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Los viajes de Colón

Desarrollo


Los españoles, portugueses e ingleses siguieron realizando nuevas exploraciones a las Indias hasta 1506, fecha en que el advenimiento de doña Juana a la Corona de Castilla marca una nueva etapa. Entre los viajes españoles sobresalieron los de Vélez de Mendoza-Guerra, el de Bastidas y, principalmente, el cuarto y último viaje del Almirante. El de Vélez de Mendoza y Luis Guerra en 1500 plantea varios enigmas, pues no se sabe en realidad hasta dónde llegó. Siguió la ruta España-Cabo Verde-Brasil. Es seguro que estos marinos navegaron por la costa brasileña, pero se ignora si alcanzaron el Río de la Plata, como algunos pretenden. Más conocido es el viaje de Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa, realizado el año 1501. El primero era un escribano de Triana a quien le atrajeron los descubrimientos. Se asoció con el cartógrafo para realizar una expedición de descubrimiento y rescate. Capitularon con la Corona el 5 de junio de 1500, que les impuso la condición de no ir a "las islas e Tierra Firme que hasta aquí son descubiertas por el Almirante don Cristóbal Colón e por Cristóbal Guerra, ni de las que son descubiertas o se descubrieren antes que vos (saliéredes)", lo que demuestra la sistemática del plan de la monarquía. Partieron de España en marzo de 1501 con dos carabelas y siguieron la ruta del tercer viaje, arribando a la costa venezolana. En ella repitieron el itinerario de Ojeda hasta el cabo de la Vela, desde donde empezaron a descubrir la actual costa atlántica colombiana.

Avistaron por vez primera la bahía de Santa Marta, bocas del Magdalena, bahía de Cartagena y finalmente el golfo de Urabá, que cruzaron, adentrándose en la costa atlántica panameña. Allí, en Puerto Escribanos, comprobaron que los navíos no podían continuar navegando, pues la broma (un molusco lamelibranquio del Caribe) había perforado las cuadernas, originando numerosas vías de agua. Intentaron alcanzar La Española, naufragando al llegar. Bastidas regresó desde aquí a España. De este viaje quedó el descubrimiento del resto de la Tierra Firme hasta Panamá, con lo que quedaba completo el tramo continental suramericano desde Brasil hasta Panamá. También Portugal desarrolló una gran actividad descubridora, como dijimos. La protagonizaron los hermanos Corté Real y Amérigo Vespucci. Gaspar Corté Real, poblador de las Azores, zarpó de Lisboa en el verano de 1500 dispuesto a encontrar la India continental colombina. Llegó a Terranova y regresó a fines de año. En octubre de 1501, Gaspar y su hermano Miguel salieron hacia el mismo objetivo. Arribaron a la península del Labrador, que bordearon, y volvieron a Terranova. Aquí se separaron: Miguel siguió hacia el sur y se perdió, mientras que Gaspar marchó a Portugal. También éste naufragó al año siguiente, cuando intentó encontrar a Miguel. Más importante fue el viaje realizado en 1501-02 por Amerigo Vespucci al servicio de Portugal. Era un florentino avecindado en España, que realizó cuatro viajes (1497-98, 1499-1500, 1501-02, y 1503-04) de los que son muy dudosos el primero y el último.

El segundo lo realizó en compañía de Ojeda y La Cosa, como vimos. En cuanto al tercero, que es el que aquí nos interesa, lo patrocinó don Manuel el Afortunado. Vespucci zarpó de Lisboa en mayo de 1501 con tres naves. En agosto arribó a Brasil, posiblemente en la costa de Ceará o en Río Grande del Norte. Desde allí siguió costeando hacia el sur en busca de un estrecho. Recorrió todo el litoral brasileño y luego, según algunos, la costa actual argentina. En realidad nadie sabe hasta dónde llegó, ni cuándo emprendió el regreso. Lo único cierto es que Vespucci había comprendido que aquella tierra pertenecía a un continente distinto de Asia, que se iba adelgazando hacia el sur, donde quizá estaría el estrecho que comunicaba el mar que iba a la China. En cuanto a los ingleses, patrocinaron la expedición de Sebastián Gaboto, hijo de Giovanni Gaboto. Salió en varias naves con 300 hombres, el año 1503 y con intención de establecer una colonia en la zona septentrional de América. Parece que arribó a la península del Labrador, desde donde regresó a Inglaterra por no haber encontrado un lugar apropiado para su propósito. A Sebastián Gaboto se le atribuye también otro viaje a la bahía del Hudson en 1516. Pero el más notable de los viajes de esta etapa fue, como dijimos, el de don Cristóbal Colón, que puso epílogo a sus descubrimientos y prácticamente a su vida. Recibió orden de prepararlo en 1501, después de casi tres años de inactividad marinera.

