Parque Güell (Barcelona). Entrada
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La muralla que rodea el Parque Güell está decorada con franjas rojas y blancas, como las que utilizaba la marina fenicia. Gaudí quería simbolizar que el Park era como una nave o isla, a la manera de la famosa isla de "Utopía" de Tomás Moro . La "K" de la palabra Park que encontramos en 14 medallones ornamentales del muro, eran una clara referencia al modelo inglés de la urbanización. Por otra parte la estrella de cinco puntas en la "P", invertida, como un diablo con cornamenta, indicaba claramente que se trataba de un lugar esotérico. Todo el Park Güell está lleno de simbolismos. De las siete puertas proyectadas tan sólo se llegaron a levantar dos. El diseño de la reja de la puerta principal del Park es el mismo que el de la Casa Vicens, la que podemos considerar como primera gran obra del maestro catalán. Flanqueando la puerta principal, dos pabellones de original diseño: El muro exterior queda enroscado en cada uno de ellos, formando dos serpientes enfrentadas, como las que Mercurio llevaba el caduceo. En muchas ocasiones se ha insistido en el hecho que el Park evocaba recuerdos personales de sus creadores, Güell y Gaudí, pero también de su infancia. Es por ello que encontramos juegos y divertimentos: Frente al pabellón de la derecha, según se entra, encontramos una extraña construcción. En origen se trataba de una cochera que, por su forma y textura nos recuerda a un elefante. De él tan sólo se ven el vientre y las patas, pero si observamos con detalles, tanto en su interior como en el exterior, llegaremos a descubrir la trompa y la cola y, con un poco más de esfuerzo, su pesado caminar.
No será éste el único elefante que encontraremos en el Park. Los dos pabellones de entrada, a los que ya hemos hecho referencia, presentan paredes rústicas y macizas, como las de la cueva. Por el contrario, la decoración de sus tejados se completa con colores plácidos y vistosos que, a la luz de un sol suave, producen reflejos deslumbrantes, con una exquisita sensibilidad. Ambos presentan forma de silla de montar elefantes que sostienen torres similares a las que se contemplan en pinturas indias y en algunos ejemplos de la pintura mural románica peninsular. El espectador no ve, en un primer momento, la cabeza del animal, pero una vez en el interior, en la actual librería, se puede apreciar un enorme techo ondulado como el paladar de un elefante. Los ventanales se asemejan a las orejas del paquidermo. A un lado se erige la torre como una trompa erecta. Gaudí concibió el complejo de la entrada como un gran rompecabezas, con un marcado carácter de utopía infantil, pero enfocada tanto a los pequeños como a los mayores, en el que las piezas se tenían que descifrar y emparejar. Para la construcción de éstos pabellones se emplearon materiales y pinturas humildes, combinando técnicas tradiciones con elementos modernos prefabricados, gracias en parte a la fábrica de cementos propiedad de la familia Güell. El trencadís, o mosaico de cerámica rota a trozos manualmente, que Gaudí elevó a categoría de arte, recubre las cubiertas, dotándolas de gran flexibilidad.
El pabellón de la derecha era la conserjería. En él vivía un empleado de los Güell, acompañado por su hermana. Presentaba sala y cocina en la planta baja; dormitorios y salón en el primer piso; y golfas o buhardillas, con una chimenea en forma de seta, bajo el tejado. El pabellón de la izquierda es de dimensiones más reducidas. Como el anterior también está coronado por una seta. De todos es conocida la atracción que sentía Gaudí hacia las curiosas formas de las setas. Las amanitas son conocidas por sus efectos alucinógenos y por su utilización en ceremonias religiosas ancestrales para entrar en tránsito, en estados de euforia o inhibición, sueños o viajes. El Park recogía en su simbología lo esencial de la vida de sus dos creadores, que se fundía con elementos y figuras de profundo sentido religioso, masónico y alquímico. Se reflejaban los aspectos positivos y negativos de la magia blanca y la negra, según la moral del catolicismo y de la masonería del cambio de siglo.
No será éste el único elefante que encontraremos en el Park. Los dos pabellones de entrada, a los que ya hemos hecho referencia, presentan paredes rústicas y macizas, como las de la cueva. Por el contrario, la decoración de sus tejados se completa con colores plácidos y vistosos que, a la luz de un sol suave, producen reflejos deslumbrantes, con una exquisita sensibilidad. Ambos presentan forma de silla de montar elefantes que sostienen torres similares a las que se contemplan en pinturas indias y en algunos ejemplos de la pintura mural románica peninsular. El espectador no ve, en un primer momento, la cabeza del animal, pero una vez en el interior, en la actual librería, se puede apreciar un enorme techo ondulado como el paladar de un elefante. Los ventanales se asemejan a las orejas del paquidermo. A un lado se erige la torre como una trompa erecta. Gaudí concibió el complejo de la entrada como un gran rompecabezas, con un marcado carácter de utopía infantil, pero enfocada tanto a los pequeños como a los mayores, en el que las piezas se tenían que descifrar y emparejar. Para la construcción de éstos pabellones se emplearon materiales y pinturas humildes, combinando técnicas tradiciones con elementos modernos prefabricados, gracias en parte a la fábrica de cementos propiedad de la familia Güell. El trencadís, o mosaico de cerámica rota a trozos manualmente, que Gaudí elevó a categoría de arte, recubre las cubiertas, dotándolas de gran flexibilidad.
El pabellón de la derecha era la conserjería. En él vivía un empleado de los Güell, acompañado por su hermana. Presentaba sala y cocina en la planta baja; dormitorios y salón en el primer piso; y golfas o buhardillas, con una chimenea en forma de seta, bajo el tejado. El pabellón de la izquierda es de dimensiones más reducidas. Como el anterior también está coronado por una seta. De todos es conocida la atracción que sentía Gaudí hacia las curiosas formas de las setas. Las amanitas son conocidas por sus efectos alucinógenos y por su utilización en ceremonias religiosas ancestrales para entrar en tránsito, en estados de euforia o inhibición, sueños o viajes. El Park recogía en su simbología lo esencial de la vida de sus dos creadores, que se fundía con elementos y figuras de profundo sentido religioso, masónico y alquímico. Se reflejaban los aspectos positivos y negativos de la magia blanca y la negra, según la moral del catolicismo y de la masonería del cambio de siglo.