Fuerte de San Felipe de Barajas (Cartagena de Indias)
La construcción de las fortificaciones del Caribe no sólo diferenció a sus ciudades definiendo una imagen urbana presidida por las fortificaciones, sino que también fue una de las causas de la llegada de población negra para trabajar en ellas. Cristóbal de Roda, de la familia de los Antonelli , fue uno de los ingenieros que se ocupó durante años (1609-1632) de las fortificaciones de Cartagena de Indias, uno de los enclaves fortificados más espectaculares que se conservan hoy día y que sufrió frecuentes ataques de franceses e ingleses desde el siglo XVI. El Castillo de San Felipe de Barajas es una de las más voluminosas y sólidas obras de fortificación de las construidas en América. Su origen está en la necesidad de fortificar el cerro de san Lázaro, para así defender la puerta de Media Luna, la única entrada por tierra a la ciudad de Cartagena de Indias desde el continente. Fue el gobernador Pedro Zapata de Mendoza el encargado de su construcción, sufragándose la fortaleza gracias a los préstamos de los vecinos. El 12 de octubre de 1657 estaban finalizados los trabajos, configurando una fortificación triangular en la cima del cerro, con cuatro garitas, almacén, aljibe y alojamiento para los soldados encargados de su defensa. Su dotación era de ocho cañones y una guarnición de 20 soldados y 4 artilleros. Su nombre le fue dado en honor de Felipe IV . La amenaza de guerra contra Inglaterra en 1762 obligó a reforzar las defensas, por lo que el gobernador don José de Sobremonte encargó a Antonio de Arévalo, prestigioso ingeniero militar, la ejecución de las obras que convirtieran al castillo en una fortaleza inexpugnable.
Arévalo construyó las baterías colaterales del castillo, dotadas con 63 cañones, rodeando dichas baterías con una elevada muralla de acentuada pendiente que la hace imposible de escalar. Según Enrique Marco Dorta, "todas estas baterías fueron dispuestas de tal modo que se defendían recíprocamente y a su vez estaban dominadas por el castillo. Formaban un conjunto de fortificaciones separadas, unidas entre sí por caminos subterráneos, que permitían la retirada sucesiva, de una a otra, a medida que los enemigos consiguiesen ocuparlas". El fin de las guerras de independencia en el siglo XIX motivó el abandono del fuerte, convirtiéndose posiblemente en cantera, hasta que en 1928 se inició unas obras de restauración que duran hasta nuestros días.
Arévalo construyó las baterías colaterales del castillo, dotadas con 63 cañones, rodeando dichas baterías con una elevada muralla de acentuada pendiente que la hace imposible de escalar. Según Enrique Marco Dorta, "todas estas baterías fueron dispuestas de tal modo que se defendían recíprocamente y a su vez estaban dominadas por el castillo. Formaban un conjunto de fortificaciones separadas, unidas entre sí por caminos subterráneos, que permitían la retirada sucesiva, de una a otra, a medida que los enemigos consiguiesen ocuparlas". El fin de las guerras de independencia en el siglo XIX motivó el abandono del fuerte, convirtiéndose posiblemente en cantera, hasta que en 1928 se inició unas obras de restauración que duran hasta nuestros días.