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Datos principales
Rango
América 1550-1700
Desarrollo
El mineral argentífero se extrajo, al principio, mediante excavaciones abiertas, que se profundizaban luego con pequeños túneles. Más tarde, se recurrió a los socavones: túneles inclinados que cortaban la mina y tenían alguna ventilación y drenaje. Esto produjo según Brading verdaderas ciudades subterráneas. Las labores se facilitaron gracias al uso de bombas, los malacates (cabrestantes movidos por caballerías que sacaban el agua o el mineral) y las voladuras, muy empleadas ya en Potosí desde el último cuarto del siglo XVII. Se obtenían así cloruros y sulfuros argentíferos, conocidos respectivamente como pacos y negrillos, que era preciso refinar. Para esto se trituraba el mineral en machacadoras de pisones metálicos (movidos por fuerza hidráulica o por animales) o por molinos, y se procedía a extraer su mena. Al principio, se hizo por oxidación o combustión en hornos de tipo castellano aventados por fuelles, pero hacía falta mucho material combustible, escaso en las regiones áridas mineras. En 1555, Bartolomé Medina ensayó con éxito en Pachuca otro procedimiento, el de amalgamación, conocido desde la Antigüedad para el beneficio del oro. Consistía en mezclar el mineral con mercurio y añadirle un reactivo, la sal común. La mezcla se hacía en grandes patios, por lo que fue denominado sistema de patio. Al cabo de 6 u 8 semanas (a veces meses), la amalgama alcanzaba el punto apropiado. Se lavaba y la pella resultante se sometía a la acción del calor para volatilizar el mercurio (parte del cual se recuperaba) y decantar la plata.
Todo esto exigía abundantes materiales (sal, madera y leña, hierro), gran cantidad de agua para mover los ingenios hidráulicos y realizar las labores de lavado (en Potosí se construyeron 30 presas interconectadas) y, sobre todo, mercurio. Afortunadamente, la Corona contaba con la gran mina de Almadén, que fue puesta al máximo de producción (con promedios anuales de 148.500 kilos) y pudo también importarlo de Idrija, en Eslovenia, entonces bajo dominio de los Habsburgo. El problema era transportar el escurridizo mineral en unos odres a bordo de los buques azogueros y en cantidad suficiente para atender la demanda. En 1563, Amador Cabrera encontró la mina de mercurio de Huancavélica, no muy lejos del Potosí, lo que alivió la producción peruana de plata. La plata mexicana se beneficiaba con azogue de Almadén y de Idrija, y esporádicamente con el de Huancavélica y China (en 1692 y 1693, se compraron 53 quintales y 42 libras de azogue chino, que era 30 pesos más barato que el español, pero los fletes lo encarecían mucho). Durante la década 1691-1700, México recibió 28.136 quintales de mercurio: 19.136 de Europa y 9.000 del Perú. La Corona controló la producción de mercurio (incluso intentó que Huancavélica fuese realenga) e impuso los precios. Al principio procuró que éstos compensasen los gastos de producción y transporte, resultando a 177 pesos el quintal en México y a 104 en Perú, pero luego tuvo que rebajar el precio hasta los 83 pesos y 97 pesos respectivamente, para evitar que se paralizara la producción de plata. El oro de filón o de veta se extrajo igual que la plata, pero ya dijimos que fue escaso. Lo usual era el oro de aluvión que se obtuviera lavando las arenas auríferas. Se hacía con simples bateas, pero luego se recurrió a los ingenios mecánicos y hasta al desvío de los cauces de los ríos. El mineral extraído, la jagua (formado por óxidos de hierro, fragmentos de roca dura y oro) se purificaba igualmente por amalgamación y fundición.
Todo esto exigía abundantes materiales (sal, madera y leña, hierro), gran cantidad de agua para mover los ingenios hidráulicos y realizar las labores de lavado (en Potosí se construyeron 30 presas interconectadas) y, sobre todo, mercurio. Afortunadamente, la Corona contaba con la gran mina de Almadén, que fue puesta al máximo de producción (con promedios anuales de 148.500 kilos) y pudo también importarlo de Idrija, en Eslovenia, entonces bajo dominio de los Habsburgo. El problema era transportar el escurridizo mineral en unos odres a bordo de los buques azogueros y en cantidad suficiente para atender la demanda. En 1563, Amador Cabrera encontró la mina de mercurio de Huancavélica, no muy lejos del Potosí, lo que alivió la producción peruana de plata. La plata mexicana se beneficiaba con azogue de Almadén y de Idrija, y esporádicamente con el de Huancavélica y China (en 1692 y 1693, se compraron 53 quintales y 42 libras de azogue chino, que era 30 pesos más barato que el español, pero los fletes lo encarecían mucho). Durante la década 1691-1700, México recibió 28.136 quintales de mercurio: 19.136 de Europa y 9.000 del Perú. La Corona controló la producción de mercurio (incluso intentó que Huancavélica fuese realenga) e impuso los precios. Al principio procuró que éstos compensasen los gastos de producción y transporte, resultando a 177 pesos el quintal en México y a 104 en Perú, pero luego tuvo que rebajar el precio hasta los 83 pesos y 97 pesos respectivamente, para evitar que se paralizara la producción de plata. El oro de filón o de veta se extrajo igual que la plata, pero ya dijimos que fue escaso. Lo usual era el oro de aluvión que se obtuviera lavando las arenas auríferas. Se hacía con simples bateas, pero luego se recurrió a los ingenios mecánicos y hasta al desvío de los cauces de los ríos. El mineral extraído, la jagua (formado por óxidos de hierro, fragmentos de roca dura y oro) se purificaba igualmente por amalgamación y fundición.