El valle de Oaxaca
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Datos principales
Rango
Mesoamérica
Desarrollo
En otros lugares de la cuenca, Loma Torremote, y en el valle de Tlaxcala, en Cholula, también comienza la arquitectura pública. Este rasgo, unido a las ofrendas diversificadas y la importación de materiales y objetos de lujo, es un claro indicador de la paulatina complejidad de la sociedad. La región se puebla desde el 10000 a. C. por grupos de recolectores y cazadores y, como otras de mayor personalidad cultural, se incorpora temprano a las actividades agrícolas y a la vida de poblado con cerámica. En el inicio del Formativo aparecen pequeñas aldeas agrícolas formadas por casas de barro y madera, con techo de paja y asociadas a pozos de almacenaje de forma cónico-truncada -un elemento común a lo largo de toda la Cadena Neo-Volcánica de Mesoamérica-, enterramientos, hogares y depósitos de desechos. La arquitectura pública es, por el contrario, más temprana, estando presente en San José Mogote y evidenciando la estratificación de la sociedad. Entre el 1150 y 850 a. C. se levanta un edificio público a base de hileras de piedra y adobe, que se decora con losas talladas en bajorrelieve en las que se representa un jaguar y un pájaro, dando inicio a una tradición escultórica que alcanzará una importancia singular. Es muy posible que la aparición de este centro de integración religiosa y política lo fuera también desde un punto de vista económico y de la especialización artesanal. En efecto, algunas casas son al tiempo talleres para la confección de espejos planos de magnetita, que tendrán gran aceptación en San Lorenzo y otras ciudades olmecas.
Con ellos, productos como jade, mica y turquesa pudieron ser intercambiados por una extensa red comercial dirigida desde estos centros de la Costa del Golfo. La cerámica de Oaxaca muestra una estrecha relación con la manufacturada en San Lorenzo, incluyendo motivos incisos de serpientes de fuego y hombres-jaguar, tal vez relacionados con linajes y zonas de ocupación diferentes. El resto de las poblaciones, no especializadas en la elaboración de espejos, mantienen pautas autóctonas y una filiación campesina. Es probable que San José Mogote fuera en este momento la cabecera de una pequeña jefatura que integró ideológica, política y comercialmente al resto de las comunidades del valle, a la vez que sentó las bases de la unificación religiosa. La población continúa jerarquizándose a lo largo del Formativo Medio, de modo que San José mantiene su rango, pero otros centros como Huitzo y Tierras Largas construyen también pequeñas estructuras públicas. Algunas de ellas están orientadas 8 grados al oeste del norte, siguiendo un patrón típico de La Venta olmeca. Muy importante resulta el hecho de que entre el 700 y el 500 a. C. se talle en un edificio público de San José Mogote una losa con la representación de un cautivo muerto que incluye junto a sus piernas un grupo glífico con el nombre 1 Terremoto, una fecha del calendario ritual de 260 días, constituyendo el ejemplo más antiguo de escritura en Mesoamérica, y un claro precursor estilístico de los Danzantes de Monte Albán.
Pero el hecho cultural más relevante se produce al final del Formativo Medio (hacia el 500 a. C.) con la fundación de Monte Albán. El sitio, levantado sobre una baja colina de 450 m de altura en el centro del valle, lejos de las fuentes de agua, de la tierra cultivable y de las rutas de comunicación internas, parece elegido para unificar las numerosas jefaturas que competían entre sí por el control del valle, constituyendo una pequeña capital con carácter estatal. De este modo, surge un centro con 5000 habitantes y cesa la construcción monumental en otros asentamientos como San José Mogote o Huitzo. La empresa implica una planificación urbana previa con el aterrazamiento de la colina y la construcción de una gran plaza en torno a la cual se alojaron los principales edificios, seguramente representativos de las jefaturas del valle. En su esquina sureste se levantó la Estructura L o Templo de los Danzantes, que incluyó en su lado Este una galería cubierta por 320 losas de piedra talladas. Estos bajorrelieves representan individuos desnudos, algunos con tocados y orejeras, de ojos cerrados, boca entreabierta y cuerdas atadas al cuello, claro signo de humillación en la Mesoamérica prehispánica. Algunos están acompañados de glifos fonéticos e ideográficos asociados a números que, en ocasiones, se han interpretado como nombres propios. Su función aún no está clara, pero oscila entre la veneración a los antepasados de los líderes del valle y un monumento memorial de guerra, erigido con el fin de conmemorar la construcción de la ciudad y símbolo de la dificultad que presentaba la unificación de las jefaturas.
Con ellos, productos como jade, mica y turquesa pudieron ser intercambiados por una extensa red comercial dirigida desde estos centros de la Costa del Golfo. La cerámica de Oaxaca muestra una estrecha relación con la manufacturada en San Lorenzo, incluyendo motivos incisos de serpientes de fuego y hombres-jaguar, tal vez relacionados con linajes y zonas de ocupación diferentes. El resto de las poblaciones, no especializadas en la elaboración de espejos, mantienen pautas autóctonas y una filiación campesina. Es probable que San José Mogote fuera en este momento la cabecera de una pequeña jefatura que integró ideológica, política y comercialmente al resto de las comunidades del valle, a la vez que sentó las bases de la unificación religiosa. La población continúa jerarquizándose a lo largo del Formativo Medio, de modo que San José mantiene su rango, pero otros centros como Huitzo y Tierras Largas construyen también pequeñas estructuras públicas. Algunas de ellas están orientadas 8 grados al oeste del norte, siguiendo un patrón típico de La Venta olmeca. Muy importante resulta el hecho de que entre el 700 y el 500 a. C. se talle en un edificio público de San José Mogote una losa con la representación de un cautivo muerto que incluye junto a sus piernas un grupo glífico con el nombre 1 Terremoto, una fecha del calendario ritual de 260 días, constituyendo el ejemplo más antiguo de escritura en Mesoamérica, y un claro precursor estilístico de los Danzantes de Monte Albán.
Pero el hecho cultural más relevante se produce al final del Formativo Medio (hacia el 500 a. C.) con la fundación de Monte Albán. El sitio, levantado sobre una baja colina de 450 m de altura en el centro del valle, lejos de las fuentes de agua, de la tierra cultivable y de las rutas de comunicación internas, parece elegido para unificar las numerosas jefaturas que competían entre sí por el control del valle, constituyendo una pequeña capital con carácter estatal. De este modo, surge un centro con 5000 habitantes y cesa la construcción monumental en otros asentamientos como San José Mogote o Huitzo. La empresa implica una planificación urbana previa con el aterrazamiento de la colina y la construcción de una gran plaza en torno a la cual se alojaron los principales edificios, seguramente representativos de las jefaturas del valle. En su esquina sureste se levantó la Estructura L o Templo de los Danzantes, que incluyó en su lado Este una galería cubierta por 320 losas de piedra talladas. Estos bajorrelieves representan individuos desnudos, algunos con tocados y orejeras, de ojos cerrados, boca entreabierta y cuerdas atadas al cuello, claro signo de humillación en la Mesoamérica prehispánica. Algunos están acompañados de glifos fonéticos e ideográficos asociados a números que, en ocasiones, se han interpretado como nombres propios. Su función aún no está clara, pero oscila entre la veneración a los antepasados de los líderes del valle y un monumento memorial de guerra, erigido con el fin de conmemorar la construcción de la ciudad y símbolo de la dificultad que presentaba la unificación de las jefaturas.