Cipo de Toledo
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La fe en su religión iguala a todos los musulmanes y el mundo funerario refleja esta igualdad, apenas alterada por la calidad de los epitafios y las estelas sepulcrales. Este hecho establece una diferencia con las sociedades cristianas vecinas. Las necrópolis andalusíes están compuestas por tumbas con varios tipos de fosas y estructuras, pero sin obras de gran envergadura, tales como mausoleos o capillas. Los difuntos eran enterrados en posición lateral y mirando al sur. Normalmente, los cementerios estaban situados en las afueras de la ciudad y no necesariamente en contacto con un centro de culto. La veneración a los muertos sólo tuvo alguna difusión en Oriente, y siempre en torno a personajes de reconocida santidad, no necesariamente gobernantes o miembros de dinastías. Uno de los elementos más utilizados en al-Andalus para servir de indicación de las tumbas y como soporte de los epitafios funerarios fue el cipo, pieza de piedra de forma cilíndrica como la que aquí presentamos procedente de Toledo. Fue tallada antes de la conquista cristiana de la ciudad, en el siglo XI. Está dedicada a un visir, Abu Umar, y recalca que fue hecha en "nombre de Dios clemente y misericordioso. Para perdonarte tu pecado pasado y futuro, perfeccionar Su gracia en ti y dirigirte por una vía recta. Para prestarte Dios un auxilio poderoso. Él es quien ha hecho descender la sakina en los corazones de los creyentes para incrementar su fe".