El gusto por los espacios más pequeños en los nuevos hôtels no contribuye a hacer importantes encargos, que quedan casi reducidos al arte oficial y mucho más conservador de las residencias reales. De esta forma se inicia el siglo bajo el signo de la continuidad, y los viejos maestros del clasicismo versallesco como Girardon o Coysevox siguen imponiendo sus criterios a la nueva generación.