Contradicciones del crecimiento
Compartir
Datos principales
Rango
Renacimiento agra
Desarrollo
Es difícil valorar en que momento o a partir de que circunstancias el auge sostenido en la expansión agraria se detuvo, para, después, iniciar un declive acelerado en los años finales del siglo XIII y precipitado a partir del primer tercio del siglo XIV. Pensemos, además, en las diversas interpretaciones sobre las crisis de crecimiento de esta última centuria y la valoración del siglo XIII en sus dos mitades de manera tan distinta. Lo cierto es que el auge de la agricultura en Europa fue disminuyendo a lo largo del siglo del apogeo. Sólo aquellas regiones que se habían incorporado tarde a la euforia roturadora mantuvieron todavía en el 1200 un aparente crecimiento sobre tierras aún con capacidad de labrar y cosechar, pero en el resto dicho crecimiento era ya muy discreto por lo general. Así hemos visto cómo la colonización alemana estaba en esta época en auge, y en otras regiones más tradicionales, como en Aquitania, la fundación de "bastidas" y de "villas nuevas" continuó y se multiplicó hasta la peste negra del XIV. Sin embargo, en las regiones más densamente pobladas y desarrolladas -como Francia, la cuenca londinense o el oeste de Alemania- se habían alcanzado los niveles y resultados más prósperos. Incluso en los suelos más difíciles, el esfuerzo continuado y concentrado de varias generaciones de campesinos había llegado a agotarlos o reducirlos en cuanto a rendimientos, muy por debajo del trabajo aplicado.
El obstáculo del suelo fue, por tanto, el primero que se opuso al desarrollo agrícola continuo, pues el crecimiento extensivo con una técnica inmutable llegó a estancar la producción. Por un lado el agotamiento de tierras y por otro la carencia de nuevos horizontes para la roturación coincidieron, pues, en el tiempo y a mediados del siglo XIII se había llegado al limite de la expansión rural. Dicho limite podía haber sido apropiado para fijar una economía agraria suficiente y sin carencias estructurales, pero la estabilización no fue posible porque las contradicciones del sistema bloquearon el desarrollo. En primer lugar, en el siglo XIII las densidades de población alcanzaron proporciones altas (en algunos casos similares a las de los siglos XVIII y XIX) y la expansión demográfica sobrevivió incluso al final de la expansión agrícola y de la colonización, produciéndose un desfase entre la población y los recursos en el medio rural, con el agravante de la enorme demanda de las ciudades y grandes poblaciones surgidas o ampliadas en los siglos del crecimiento urbano, crecimiento que fue asimismo demográfico y espectacular por el movimiento migratorio desde el campo, el cual debía seguir alimentando a la población rural y hacerlo igualmente con la de la ciudad. El resultado fue lógicamente una crisis de subsistencias y el asomo circunstancial del hambre, que en algunas zonas no había llegado a desaparecer.
Además, la sobrecarga demográfica fragmentó el suelo arable y multiplicó las parcelas, desactivando las capacidades productivas, empobreciendo las técnicas utilizadas y debilitando a los campesinos ante cualquier eventualidad. Como afirma G. Bois, "una pauperización de la mayoría campesina constituyó un factor suplementario de desequilibrio, pues entrañaba un inevitable decrecimiento de la productividad del trabajo; de tal manera que, cuanto más fuerte era la sobrecarga demográfica, la economía rural se encontraba en peores condiciones para afrontarla". En realidad, no hay que exagerar sobre el crecimiento ni el desarrollo agrario en cualquier etapa de la Edad Media, ni siquiera en los siglos de mayor expansión y euforia. Así, no hay que olvidar que la agricultura del Occidente en los siglos XI al XIII combinaba los cultivos con la ganadería en el llamado "círculo vicioso de la economía medieval". Ya se ha visto que el crecimiento fue, sobre todo, extensivo, y la expansión de los cultivos requirió el aumento de la ganadería, que fue un hecho constatable, pues el abono orgánico y la fuerza de trabajo animal completaron el laboreo que hasta entonces se hacia sólo con el esfuerzo humano y sin estiércol. Pensemos que, además, la implantación del "sistema de tres hojas" (cereales de primavera, de verano y barbecho) sólo en el siglo XIII fue un hecho extendido. Precisamente la hoja de barbecho, en un sistema rotatorio, satisfacía la necesidad de estabulación abierta del ganado y el abonado natural de los campos preparados para la siembra posterior después de haberse regenerado el humus agrícola tras el descanso periódico.