Su objetivo era encontrar el estrecho que separaba las tierras firmes del norte y del sur, plasmadas ya en el mapa de La Cosa, y que debía estar en lo que hoy es Centroamérica, al norte de Puerto Escribanos, a donde había llegado Bastidas. Colón pensaba que existía, no porque hubiera comprendido al fin que había descubierto un continente, sino porque Marco Polo había salido del Catay por mar y navegado hacia el Poniente. La autorización real para el viaje se dio el 14 de marzo de 1502. Colón tenía orden de no tocar en la isla Española (salvo al regreso, cuando se consideraba que quizá fuera necesario), y de evitar la captura de esclavos. Se prepararon cuatro carabelas en las que se embarcaron 140 hombres, uno de ellos su hijo Hernando Colón, que nos narraría el viaje. El Almirante se sintió rejuvenecer el 9 de mayo de 1502 (debía tener unos 51 años), cuando dio la orden de desatraque en el puerto de Cádiz. La travesía atlántica fue ya rutinaria y arribó a Martinica el 15 de junio. De aquí fue a Dominica y a Santo Domingo, pues deseaba cambiar una embarcación que iba mal, pero el gobernador Ovando le impidió desembarcar, acorde con las órdenes reales. Colón capeó luego un enorme huracán en la desembocadura del río Jaina y siguió a Jamaica y a la costa sur de Cuba. Desde aquí puso rumbo sureste hasta la isla Guanaja, en el golfo de Honduras. En vez de seguir al norte, lo que le habría llevado a los territorios maya y azteca, se dirigió al este y sur, buscando el paso interoceánico.

Costeó Honduras con muy mal tiempo, y después Nicaragua y Costa Rica. Al entrar en la costa panameña comprobó que los rescates de oro eran más valiosos, lo que le pareció natural, pues creía estar en Ciamba (Indochina). En Chiriquí pensó que estaba cruzando el estrecho que le conducía al verdadero mar de la india. Veragua, donde recaló tres meses para buscar oro, lo consideró ya el Quersoneso, a sólo unas jornadas del río Ganges. El 2 de noviembre, arribó a un buen puerto que denominó Portobelo y prosiguió hasta otro que bautizó como Puerto Bastimentos (Nombre de Dios), porque tenía numerosas sementeras. Aquí hizo acopio de provisiones. El viento contrario le impidió seguir navegando al sur. Regresó a Veraguas, donde quiso fundar una factoría el 6 de enero de 1503, convencido de su enorme riqueza aurífera. Entró con los buques en el río Belén e inició contactos con los indios por medio de su hermano Bartolomé. Un ataque indígena acabó con el plan. El 16 de abril Colón reanudó su travesía, nuevamente hacia el sur. Cruzó otra vez por Portobelo, Puerto Bastimentos y llegó hasta Punta Mármol, no muy lejos de donde Bastidas había dado por concluido su viaje. Con las dos naves que le quedaban, y en muy malas condiciones, intentó ir a Cuba, pero naufragó en Jamaica con los 116 supervivientes de la expedición. Allí terminó prácticamente su viaje, convencido de que esta vez había alcanzado las espaldas de la mismísima India.

Su aportación fue extraordinaria, no obstante, pues descubrió la costa atlántica centroamericana y enlazó casi con el tramo continental hallado por los viajes de descubrimiento y rescate, con lo que quedaba demostrado que no había paso desde Brasil hasta Honduras. Las desventuras del Almirante no acabaron en Jamaica, sin embargo, sino que se recrudecieron. Los expedicionarios quedaron como náufragos en la bahía de Santa Gloria, al norte de la isla, donde construyeron una empalizada para defenderse de los indios. El Almirante envió a Diego Méndez y seis marineros a pedir socorro a la cercana (?) isla Española. Méndez y sus compañeros cogieron unas canoas, les pusieron unas quillas postizas y unos mástiles con velas, y se lanzaron al mar. Por increíble que parezca, arribaron milagrosamente a la Española después de cinco días y cuatro noches de navegación ininterrumpida. Tras una buena caminata llegaron a presencia del Gobernador Ovando, quien se limitó a enviar una carabela para ver si Colón vivía aún, pero sin dar la orden de rescatar a los náufragos. El Almirante se hallaba muy enfermo y casi siempre en el lecho, lamentándose de sus desgracias, que plasmó en ese famoso escrito que es la "Lettera Rarísima". Tuvo que hacer frente a una rebelión indígena (que dominó amenazando a los naturales con un eclipse lunar, que se produjo en efecto) y a un motín de gran parte de sus hombres, dirigidos por los hermanos Porras. Todas aquellas desgracias acabaron al fin, cuando apareció Diego Méndez con una carabela que había logrado fletar en Santo Domingo y rescató de aquella playa maldita a los sobrevivientes.

Era el 28 de junio de 1504. Tras unos meses de restablecimiento en Santo Domingo, Colón partió para España a donde arribó el 7 de noviembre de 1504. Su último viaje había durado dos años y medio. El Almirante seguía enfermo y no pudo moverse de Sevilla hasta 1505. A las dos semanas de su arribo supo la noticia de la muerte de la reina Isabel (26 de noviembre de 1504), con lo que se quedó sin su gran valedora. Sus finanzas no andaban bien y reclamó sus derechos al rey Fernando, quien accedió a recibirle en Segovia. Se entrevistó con el monarca en la primavera de 1505, pero en un mal momento. Fernando el Católico estaba entregando la regencia de Castilla (y con ella los problemas de Indias) a su hija doña Juana y a su marido don Felipe. Meses después arribaron a España los nuevos reyes y Colón les envió unas cartas con su hermano, pidiéndoles audiencia. El Almirante pasó muy mal aquel invierno en Valladolid y falleció el 20 de mayo de 1506. Su muerte pasó prácticamente desapercibida en el país al que le había dado un horizonte ilimitado en un nuevo continente. Lo más trágico es que Colón se murió sin saber realmente lo que había descubierto, extraña paradoja para un descubridor.

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