De la dictadura al Imperio
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Imperios y unificaci
Desarrollo
El proceso de implantación del nuevo régimen se hizo a través de una dictadura, consecuencia de la declaración del estado de sitio, que duró hasta finales de marzo de 1852. Desde el primer momento el Gobierno se atribuyó la posibilidad de realizar deportaciones por vía administrativa y, desde comienzos de febrero, estableció unas comisiones mixtas (prefecto, autoridad militar, procurador de justicia) que desencadenaron un verdadero terror, especialmente entre la izquierda republicana y la población artesanal urbana. Se produjeron casi 27.000 arrestos, de los que salieron más de 15.000 condenas (10.000 deportados a Argelia, y 240 a Cayena). Contra ellos se utilizaron leyes anteriores, como las del verano de 1848, que limitaban las reuniones políticas y la libertad de prensa, pero el Gobierno se apresuró a tomar las medidas necesarias para asegurar el control de la nueva situación. Al restablecimiento, el 2 de febrero, del sufragio universal para todos los varones franceses mayores de veintiún años (creó un cuerpo electoral cercano a los 10.000.000) sucedió la implantación de la candidatura oficial por la que el Gobierno podía recomendar a sus propios candidatos y los funcionarios debían favorecer sus tareas de propaganda. El Gobierno no parecía interesado en defender la igualdad de oportunidades, ya que se sentía obligado a promocionar a los que habrían de ser colaboradores en las tareas públicas. Un prefecto lo puso en términos morales: "El gobierno -dijo- quiere el triunfo de sus candidatos, como Dios quiere el triunfo del bien, aunque deja a cada uno la libertad de obrar mal".
El decreto sobre la prensa del 17 de febrero, que fijaba fuertes depósitos para los nuevos periódicos y establecía la posibilidad de suspender, e incluso suprimir las publicaciones, brindó nuevos mecanismos para el control de la opinión pública.En esas condiciones, no fue extraño que las elecciones que se celebraron el 29 de febrero dieran una abrumadora victoria a la candidatura oficial, que obtuvo todos los puestos menos cuatro. De ésos, tres eran republicanos y se negaron a sentarse en su escaño para no tener que jurar obediencia a la Constitución y fidelidad al presidente. De todas maneras, las elecciones demostraban una cierta disminución del apoyo al Gobierno con respecto al plebiscito del anterior diciembre, y salvando la diferente naturaleza de ambas consultas. Los votos obtenidos por la oposición se mantenían en torno a los 600.000, pero los favorables al Gobierno se habían reducido a 5.000.000. Lo que había crecido, por tanto, era la abstención, que había pasado de un 17 a un 37 por 100 entre ambas consultas, especialmente en las grandes ciudades. Dadas las condiciones del ejercicio del voto durante el periodo napoleónico, estas cifras de abstención son buenos indicadores de la evolución de las fuerzas que se oponían al régimen.El fortalecimiento del poder del que se titulaba príncipe-presidente y las mismas características de la Constitución, de carácter imperial aunque formalmente republicana, hicieron fácil el tránsito hacia el régimen imperial.
Napoleón se convenció de la viabilidad de la empresa durante la gira que realizó por diversas ciudades en septiembre de 1852. El discurso que pronunció en Burdeos, a comienzos del siguiente mes, significó su aceptación definitiva de la idea del cambio de régimen. "Para conseguir la felicidad del país -afirmó entonces- no es necesario aplicar nuevos sistemas sino transmitir, ante todo, confianza en el presente, seguridad en el porvenir. Por eso parece que Francia quiere que vuelva el Imperio". El Imperio, según Napoleón, sería garantía de paz, concordia moral y reconstrucción material, por lo que no fue extraño que un senado-consulto de 7 de noviembre restableciera el Imperio hereditario. En un plebiscito celebrado dos semanas después, 7.824.000 franceses dieron su aprobación a la medida, frente a 253.000 que se opusieron. La abstención bajó esta vez a poco más del 20 por 100, por lo que cabe concluir que la medida contaba con un notable respaldo popular. Napoleón se instaló en las Tullerías y adoptó el ordinal tercero, para manifestar su reconocimiento de la abdicación hecha por su tío. La boda con Eugenia de Montijo , a finales de enero de 1853, completó la imagen de estabilidad de la nueva dinastía.
El decreto sobre la prensa del 17 de febrero, que fijaba fuertes depósitos para los nuevos periódicos y establecía la posibilidad de suspender, e incluso suprimir las publicaciones, brindó nuevos mecanismos para el control de la opinión pública.En esas condiciones, no fue extraño que las elecciones que se celebraron el 29 de febrero dieran una abrumadora victoria a la candidatura oficial, que obtuvo todos los puestos menos cuatro. De ésos, tres eran republicanos y se negaron a sentarse en su escaño para no tener que jurar obediencia a la Constitución y fidelidad al presidente. De todas maneras, las elecciones demostraban una cierta disminución del apoyo al Gobierno con respecto al plebiscito del anterior diciembre, y salvando la diferente naturaleza de ambas consultas. Los votos obtenidos por la oposición se mantenían en torno a los 600.000, pero los favorables al Gobierno se habían reducido a 5.000.000. Lo que había crecido, por tanto, era la abstención, que había pasado de un 17 a un 37 por 100 entre ambas consultas, especialmente en las grandes ciudades. Dadas las condiciones del ejercicio del voto durante el periodo napoleónico, estas cifras de abstención son buenos indicadores de la evolución de las fuerzas que se oponían al régimen.El fortalecimiento del poder del que se titulaba príncipe-presidente y las mismas características de la Constitución, de carácter imperial aunque formalmente republicana, hicieron fácil el tránsito hacia el régimen imperial.
Napoleón se convenció de la viabilidad de la empresa durante la gira que realizó por diversas ciudades en septiembre de 1852. El discurso que pronunció en Burdeos, a comienzos del siguiente mes, significó su aceptación definitiva de la idea del cambio de régimen. "Para conseguir la felicidad del país -afirmó entonces- no es necesario aplicar nuevos sistemas sino transmitir, ante todo, confianza en el presente, seguridad en el porvenir. Por eso parece que Francia quiere que vuelva el Imperio". El Imperio, según Napoleón, sería garantía de paz, concordia moral y reconstrucción material, por lo que no fue extraño que un senado-consulto de 7 de noviembre restableciera el Imperio hereditario. En un plebiscito celebrado dos semanas después, 7.824.000 franceses dieron su aprobación a la medida, frente a 253.000 que se opusieron. La abstención bajó esta vez a poco más del 20 por 100, por lo que cabe concluir que la medida contaba con un notable respaldo popular. Napoleón se instaló en las Tullerías y adoptó el ordinal tercero, para manifestar su reconocimiento de la abdicación hecha por su tío. La boda con Eugenia de Montijo , a finales de enero de 1853, completó la imagen de estabilidad de la nueva dinastía.