Kamikazes
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Datos principales
Rango
Hiroshima L2
Desarrollo
El ejemplo más espeluznante de la ideología utilizada como arma fueron los kamikazes. Los pilotos suicidas eran voluntarios fanatizados por la amalgama patriótico-religiosa. Entraban en combate con un traje de ceremonia y un pañuelo con la bandera nacional y versos patrióticos, atado a la cabeza. Su arma era un caza Zero al que se había adaptado una bomba de 500 kilos. El kamikaze no tenía posibilidad de sobrevivir porque no combatía, sino que se arrojaba, con su avión y su bomba, sobre los barcos norteamericanos. De modo que el ataque costaba siempre una vida y un Cero. Cuando la guerra estaba muy adelantada se vio que el sistema resultaba demasiado costoso y era preciso ahorrar el avión. En 1945 los kamikazes comenzaron a recibir un planeador propulsado por cohetes y cargado con 1.200 kilos de explosivos: el Ohka o Baka (Yokosuka MXY-7). El Ohka era remolcado por otro avión hasta las proximidades del objetivo, donde lo soltaba. En ese momento el kamikaze ponía en marcha los cohetes del aparato y trataba de dirigirlo hacia el buque elegido, sobre el que se precipitaba a más de 900 km./h. Japón produjo 852 ejemplares de este aparato en diversas versiones. Sus éxitos fueron menores de los que esperaba Tokio (un avión = un barco) por las dificultades de dirigir aquel ingenio, tan simple y veloz a la vez, por la gran calidad alcanzada por los cazas norteamericanos y por la densidad y precisión de la artillería antiaérea norteamericana a finales de la guerra.
Con todo, los resultados de las acciones suicidas supusieron un alto precio para los Estados Unidos, que perdió 34 buques y tuvo 591 con daños de diversa consideración; 2.000 aviones destruidos en los 36 portaaviones alcanzados, unos 10.000 muertos y no menos de 15.000 heridos. Los kamikazes despegaban condenados a muerte, hasta el punto de no llevar paracaídas. Efectuaron unas 2.500 misiones. Al esfuerzo militar acompañó el intento de organizar la Gran Asia Oriental concediendo libertades teóricas a los gobiernos colaboracionistas y organizando ejércitos nacionales sometidos totalmente al mando japonés. Los alemanes ofrecieron aquellos indios, del VIII Ejército británico, hechos prisioneros en la campaña del norte de Africa, para que se integraran en el Ejército Nacional Indio que combatió junto a los japoneses en Birmania y que correspondía al Estado nacionalista indio presidido por Subas Chandra Bose que englobaba las islas de Andaman y Nicobar, al este de Ceilán, y el sureste de Birmania. También en China peleó el Ejército Nacional Chino, del general Han Te Chin, que obedecía al Gobierno japonés de Wang Ching-wei . Con el mismo ánimo se concedió la independencia a Filipinas, con Constitución, bandera y Asamblea propias. Naturalmente, todo bajo el mando militar japonés y con la vigilancia de la Kempei Tai, su eficiente policía secreta. Pero el sueño de la Gran Asia Oriental era imposible.
Esencialmente marítimo, Japón dependía de las comunicaciones exteriores. Enormes cantidades de petróleo, hierro, aluminio, carbón, algodón, caucho y toda clase de minerales estratégicos la mayoría de la soja y el azúcar, la quinta parte del arroz y el trigo tenían que llegar al archipiélago japonés en barco. Y los submanirnos americanos se emplearon a fondo para evitar que alcanzaran su destino los mercantes japoneses. Sin que apenas se organizaran convoyes y escoltas durante el primer año de la guerra, la marina comercial nipona sufrió gravísimas pérdidas. Después se intentó seriamente. Pero sólo en 1943, 1.335.000 toneladas de mercantes se precipitaron al fondo del océano. Los submarinos americanos consiguieron reducir el tráfico de petroleros japoneses: lo esencial de la flota apenas pudo moverse de Singapur, para estar cerca de los campos petrolíferos, y la aviación tuvo que reducir el entrenamiento de los pilotos. El estrangulamiento de la economía y la operatividad militar agotó, poco a poco, las posibilidades japonesas de preparar ofensivas, y ante la creciente presión americana, la Gran Asia Oriental sólo sirvió como escenario de las defensivas tenaces y suicidas de las guarniciones japonesas.
Con todo, los resultados de las acciones suicidas supusieron un alto precio para los Estados Unidos, que perdió 34 buques y tuvo 591 con daños de diversa consideración; 2.000 aviones destruidos en los 36 portaaviones alcanzados, unos 10.000 muertos y no menos de 15.000 heridos. Los kamikazes despegaban condenados a muerte, hasta el punto de no llevar paracaídas. Efectuaron unas 2.500 misiones. Al esfuerzo militar acompañó el intento de organizar la Gran Asia Oriental concediendo libertades teóricas a los gobiernos colaboracionistas y organizando ejércitos nacionales sometidos totalmente al mando japonés. Los alemanes ofrecieron aquellos indios, del VIII Ejército británico, hechos prisioneros en la campaña del norte de Africa, para que se integraran en el Ejército Nacional Indio que combatió junto a los japoneses en Birmania y que correspondía al Estado nacionalista indio presidido por Subas Chandra Bose que englobaba las islas de Andaman y Nicobar, al este de Ceilán, y el sureste de Birmania. También en China peleó el Ejército Nacional Chino, del general Han Te Chin, que obedecía al Gobierno japonés de Wang Ching-wei . Con el mismo ánimo se concedió la independencia a Filipinas, con Constitución, bandera y Asamblea propias. Naturalmente, todo bajo el mando militar japonés y con la vigilancia de la Kempei Tai, su eficiente policía secreta. Pero el sueño de la Gran Asia Oriental era imposible.
Esencialmente marítimo, Japón dependía de las comunicaciones exteriores. Enormes cantidades de petróleo, hierro, aluminio, carbón, algodón, caucho y toda clase de minerales estratégicos la mayoría de la soja y el azúcar, la quinta parte del arroz y el trigo tenían que llegar al archipiélago japonés en barco. Y los submanirnos americanos se emplearon a fondo para evitar que alcanzaran su destino los mercantes japoneses. Sin que apenas se organizaran convoyes y escoltas durante el primer año de la guerra, la marina comercial nipona sufrió gravísimas pérdidas. Después se intentó seriamente. Pero sólo en 1943, 1.335.000 toneladas de mercantes se precipitaron al fondo del océano. Los submarinos americanos consiguieron reducir el tráfico de petroleros japoneses: lo esencial de la flota apenas pudo moverse de Singapur, para estar cerca de los campos petrolíferos, y la aviación tuvo que reducir el entrenamiento de los pilotos. El estrangulamiento de la economía y la operatividad militar agotó, poco a poco, las posibilidades japonesas de preparar ofensivas, y ante la creciente presión americana, la Gran Asia Oriental sólo sirvió como escenario de las defensivas tenaces y suicidas de las guarniciones japonesas.