Compartir


Datos principales


Rango

siglo de Pericles

Desarrollo


La influencia del estilo Partenón se deja sentir con intenso vigor entre los escultores del último tercio del siglo V. Como primera muestra tenemos el precioso relieve de Eleusis, en el que las diosas Démeter y Kore inician al joven Triptólemos en los misterios relacionados con el cultivo del trigo. La delicadeza de los rasgos, por una parte, y el virtuosismo en el tratamiento de los paños, por otra, resumen las aspiraciones típicas del momento, en las que se llega a alcanzar tanta calidad, que se configura un estilo preciosista y pulcro conocido con el nombre de estilo bello. El Atica sigue siendo lugar de concentración de grandes artistas, entre ellos varios discípulos de Fidias, Agorácritos y Alcamenes, que intervienen en el Partenón, y otros como Krésilas y Kallímachos; fuera del Atica el más destacado es un tracio, Paionios de Mende, cuya obra maestra estuvo en Olimpia. Agorácritos era natural de Paros y discípulo predilecto de Fidias, al que siempre tuvo en gran consideración; se identificó con su estilo tan plenamente, que resultaba difícil distinguir obras de uno y otro, causa de la enconada enemistad de Agorácritos y Alcamenes, su condiscípulo y rival. La obra de Agorácritos ha sido reivindicada recientemente por Despinis, pues ya en la Antigüedad estuvo ensombrecida por la leyenda y por la incomprensión de los atenienses, volcados con su compatriota Alcamenes.

Para el demos de Rhamnous, cerca de Atenas, hizo Agorácritos la que fue su obra maestra, una estatua magnífica de Némesis muy admirada por un entendido de época romana, como era Varrón. De esta obra y de la estatua de la Madre de los Dioses que hizo para el santuario de Atenas, sólo tenemos noticias por las fuentes, pero la categoría de Agorácritos se puede deducir del influjo de sus creaciones y de su estilo en obras inmediatamente posteriores, como la Démeter de Eleusis. La finura del tratamiento de los paños, bajo los que cobran vigor las formas anatómicas, se caracteriza por la alternancia de pliegues en forma de bandas gruesas y profundas acanaladuras, rasgos a través de los cuales se rastrea la mano de Agorácritos en el Partenón. Alcamenes es el polo opuesto a Agorácritos. Ateniense, discípulo de Fidias y rival del maestro, con una personalidad pujante e independiente. Su producción escultórica es larga y cualificada, puesto que ya es un escultor con prestigio cuando interviene en el Partenón. Se mantiene en activo hasta las décadas finales del siglo. Donde mejor se ve la herencia fidíaca es en el carácter progresista y evolucionado del estilo de Alcamenes, como denota el grupo admirable y conmovedor de Prokne e Itys, original conservado en el Museo de la Acrópolis. El tema reviste grandeza trágica -la madre que va a sacrificar a su hijo- y Alcamenes se pone a su altura para reflejar, sin temor al barroquismo, la intranquilidad del niño y la angustia de la madre, por medio de la torsión violenta del cuerpo infantil y de la agitación del plegado en el vestido de Prokne.

Reconocemos en esta obra el ambiente del frontón occidental, que a su vez coincide con el de las Cariátides del Erecteion, relacionadas con el taller de Alcamenes. No hace falta ponderar, por evidente, la gracia y la naturalidad con que en ellas se funden lo tectónico y lo plástico, pero sí hay que resaltar en relación con la estatua de Prokne la corporeidad de las formas anatómicas obtenida a través del peplo, así como el mismo estilo del plegado, en el que destaca el grosor del paño y los finos canales trepanados entre los pliegues. En la Acrópolis de Atenas estuvo también el Hermes Propylaios, del que sólo conocemos la cabeza reproducida por una herma del Museo de Estambul. Las facciones impregnadas de la sobria majestuosidad de época clásica contrastan con el artificio de un peinado pasado de moda, concesión obligada en ciertas formas de representación. Obras atribuidas a Alcamenes son el Zeus de Dresde, el Ares Borghese y la Afrodita de los Jardines. El original de bronce reproducido por el Zeus de Dresde debió de ser una representación imponente de una divinidad ctónica. La atribución a Alcamenes se basa en la novedad que supone la disposición del himation y en los motivos en forma de ojos que se observan en el plegado, similares a los del Apolo del friso este del Partenón. El Ares Borghese ofrece una visión del dios de la guerra llena de dignidad y melancolía, fiel al criterio de dotar de contenido espiritual a la obra, como se había logrado en el Partenón.

