baetica y en la Lusitania, aunque también lo estaba en la zona norte de la Carthaginensis, como lo demuestra la pizarra de las condiciones sacramentorum, ya mencionada al hablar del derecho.
Estos debieron ser de gran estima, puesto que su valor era el equivalente al de una sierva -en otra pizarra se establece un placitum sobre este cambio- y la legislación se ocupa de ellos (Leges visig. VII, 2,1). La cría caballar comportaba la existencia de un saltus en las propiedades, donde los caballos pudieran pastar, a la vez que una serie de instalaciones -cuadras bien adecuadas para la correcta cría, adiestramiento y manutención de estos animales. El destino de los caballos no iba tan sólo encaminado a los placeres de la caza del possesor, sino también a la participación en los juegos circenses que tanto aprecio tuvieron en Roma y que siguieron practicándose hasta épocas muy tardías en Bizancio.