Oficiales y suboficiales de la Milicia de San Adrián en Haarlem
Datos principales
Autor
Fecha
1633 h.
Estilo
Material
Dimensiones
207 x 337 cm.
Museo
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La milicia de San Adrián ya había protagonizado un retrato de grupo pintado por Hals en 1627. Seis años más tarde vuelven a posar para el pintor de Amberes, ahora no en un banquete sino en el descanso de una parada militar, por lo que la escena se desarrolla al aire libre, fuera del cuartel general de la milicia, conocido como Oude Doelen. Los aquí representados forman la plana mayor de la Cluverniersdoelen: el alférez Jacob Hofland; el capitán Cornelis Backer; el coronel Johan Claesz. Loo, sentado con el bastón; el sargento Dirck Verschuyl, de pie con la alabarda; el alférez Jacob Steyn; el sargento Balthasar Baudaert; el capitán Johan Schatter; el sargento Cornelis Jansz. Ham; el teniente Jacob Pietersz. Buttinga; el sargento Hendrik van den Boom; el capitán Andries van den Horn; el sargento Barent Mol; y los tenientes Nicolaes Olycan y Hendrick Gerritsz. Pot, sentado con un libro en las manos. Algunos de estos hombres volverán a ser retratados por Hals de manera independiente, lo que indica que resultaron satisfechos con el trabajo. Al tratarse de un retrato de grupo sufragado por todos los participantes, Hals les hace ocupar un papel fundamental a cada uno de ellos en la composición, eludiendo la disposición tradicional que situaba a los personajes menos importantes en un tamaño inferior. El formato en diagonal de la primera obra ha dejado paso a una composición horizontal en la que los personajes se dividen en dos grupos, presidido el de la izquierda por la dominante figura del coronel Johan Claesz.
Loo mientras que en la derecha destaca el capitán Andries van den Horn. El alabardero y el oficial que está junto a él sirven de punto de unión entre ambos grupos, presentando cada uno una atmósfera particular, contrastando las relajadas actitudes de los oficiales de la derecha con el autoritarismo del coronel Loo y el grupo que le rodea. Todas y cada una de las figuras presentan una expresión individualizada, interesándose el maestro en mostrar los gestos de los diferentes oficiales y suboficiales de la Compañía, creando un retrato de grupo en el que cada uno de los personajes tiene su propia autonomía, sin romper en ningún momento la unidad compositiva. Los árboles del fondo, en los que se aprecia una interesante armonía de tonalidades marrones y verdes, posiblemente sean de otro artista. Su utilidad en la escena es como mero telón de fondo para las figuras, dispuestas en planos paralelos al espectador para crear efecto de profundidad. Una vez más, frente a la monotonía de las tonalidades negras de los trajes, Hals resalta el brillo de los blancos de golillas y puños, el azul, dorado y rojo de bandas y banderas, resultando una armonía cromática de gran impacto visual. Las pinceladas son rápidas y certeras, como corresponde a los retratos oficiales ya que el maestro se interesa por destacar las calidades táctiles de telas y demás objetos, dejando las pinceladas rápidas y empastadas para los retratos particulares como la Gitana del Louvre.
Loo mientras que en la derecha destaca el capitán Andries van den Horn. El alabardero y el oficial que está junto a él sirven de punto de unión entre ambos grupos, presentando cada uno una atmósfera particular, contrastando las relajadas actitudes de los oficiales de la derecha con el autoritarismo del coronel Loo y el grupo que le rodea. Todas y cada una de las figuras presentan una expresión individualizada, interesándose el maestro en mostrar los gestos de los diferentes oficiales y suboficiales de la Compañía, creando un retrato de grupo en el que cada uno de los personajes tiene su propia autonomía, sin romper en ningún momento la unidad compositiva. Los árboles del fondo, en los que se aprecia una interesante armonía de tonalidades marrones y verdes, posiblemente sean de otro artista. Su utilidad en la escena es como mero telón de fondo para las figuras, dispuestas en planos paralelos al espectador para crear efecto de profundidad. Una vez más, frente a la monotonía de las tonalidades negras de los trajes, Hals resalta el brillo de los blancos de golillas y puños, el azul, dorado y rojo de bandas y banderas, resultando una armonía cromática de gran impacto visual. Las pinceladas son rápidas y certeras, como corresponde a los retratos oficiales ya que el maestro se interesa por destacar las calidades táctiles de telas y demás objetos, dejando las pinceladas rápidas y empastadas para los retratos particulares como la Gitana del Louvre.