Por último, la Afrodita de los Jardines fue una obra célebre, que durante un tiempo se quiso identificar con la Afrodita de Fréjus. Hoy se niega la posibilidad de tal relación, pero no se han disipado otras dudas en torno a la creación de Alcamenes. Krésilas, natural de Kydonia (Creta), pasa por ser el primer clasicista y, por tanto, el que abre el cauce de una corriente artística muy expandida desde la baja época clásica. La participación en el certamen de las Amazonas de Efeso junto a Fidias y a Policleto permite colegir la posición que había logrado alcanzar Krésilas, así como su estrecha vinculación a Atenas, confirmada por la estatua de Pericles, que le fue encargada tras la muerte del estratega ateniense en 429. Ambas obras son las únicas seguras que conocemos y las que definen la personalidad artística de este escultor. La Amazona, obra de hacia 430, demuestra la influencia que ejercen sobre Krésilas las escuelas ática y argiva, o si se quiere, la admiración por sus más eximios representantes, Fidias y Policleto. La Amazona se apoya en un pilar y adopta un juego de piernas típicamente policlético, mientras la riqueza y belleza de los motivos del plegado tienen ascendencia ática y fidíaca, además de recoger ya los efectos del estilo bello. La estatua de Pericles erigida en la Acrópolis de Atenas dio gran renombre a Krésilas y aunque sólo nos han llegado copias de la cabeza era de cuerpo entero y hecha en bronce.

En ella Pericles estaba representado con los atributos propios del estratega: lanza y casco corintio. Las copias romanas de mármol que reproducen la cabeza muestran un retrato ideal, esto es, un conjunto de rasgos que definen un tipo humano, en este caso, el del hombre maduro en el apogeo de su vida y facultades. Aunque es cuestión susceptible de numerosos matices, el aspecto primordial de esta obra de Krésilas consiste en comprender que en la estatua, y más especialmente en la cabeza, los contemporáneos y la posteridad debían reconocer la obra de Pericles, su "ethos", lo mismo que la estatua de Anacreonte hecha por Fidias representa el carácter de la poesía anacreóntica más que los rasgos individuales del poeta. Ese es el objetivo básico, aunque no único, del retrato de época clásica. A partir del estilo patente en estas dos obras, se han atribuido a Krésilas otras en las que se advierte cómo se decanta por una actitud ecléctica. Así, por ejemplo, en la estatua soberbia de Diómedes, un original de bronce cuya mejor copia se conserva en Nápoles, reproduce el contraposto policlético con la novedad de desplazar hacia fuera la pierna exonerada y de girar la cabeza hacia el flanco abierto de la composición. Las proporciones, no obstante, son más esbeltas que las de las creaciones policléticas, rasgo que unido al modelado de la cabeza denuncia un claro influjo ático. El éxito de esta obra en época imperial romana, como el del Doríforo de Policleto o el del Ares Borghese de Alcamenes está atestiguado por el número de copias.

Por una referencia de Pausanias al Dietrephes o guerrero herido por flechas, se ha relacionado con Krésilas el original reproducido por una estatuilla de bronce del Museo de St. Germain, en la que nuevamente se advierte la influencia de Fidias, concretamente de la Amazona. En relación con el círculo de Krésilas se han puesto los respectivos originales de la Atenea de Velletri y de la Medusa Rondanini. La Atenea de Velletri, como dice Blanco, "encierra tanta grandeza como las Ateneas de Fidias". Realmente resultan magníficos los motivos movidos y entrecruzados del himation y la cabeza con casco corintio análoga a la de Pericles. La Medusa Rondanini aborda el tema de la sublimación de la fealdad, es decir, cómo un ser terrorífico de rostro horrible y pelambrera de serpientes puede ser transformado en belleza patética y ejercer un atractivo fascinante. La opinión generalizada actualmente es que el prototipo, cuya mejor reproducción se conserva en la Gliptoteca de Munich, fue creado en plena época clásica. Para conmemorar la victoria de mesenios y naupaktios sobre los espartanos, se erigió ante el templo de Zeus en Olimpia, poco después del año 424, una estatua conmemorativa obra del escultor Paionios. El original de mármol se conserva en el Museo de Olimpia y el pedestal triangular, sobre el que se asentaba, está todavía in situ ante el templo de Zeus. Paionios representó a Nike en vuelo, con las alas y el manto, hoy perdidos, desplegados a la espalda, henchido este último como una vela por el viento, que le ciñe el peplo al cuerpo y se lo arrebata por el lado izquierdo.

