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Anzio/Cassino

Desarrollo


El escaso interés del Gobierno germano por este área, permitió mantenerla alejada de la contienda durante los primeros meses de la guerra, aunque no estrictamente neutral en algunos casos, como prueba la declaración de no beligerancia hecha por Italia o la promesa de ayuda turca a Gran Bretaña, firmada el 19 de octubre de 1939.La decisión de intervenir del Duce y el cambio de estrategia alemán en su intento de dominar la ruta de Suez convirtieron el Mediterráneo en un nuevo centro de operaciones y también de presiones sobre los Estados que seguían teóricamente neutrales.La Francia de Vichy y España son dos mundos aparte que se analizan en otros capítulos. Grecia, invadida por los italianos desde Albania, y después liberada por los ingleses, quedó definitiva y rápidamente alineada.Turquía y Portugal, en los dos extremos, merecen un análisis más detenido. Los dos constituían zonas de influencia de la política exterior británica y, aunque evolucionaron de forma diferente, lo hicieron por condicionamientos internos y externos.Turquía, por su posición geográfica, era el punto de confluencia de tres grandes bloques: el Eje, la Unión Soviética y los aliados. Era un Estado poco desarrollado, nacionalista y temeroso, tanto de la expansión italiana y alemana como de la influencia rusa.Debido a ello, la principal preocupación de su Gobierno fue fortalecer la Entente balcánica y, desde luego, dejar bien clara su neutralidad.

Esta postura sufrió fuertes presiones, pero se vio beneficiada por las dificultades de unos y otros para asegurar su beligerancia.Su potencial de guerra era tan escaso que los ingleses nunca pensaron seriamente en exigirle el cumplimiento de los compromisos contraídos, e incluso se vieron obligados a aceptar no sólo la neutralidad turca, sino su pacto de amistad con Alemania. Este, conseguido por Von Papen en mayo de 1941, garantizaba la no agresión a las potencias del Eje, pero no concedía el deseado derecho de tránsito a través del territorio turco, fundamental para llevar a cabo la batalla del Mediterráneo.El Gobierno de Inönü hizo concesiones a todos, siguiendo el rumbo de la contienda, y procuró sortear lo mejor posible las sucesivas crisis de la zona. Las simpatías con que contaban los angloamericanos estaban contrarrestadas por la presencia soviética y las suspicacias que levantaban las insinuaciones de esta potencia para que entrara en la guerra.Por otra parte, existía una estrecha relación económica con Alemania, de quien era la principal suministradora de cromo, generadora de intereses mucho más importantes. En la primavera de 1944 los embajadores inglés y norteamericano conminaron al Gobierno turco a cortar este suministro y, posteriormente, a terminar con cualquier otro tipo de relación.El 2 de agosto, la Asamblea nacional turca tomó la decisión de romper diplomáticamente con Alemania, y el 6 de enero de 1945, con Japón.

Seguía desconfiando de los intentos rusos en Grecia y por ello deseaba participar en la Conferencia de la Paz que se desarrollaría en breve.Así, en parte por conveniencia y en parte por exigencia de los aliados, declaró la guerra al Eje el 25 de febrero de 1945, poniendo fin a una neutralidad que era ya insostenible.Quizá uno de los hechos más significativos del Portugal Novo de Salazar fue la búsqueda de un mayor acercamiento a países afines como Brasil y España y un cierto intento de apertura comercial que aprovechó Alemania fundamentalmente. Todo ello sin perjuicio de seguir considerando la alianza anglo-lusa como la clave de su inserción en la comunidad internacional y de mantener intactas las estrechas relaciones entre los dos países.A pesar de estos plazos, al estallar la guerra, Portugal proclamó su neutralidad antes que España, y se esforzó por mantener su doble postura de neutral y aliado. Hasta la caída de Francia esto no fue difícil, ya que contaba con la promesa alemana de respetar su integridad y con la aprobación inglesa a una actitud que ya durante la Primera Guerra Mundial había prestado a Londres importantes servicios.Después, al convertirse en el único nexo entre la Europa de Hitler y Gran Bretaña o Estados Unidos, la situación cambió. Lisboa era no sólo un puerto de embarque de hombres y suministros, sino un privilegiado mercado negro y un centro de espionaje.

Las simpatías populares se dirigían claramente hacia Inglaterra, pero la propaganda alemana fue muy intensa y se vio favorecida por el anticomunismo del régimen y el recelo ante la unión de la URSS con los aliados. Salazar debió tomar medidas para evitar manifestaciones comprometedoras y seguir de cerca la evolución de la neutralidad española.A pesar de la afirmación de Serrano Suñer de que los alemanes sugirieron a España la absorción de Portugal, su territorio continental no figuró nunca en los planes del Eje. No ocurrió lo mismo con las islas del Atlántico, las Azores y Cabo Verde, que podían servir de plataformas para el transporte aéreo. Pero los planes, como ocurrió con Gibraltar y Canarias, nunca gustaron al Estado Mayor alemán y fueron abandonados por poco viables.Muchas más probabilidades había de una ocupación americana o inglesa. El presidente Roosevelt, en un célebre mensaje radiofónico llegó a extender la doctrina Monroe a las islas portuguesas, lo que provocó un fuerte malestar y obligó a Salazar a pedir seguridades de que la soberanía lusa iba a continuar inviolable y su neutralidad intacta. Pero las necesidades aliadas de bases en el Atlántico aumentaron, hasta el punto de que la ocupación de las Azores formaba parte del plan trazado por los jefes del Estado Mayor combinado en mayo de 1943.El Gobierno inglés prefería hacer valer su condición de aliado y obtener autorización para utilizar unas bases y permitir que los barcos aliados repostasen allí.

A cambio, prometió material de guerra y seguridades de ayuda en caso de una represalia alemana o un ataque español.El tratado de las Azores, firmado el 12 de octubre de 1943, fue de enorme importancia para los aliados. Progresivamente se amplió hasta concederse a los americanos, en julio de 1944, la base aérea de Santa María, que constituyó un eslabón fundamental para la guerra en el Extremo Oriente.Parecidas preocupaciones dieron al Gobierno portugués las colonias de Macao y Timor. La primera, prácticamente incomunicada durante la contienda en Extremo Oriente. La segunda, constantemente amenazada y finalmente ocupada por los japoneses en febrero de 1942 y devuelta a la Administración portuguesa en septiembre de 1945.

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