Arco de Trajano (Mérida, Badajoz)
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El denominado Arco de Trajano , nombre puramente arbitrario asignado por el elemento popular emeritense , no es una puerta de la ciudad como la han considerado los teorizantes del recinto fundacional, sino un arco, ubicado, como tantos otros, sobre una de las viae más importantes de la ciudad, cuyo carácter y función es fácil de determinar.Su estructura es sencilla, con un núcleo de hormigón y un paramento de sillares que, a su vez, recibieron un revestimiento de lastras marmóreas, que se conservan en su base, hoy no visible. Destaca la concepción de su bóveda, pétrea, con dos series de dovelas sobre las que se establecen sillares monolíticos, lo que emparenta al arco con diversos planteamientos de la arquitectura de la parte oriental del Imperio. Era de un solo vano, con otras dos pequeñas aberturas laterales, igualmente de medio punto. Fue el historiador local, Fernández y Pérez, el primero en considerarlo como límite de una calle principal que concluiría en el Arco de Cimbrón. La hipótesis fue aceptada por Plano, quien llegó, incluso, a afirmar que sobre el kardo hubo otro arco, quizá de ingreso al foro desde la calle. Macías se debate entre considerarlo arco de triunfo o parte de un suntuoso edificio, mientras que Mélida se inclinó a interpretarlo como puerta monumental. Se trata a nuestro juicio, como ya intuyera en su día Almagro Basch, de una simbólica puerta de acceso a un recinto, en este caso un templo de culto imperial, cuyas ruinas descubrimos en 1983 al final de calle Holguín. Es, por tanto, un caso más de los varios que conocemos en el mundo romano: Arco di Via di Pietra, que daba acceso al templum divi Hadriani, o arcos del Iseo Campense, entre otros.