La obra así concebida es una síntesis de motivos y recursos sumamente plásticos entre los que destaca la transparencia del peplo y la sutileza de la técnica de paños mojados. Pero la Nike de Paionios es una de esas creaciones que exigen una reflexión más allá de su apariencia deslumbrante, porque lo verdaderamente esencial en ella es un planteamiento genuinamente escultórico y sensible a los efectos pictóricos. En este sentido la novedad más apreciable es el carácter casi impresionista de la masa marmórea, sobre todo, en la parte inferior, en la que está plasmada la idea del aire por medio del águila que emerge y cruza hacia la derecha. Decisiva resulta también la composición, muy sencilla en apariencia pero muy elaborada en realidad, puesto que se basa en un refinado contraste entre el modelado del cuerpo y la cascada de pliegues. Esta idea de dar relieve al cuerpo -casi se puede decir al desnudo- y hacerlo destacar sobre un motivo de fondo, es de la mayor trascendencia por su amplia difusión a lo largo de la baja época clásica y del helenismo. Otra aportación fundamental de Paionios es el virtuosismo técnico, que tiene extraordinaria repercusión entre los seguidores del estilo bello. Resonancias inmediatas de esta corriente artística tenemos en las Nereidas o Auras de Xanthos, en Asia Menor, obras del último decenio del siglo V, que decoraron un monumento funerario. Kallímachos es uno de los escultores con más cartel durante la Baja Antigüedad.

Probablemente el secreto de su éxito está en la superficialidad y en la vertiente amable, refinada y preciosista de un arte que encandilaba a los amantes del decorativismo. Las fuentes antiguas atribuyen a Kallímachos la invención del capitel corintio y de la técnica del trépano, si bien basta con concederle la difusión de ambas cosas. En lo que verdaderamente se lleva la palma este artista es en el cultivo de la belleza formal obtenida por procedimientos calificados generalmente de caligráficos y toréuticos, que imprimen a sus obras innegable elegancia y refinamiento. La obra más importante atribuida a Kallímachos es el original en bronce de la Afrodita de Fréjus, cuyo éxito atestiguan las copias y, especialmente, el hecho de que en ella se inspirara el escultor Arkesilaos para crear la estatua de Venus Genetrix encargada por Julio César. Afrodita adopta la posición de las figuras policléticas y lleva un chitón muy fino, a través del que Kallímachos se recrea en el modelado anatómico y sobre el que cae un himation echado sobre el brazo izquierdo y por la espalda. La obra es un prodigio de refinamiento manierista, en la que el principio inexcusable de frontalidad clásica llega a adquirir apariencia totalmente relivaria, como si la escultura fuera una lámina. Se nos muestra así la otra faceta artística de Kallímachos, la de pintor, que también se refleja en la serie de Ménades en relieve, posiblemente labradas en metal, y de las que El Prado conserva buenas copias. En ellas se puede admirar lo que era capaz de hacer Kallímachos con la vaporosidad, la transparencia y la elegancia en plena contorsión orgiástica. Un estilo próximo al de las obras de Kallímachos ostentan los relieves de la Balaustrada del templo de Atenea Nike, en los que se advierte el grado de evolución a que había sido llevado el estilo Partenón. El barroquismo colorista, la finura y la delicadeza en el modelado de los paños, por un lado, y la libertad de movimiento de las figuras, por otro, alcanzan su más alta expresión en la célebre Nike atándose la sandalia, una de las piezas más conocidas del Museo de la Acrópolis.

Obras relacionadas


Contenidos relacionados