Los antecedentes del arte maya. Izapa y Kaminaljuyú
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Datos principales
Rango
Mesoamérica
Desarrollo
La decadencia de La Venta y de la cultura olmeca de la Costa del Golfo posibilita el florecimiento autóctono de los centros regionales, con muchos de los cuales habían tenido contactos muy especiales de tipo comercial y cultural. Una de las regiones que tiene gran desarrollo es la Costa del Pacífico y el altiplano de Guatemala y Chiapas. En Izapa se generaliza el empleo de la estela y el altar, muchos de éstos tallados en forma de sapo y utilizados como tronos. Estas estelas se tallan en bajorrelieves con escenas narrativas en las que se expresa el poder de los gobernantes, su deificación y la comunicación de una estructura simbólica que sanciona la jerarquización de la sociedad. En ellas se incluyen algunos de los dioses que serán frecuentes en la iconografía clásica maya, como GI y GII, así como conceptos tales como el inframundo acuático, la ceiba sagrada, el culto a los antepasados divinizados de los señores importantes, y animales y plantas integrados en el medio ambiente local, transfigurados hasta alcanzar un carácter sagrado. La tradición mitológica y cosmológica olmeca se mantiene en Izapa, y así vemos cómo la decoración de las estelas se distribuye en tres partes, a imitación de su cosmovisión. Este culto a la estela y al altar afincado en la tradición olmeca se desplazó a lo largo de la costa en dirección sur, apareciendo en centros como Abaj Takalik y El Baúl. Figuras naturalistas en bulto redondo, imágenes en nichos, en especial en bocas de monstruos, columnas de basalto lisas y grabadas, piedras hongo, elementos en U, motivos de bandas básales, volutas y los primeros jeroglíficos se hacen frecuentes en este arte monumental temprano distribuido por la Costa del Pacífico.
En el sitio guatemalteco de Monte Alto se inicia el estilo del pot-belly, caracterizado por esculpirse en grandes piedras figuras antropomorfas barrigudas y cabezas colosales, de gran aceptación entre los grupos del piedemonte costero. Kaminaljuyú, en el Altiplano Central de Guatemala, tiene un gran esplendor durante el Formativo Tardío. En este centro se generaliza la construcción de edificios públicos, algunos de ellos levantados para alojar tumbas -un rasgo que será de capital importancia en la cultura funeraria de los centros mayas-, e iniciándose al tiempo la tradición escultórica compleja. Tal vez su posición estratégica con respecto a importantes fuentes de obsidiana y su fácil acceso a los productos de tierras bajas costeras permitió a los habitantes de la fase Miraflores levantar grandes plataformas de barro que sostuvieron templos de carácter perecedero. Debajo de ellas colocaron las tumbas de individuos de élite con ricas ofrendas de cerámica, jade, conchas y animales poderosos. Pero lo que realmente define la etapa es la escultura monumental que incluye estelas, altares con cuatro patas, esculturas-silueta, los llamados panzones y otras tallas en bulto redondo de gran realismo como sapos, ranas y las piedras hongo relacionadas con cultos alucinógenos. Su estilo escultórico es más diverso, complejo y especializado que en otros lugares, predominando el bajorrelieve. Los temas de las estelas son más políticos, con personajes reales y aun historias dinásticas, y quizás dioses para sancionar la descendencia divina de las jerarquías.
