El mundo artístico de los hititas
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Datos principales
Rango
Hititas
Desarrollo
Un día de julio de 1834, cuando en la Europa lejana de Metternich se extendía la música de Bellini y su "Norma", estrenada pocos años antes, un viajero francés llamado Charles Texier descubriría asombrado, junto a la aldea turca de Bogazköy, las imponentes ruinas de una verdadera capital antiquísima e inabarcable y, en el paraje cercano de Yazilikaya, ciertos misteriosos relieves. Un lustro más tarde, los idealizados dibujos que sobre sus descubrimientos trazara en su "Description de L´Asie Mineure", despertarían la admiración de los estudiosos europeos que así tenían primera noticia de un arte hermético y extraño, el arte de un pueblo sin nombre. Dos años después, un geólogo británico de ánimo inquieto, William John Hamilton, visitaría a su vez las mismas ruinas y descubriría además, un 17 de agosto, las turbadoras esfinges de Alacahöyük. Pero la diosa fortuna volvería a premiarle cuando el mismo día del año siguiente, 1837, le permitió descubrir el intrigante monumento de Eflatunpinar. Poco a poco se iba sabiendo algo más de aquel arte sorprendente, anónimo, que tras la hipótesis defendida por Archibal H. Sayce, en 1880, comenzaría a llamarse hitita. En la senda de los viejos maestros de la historia del arte, investigadores de distintos países empezaron a estudiar el pasado remoto de aquel pueblo en los textos escritos y en las mesetas de Anatolia. Durante los años 1892 y 1893, Ernest Chantre realizaría las primeras excavaciones entre las ruinas vecinas a Bogazköy.
Pero los primeros trabajos verdaderamente ambiciosos no se iniciarían hasta los años 1906-07, bajo la dirección del asiriólogo Hugo Winckler y el conservador del museo de Estambul, Theodor Macridy Bey. El mismo año 1907, un arqueólogo alemán, Otto Puchstein, abriría nuevos sondeos en otro sector de lo que ya todos llamaban Hattusa, la capital del imperio hitita. Por cierto, que un estudio dedicado por O. Puchstein a la arquitectura conocida y relacionada con el horizonte hitita, constituiría la primera obra científica sobre aquel arte remoto. Tras algunas campañas más de los pioneros H. Winckler y Th. Macridy Bey a comienzos de la segunda decena de nuestro siglo, Hattusa permanecería en silencio. Pero entre los años 1931 y 1939, la Sociedad Orientalista Alemana y el Instituto Arqueológico Alemán comenzarían a desarrollar unos trabajos metódicos y sistemáticos que, con el paréntesis forzado de la guerra, se continuarían en 1952 bajo la dirección de Kurt Bittel. Las investigaciones de Hattusa fueron deparando cientos, miles de objetos artísticos y datos culturales que unidos a los encontrados en distintos lugares de Anatolia como Alacahöyük -una excavación emprendida en 1935 por Hamit Zübeiyr Kosay-, harían posible disponer de los elementos suficientes como para que Maurice Vieyra publicara en 1955 su "Hittite Art". No obstante, la primera aportación fundamental a la historia del arte hitita vendría firmada por Ekrem Akurqal, profesor de la Universidad de Ankara, cuyo "Die Kunst der Hethiter", aparecido en Munich en 1961, es ya un clásico de la historiografía artística oriental.
Pero los hallazgos de campo han seguido aportando novedades sorprendentes. En 1971, Jean Claude Margueron inició los sondeos en Emar, en el lejano país de Astata junto al Eúfrates medio, donde descubriría lo que acaso es el mejor ejemplo hitita de planificación urbana global. Dos años después Tahsin Özgüç, en nombre de la Sociedad Histórica Turca, realizaría otro descubrimiento sensacional: el palacio de Masathöyük y sus archivos en la frontera norte del antiguo Imperio. En los últimos años se van sucediendo investigaciones muy distintas y con diversas perspectivas. Desde que Kurt Bittel publicara en 1976 su libro "Die Kunst Anatoliens" -que junto con la citada de Ekrem Akurgal constituye la otra obra básica y perfecta sobre al arte hitita-, se han ido dando a conocer, entre otros muchos de posible cita, nuevos estudios selectivos sobre pequeños objetos diversos (R. M. Boehmer, 1979), la arquitectura imperial (P. Neve, 1982) o la glíptica procedente de Hattusa. Las obras clásicas y la investigación más reciente hacen de la historia hitita una de las parcelas mejor conocidas de la historiografía artística del Oriente Próximo antiguo.
Pero los primeros trabajos verdaderamente ambiciosos no se iniciarían hasta los años 1906-07, bajo la dirección del asiriólogo Hugo Winckler y el conservador del museo de Estambul, Theodor Macridy Bey. El mismo año 1907, un arqueólogo alemán, Otto Puchstein, abriría nuevos sondeos en otro sector de lo que ya todos llamaban Hattusa, la capital del imperio hitita. Por cierto, que un estudio dedicado por O. Puchstein a la arquitectura conocida y relacionada con el horizonte hitita, constituiría la primera obra científica sobre aquel arte remoto. Tras algunas campañas más de los pioneros H. Winckler y Th. Macridy Bey a comienzos de la segunda decena de nuestro siglo, Hattusa permanecería en silencio. Pero entre los años 1931 y 1939, la Sociedad Orientalista Alemana y el Instituto Arqueológico Alemán comenzarían a desarrollar unos trabajos metódicos y sistemáticos que, con el paréntesis forzado de la guerra, se continuarían en 1952 bajo la dirección de Kurt Bittel. Las investigaciones de Hattusa fueron deparando cientos, miles de objetos artísticos y datos culturales que unidos a los encontrados en distintos lugares de Anatolia como Alacahöyük -una excavación emprendida en 1935 por Hamit Zübeiyr Kosay-, harían posible disponer de los elementos suficientes como para que Maurice Vieyra publicara en 1955 su "Hittite Art". No obstante, la primera aportación fundamental a la historia del arte hitita vendría firmada por Ekrem Akurqal, profesor de la Universidad de Ankara, cuyo "Die Kunst der Hethiter", aparecido en Munich en 1961, es ya un clásico de la historiografía artística oriental.
Pero los hallazgos de campo han seguido aportando novedades sorprendentes. En 1971, Jean Claude Margueron inició los sondeos en Emar, en el lejano país de Astata junto al Eúfrates medio, donde descubriría lo que acaso es el mejor ejemplo hitita de planificación urbana global. Dos años después Tahsin Özgüç, en nombre de la Sociedad Histórica Turca, realizaría otro descubrimiento sensacional: el palacio de Masathöyük y sus archivos en la frontera norte del antiguo Imperio. En los últimos años se van sucediendo investigaciones muy distintas y con diversas perspectivas. Desde que Kurt Bittel publicara en 1976 su libro "Die Kunst Anatoliens" -que junto con la citada de Ekrem Akurgal constituye la otra obra básica y perfecta sobre al arte hitita-, se han ido dando a conocer, entre otros muchos de posible cita, nuevos estudios selectivos sobre pequeños objetos diversos (R. M. Boehmer, 1979), la arquitectura imperial (P. Neve, 1982) o la glíptica procedente de Hattusa. Las obras clásicas y la investigación más reciente hacen de la historia hitita una de las parcelas mejor conocidas de la historiografía artística del Oriente Próximo antiguo.