Catedral de Toledo. Transparente
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La exuberancia creadora en este tipo de composiciones de exposición o presentación de un símbolo religioso tiene un gran pilar de sustento en el Transparente de la Catedral de Toledo , una obra debida al genio de Narciso Tomé en la que hipotecaría toda su espontaneidad creadora. Hay quien ha tratado el monumento como un lastre mental, como un self-expression, como un estilo sin gramática, o como un objeto derivado de un falso cálculo o, por contraste, de una ley óptica acertada. La invención de Tomé ha soportado la crítica más variopinta en el pasado y en el presente, y no deriva en exclusiva de los rigoristas ilustrados. Pero es hasta lógico que el Transparente plantee la controversia de su propia definición espacial y no tan sólo la del ornato barroco o rococó que acumula. Se discute si se caracteriza por una singular elementalidad estereométrica, por ser un simple plano en curvatura con decoración aplicada, si es producto de un rigor intelectualista utópico que traduce el nexo entre arquitectura real y ficticia. Creemos que el Transparente es la respuesta a éstas y otras exigencias y que en cualquier caso nunca está atrapado en la red de una definición tradicional arquitectónica. Su función es la de exponer y presentar la imagen; en este caso, el hacer posible la visión del Sagrario al paso del espectador por la girola del templo. El fermento didáctico es el mismo que Hurtado perseguía. Sin embargo, la formulación de Tomé pertenece a una de las más abstractas categorías de visión emocional.
La encuadra en una nueva posición mental estructuralista respecto al pasado, refleja el estar al día en el gusto figurativo europeo, y altera, modifica o destruye cualquier tipo de sugerencia que nos acerque al clasicismo. Según los dictados de su inspiración apura la belleza de la forma hasta perfeccionarla al límite, o por contraste la deja inacabada. Aísla la obra y la ilumina desmantelando la arquitectura gótica, insensible a los valores ambientales. Individualiza el estilo rococó al que evoca en irrepetibles imágenes, pero no lo usa como instrumento en su más reconocido valor. Nace su lucha entre la poética de su tiempo y la fuerza arrolladora de su imaginación. Trata de conseguir una coexistencia entre los recursos iconográficos tradicionales (la Cena, la Virgen y el Niño, las figuras alegóricas) y su propia lingüística anticonvencional. Su espacio para la devoción tal vez sea amanerado, sofisticado incluso, pero es abiertamente honesto, sincero, y ha ilustrado el camino de un nuevo lenguaje barroco de esencia nacional.
La encuadra en una nueva posición mental estructuralista respecto al pasado, refleja el estar al día en el gusto figurativo europeo, y altera, modifica o destruye cualquier tipo de sugerencia que nos acerque al clasicismo. Según los dictados de su inspiración apura la belleza de la forma hasta perfeccionarla al límite, o por contraste la deja inacabada. Aísla la obra y la ilumina desmantelando la arquitectura gótica, insensible a los valores ambientales. Individualiza el estilo rococó al que evoca en irrepetibles imágenes, pero no lo usa como instrumento en su más reconocido valor. Nace su lucha entre la poética de su tiempo y la fuerza arrolladora de su imaginación. Trata de conseguir una coexistencia entre los recursos iconográficos tradicionales (la Cena, la Virgen y el Niño, las figuras alegóricas) y su propia lingüística anticonvencional. Su espacio para la devoción tal vez sea amanerado, sofisticado incluso, pero es abiertamente honesto, sincero, y ha ilustrado el camino de un nuevo lenguaje barroco de esencia nacional.