En este sentido mantienen una similaridad mayor con los temas escultóricos mayas que con los olmecas: doble voluta, glifo y glifo emblema. Existen inscripciones de barras y puntos en Cuenta Larga y piedras con textos en pares de columnas. Aumenta ahora la variedad de formas cerámicas, que se decoran con engobes en rojo, negro y naranja, y un acabado de superficie altamente pulido, en una tradición común de técnicas cerámicas que se extiende desde Tlatilco en el centro de México hasta El Salvador. Se generaliza también en este momento la cerámica llamada Usulután, caracterizada por una atractiva decoración de líneas paralelas realizadas con técnica negativa. Mientras los centros del altiplano y de la costa tienen gran desarrollo y reformulan la cultura olmeca, en el Petén se produce una respuesta autóctona a sus peculiares problemas de control agrícola y a la subsiguiente complejidad social. Esta respuesta incluye la construcción de estructuras piramidales decoradas en su fachada principal con grandes máscaras de estuco en las que se representa al Sol y a Venus, los dos astros principales y dioses venerados por los mayas. Esta forma de expresión de la elite gobernante se distribuye por centros tan destacados como Cerros, El Mirador, Lamanai, Tikal y Uaxactún. La ciudad más importante es El Mirador, que controla una red comercial que abastece a los centros del Petén. Hacia el 250 a. C. Cerros y El Mirador, que durante el Formativo Tardío habían concentrado la ideología y el poder, decaen, posibilitando que Tikal y Uaxactún inicien su gran esplendor clásico.
En el sitio guatemalteco de Monte Alto se inicia el estilo del pot-belly, caracterizado por esculpirse en grandes piedras figuras antropomorfas barrigudas y cabezas colosales, de gran aceptación entre los grupos del piedemonte costero. Kaminaljuyú, en el Altiplano Central de Guatemala, tiene un gran esplendor durante el Formativo Tardío. En este centro se generaliza la construcción de edificios públicos, algunos de ellos levantados para alojar tumbas -un rasgo que será de capital importancia en la cultura funeraria de los centros mayas-, e iniciándose al tiempo la tradición escultórica compleja. Tal vez su posición estratégica con respecto a importantes fuentes de obsidiana y su fácil acceso a los productos de tierras bajas costeras permitió a los habitantes de la fase Miraflores levantar grandes plataformas de barro que sostuvieron templos de carácter perecedero. Debajo de ellas colocaron las tumbas de individuos de élite con ricas ofrendas de cerámica, jade, conchas y animales poderosos. Pero lo que realmente define la etapa es la escultura monumental que incluye estelas, altares con cuatro patas, esculturas-silueta, los llamados panzones y otras tallas en bulto redondo de gran realismo como sapos, ranas y las piedras hongo relacionadas con cultos alucinógenos. Su estilo escultórico es más diverso, complejo y especializado que en otros lugares, predominando el bajorrelieve. Los temas de las estelas son más políticos, con personajes reales y aun historias dinásticas, y quizás dioses para sancionar la descendencia divina de las jerarquías.
En este sentido mantienen una similaridad mayor con los temas escultóricos mayas que con los olmecas: doble voluta, glifo y glifo emblema. Existen inscripciones de barras y puntos en Cuenta Larga y piedras con textos en pares de columnas. Aumenta ahora la variedad de formas cerámicas, que se decoran con engobes en rojo, negro y naranja, y un acabado de superficie altamente pulido, en una tradición común de técnicas cerámicas que se extiende desde Tlatilco en el centro de México hasta El Salvador. Se generaliza también en este momento la cerámica llamada Usulután, caracterizada por una atractiva decoración de líneas paralelas realizadas con técnica negativa. Mientras los centros del altiplano y de la costa tienen gran desarrollo y reformulan la cultura olmeca, en el Petén se produce una respuesta autóctona a sus peculiares problemas de control agrícola y a la subsiguiente complejidad social. Esta respuesta incluye la construcción de estructuras piramidales decoradas en su fachada principal con grandes máscaras de estuco en las que se representa al Sol y a Venus, los dos astros principales y dioses venerados por los mayas. Esta forma de expresión de la elite gobernante se distribuye por centros tan destacados como Cerros, El Mirador, Lamanai, Tikal y Uaxactún. La ciudad más importante es El Mirador, que controla una red comercial que abastece a los centros del Petén. Hacia el 250 a. C. Cerros y El Mirador, que durante el Formativo Tardío habían concentrado la ideología y el poder, decaen, posibilitando que Tikal y Uaxactún inicien su gran esplendor clásico.