Pero la ganadería necesitó en su expansión pastizales y tierras no usadas en la explotación agrícola, hasta que la sobrecarga pecuaria fue un hecho que impidió el aumento de la superficie cultivable, especialmente aquella destinada a cultivos que exigían un extensión, como el cerealístico. Otro factor que influyo negativamente en la continuidad del desarrollo en el campo fue el marco social predominante en el que se desenvolvió la explotación rural, es decir, el "marco feudal". En principio, los campesinos se beneficiaron de la expansión agraria por las franquicias y reducción de cargas a las que estaban sometidos, la disminución de los servicios, o corveas, en las reservas señoriales y especialmente la reconversión de las rentas en especie por rentas en moneda. Para G. Bois, "la inclinación hacia un debilitamiento de la tasa de detracción impuesta a los campesinos fue, sin lugar a dudas, el motor principal del crecimiento económico, puesto que permitió a la gente del campo consagrar una mayor parte de lo que producía a la inversión (útiles, semillas, etc.). sin embargo, todo cambió cuando el campo alcanzó su punto de saturación demográfica: el declive de la productividad del trabajo entrañó la baja de la inversión y el consumo, y como resultado, los resortes de la economía campesina alcanzaron un grado extremo de tensión, próximo a la ruptura" En cuanto a los señores , se beneficiaron de la expansión rural por el aumento de sus contribuyentes, sobre todo, que les compensó del debilitamiento de la tasa de detracción.
Razón por la cual, al detenerse el crecimiento continuado a lo largo del siglo XIII "las rentas señoriales" entraron en crisis, y la reacción fue, en muchos casos, el aumento de la presión contributiva que buscaba paliar el descenso de dichas rentas por disminución de contribuyentes. El resultado final fue que el desajuste económico trajo consigo el desequilibrio social. Los señores debían mantener su nivel de vida por encima a veces de sus posibilidades, pues las rentas disminuyeron y el aumento de las contribuciones campesinas no siempre era posible, porque tampoco los dependientes estaban en condiciones de soportar una mayor carga señorial. De suerte que la crisis de crecimiento reflejaba en realidad una crisis estructural y un desajuste social; por lo que las dificultades sobrevenidas en el siglo XIV y las crisis coyunturales de dicha centuria afectaron a unas estructuras ya deterioradas que favorecieron unas consecuencias más trágicas y demoledoras. Combinando los intereses de los señores y de los campesinos en el marco señorial, se puede afirmar -como señala R. Hilton- que la desigualdad entre los campesinos medievales hizo que la proliferación de pequeños poseedores pobres no fuera tanto consecuencia de la desigualdad en la oportunidad del mercado cuanto consecuencia de un movimiento cíclico a largo plazo por el que la fuerza de trabajo de la familia tendía a crecer más deprisa que la productividad agrícola. "La productividad agrícola decrecía por la proporción descendente entre pasto y tierra de cultivo y porque se había puesto en cultivo tierra pobre. El peso de la renta, diezmos e impuestos alejaba todavía más la posibilidad de obtener niveles de producción superiores. Puesto que no había tierras buenas a las que pudiera escapar la población excedente, y como parece probable que se hubiera alcanzado el límite de expansión urbana, en el curso del siglo XIII se asistió a la distorsión de la estratificación natural de la sociedad campesina. Esta fue particularmente vulnerable a los desastres naturales y de origen humano, hambre, peste y guerra, y ello se refiere de manera especial a la masa de pequeños campesinos empobrecidos".
El obstáculo del suelo fue, por tanto, el primero que se opuso al desarrollo agrícola continuo, pues el crecimiento extensivo con una técnica inmutable llegó a estancar la producción. Por un lado el agotamiento de tierras y por otro la carencia de nuevos horizontes para la roturación coincidieron, pues, en el tiempo y a mediados del siglo XIII se había llegado al limite de la expansión rural. Dicho limite podía haber sido apropiado para fijar una economía agraria suficiente y sin carencias estructurales, pero la estabilización no fue posible porque las contradicciones del sistema bloquearon el desarrollo. En primer lugar, en el siglo XIII las densidades de población alcanzaron proporciones altas (en algunos casos similares a las de los siglos XVIII y XIX) y la expansión demográfica sobrevivió incluso al final de la expansión agrícola y de la colonización, produciéndose un desfase entre la población y los recursos en el medio rural, con el agravante de la enorme demanda de las ciudades y grandes poblaciones surgidas o ampliadas en los siglos del crecimiento urbano, crecimiento que fue asimismo demográfico y espectacular por el movimiento migratorio desde el campo, el cual debía seguir alimentando a la población rural y hacerlo igualmente con la de la ciudad. El resultado fue lógicamente una crisis de subsistencias y el asomo circunstancial del hambre, que en algunas zonas no había llegado a desaparecer.
