Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal. Juan II
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Los yacentes sobre la cama del sepulcro son de notable tamaño y se sitúan mirando hacia el altar. Se inclinan cada uno en dirección contraria al otro, de modo que se hacen más visibles como dirigiéndose a un posible espectador. Los rostros son convencionales, en modo alguno retratos. Visten con lujo, mantos muy ricos. Se cobijan bajo una suerte de baldaquino, en ningún momento signo de realeza o santidad. El rey Juan II llevaba en la mano un desaparecido cetro, emblema de poder, como lo son el manto real y la corona, muy lastimados sus adornos superiores de los que sólo quedan restos. No es casual que sobre la almohada en la que apoya la cabeza se dibuje una especie de nimbo, que reclama la atención sobre cierto carácter sagrado de la monarquía.