Además, la sobrecarga demográfica fragmentó el suelo arable y multiplicó las parcelas, desactivando las capacidades productivas, empobreciendo las técnicas utilizadas y debilitando a los campesinos ante cualquier eventualidad. Como afirma G. Bois, "una pauperización de la mayoría campesina constituyó un factor suplementario de desequilibrio, pues entrañaba un inevitable decrecimiento de la productividad del trabajo; de tal manera que, cuanto más fuerte era la sobrecarga demográfica, la economía rural se encontraba en peores condiciones para afrontarla". En realidad, no hay que exagerar sobre el crecimiento ni el desarrollo agrario en cualquier etapa de la Edad Media, ni siquiera en los siglos de mayor expansión y euforia. Así, no hay que olvidar que la agricultura del Occidente en los siglos XI al XIII combinaba los cultivos con la ganadería en el llamado "círculo vicioso de la economía medieval". Ya se ha visto que el crecimiento fue, sobre todo, extensivo, y la expansión de los cultivos requirió el aumento de la ganadería, que fue un hecho constatable, pues el abono orgánico y la fuerza de trabajo animal completaron el laboreo que hasta entonces se hacia sólo con el esfuerzo humano y sin estiércol. Pensemos que, además, la implantación del "sistema de tres hojas" (cereales de primavera, de verano y barbecho) sólo en el siglo XIII fue un hecho extendido. Precisamente la hoja de barbecho, en un sistema rotatorio, satisfacía la necesidad de estabulación abierta del ganado y el abonado natural de los campos preparados para la siembra posterior después de haberse regenerado el humus agrícola tras el descanso periódico.
Pero la ganadería necesitó en su expansión pastizales y tierras no usadas en la explotación agrícola, hasta que la sobrecarga pecuaria fue un hecho que impidió el aumento de la superficie cultivable, especialmente aquella destinada a cultivos que exigían un extensión, como el cerealístico. Otro factor que influyo negativamente en la continuidad del desarrollo en el campo fue el marco social predominante en el que se desenvolvió la explotación rural, es decir, el "marco feudal". En principio, los campesinos se beneficiaron de la expansión agraria por las franquicias y reducción de cargas a las que estaban sometidos, la disminución de los servicios, o corveas, en las reservas señoriales y especialmente la reconversión de las rentas en especie por rentas en moneda. Para G. Bois, "la inclinación hacia un debilitamiento de la tasa de detracción impuesta a los campesinos fue, sin lugar a dudas, el motor principal del crecimiento económico, puesto que permitió a la gente del campo consagrar una mayor parte de lo que producía a la inversión (útiles, semillas, etc.). sin embargo, todo cambió cuando el campo alcanzó su punto de saturación demográfica: el declive de la productividad del trabajo entrañó la baja de la inversión y el consumo, y como resultado, los resortes de la economía campesina alcanzaron un grado extremo de tensión, próximo a la ruptura" En cuanto a los señores , se beneficiaron de la expansión rural por el aumento de sus contribuyentes, sobre todo, que les compensó del debilitamiento de la tasa de detracción.
Razón por la cual, al detenerse el crecimiento continuado a lo largo del siglo XIII "las rentas señoriales" entraron en crisis, y la reacción fue, en muchos casos, el aumento de la presión contributiva que buscaba paliar el descenso de dichas rentas por disminución de contribuyentes. El resultado final fue que el desajuste económico trajo consigo el desequilibrio social. Los señores debían mantener su nivel de vida por encima a veces de sus posibilidades, pues las rentas disminuyeron y el aumento de las contribuciones campesinas no siempre era posible, porque tampoco los dependientes estaban en condiciones de soportar una mayor carga señorial. De suerte que la crisis de crecimiento reflejaba en realidad una crisis estructural y un desajuste social; por lo que las dificultades sobrevenidas en el siglo XIV y las crisis coyunturales de dicha centuria afectaron a unas estructuras ya deterioradas que favorecieron unas consecuencias más trágicas y demoledoras. Combinando los intereses de los señores y de los campesinos en el marco señorial, se puede afirmar -como señala R. Hilton- que la desigualdad entre los campesinos medievales hizo que la proliferación de pequeños poseedores pobres no fuera tanto consecuencia de la desigualdad en la oportunidad del mercado cuanto consecuencia de un movimiento cíclico a largo plazo por el que la fuerza de trabajo de la familia tendía a crecer más deprisa que la productividad agrícola. "La productividad agrícola decrecía por la proporción descendente entre pasto y tierra de cultivo y porque se había puesto en cultivo tierra pobre. El peso de la renta, diezmos e impuestos alejaba todavía más la posibilidad de obtener niveles de producción superiores. Puesto que no había tierras buenas a las que pudiera escapar la población excedente, y como parece probable que se hubiera alcanzado el límite de expansión urbana, en el curso del siglo XIII se asistió a la distorsión de la estratificación natural de la sociedad campesina. Esta fue particularmente vulnerable a los desastres naturales y de origen humano, hambre, peste y guerra, y ello se refiere de manera especial a la masa de pequeños campesinos empobrecidos".