Hospicio de Madrid. Fachada
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El arquitecto Pedro de Ribera sorprende con sus diferentes planteamientos tipológicos en una clara aportación innovadora. Aunque se trata de una obra preexistente, en su interior procura adaptarla a su función específica y, en el exterior, busca un elemento de atención explícita con un adosado plástico que pone en valor los clarísimos diafragmas de las superficies murales. Establece la unidad del plano conteniéndola entre dos cortinajes laterales, a los que otorga un efecto escenográfico. Es una invención figurativa a través de la cual ofrece el último gran gesto del debate anticlásico y a su vez un mensaje simbólico de contenido político. A la estática física del edificio opone el elemento escultural adherido, con su estructura fuerte que no sostiene nada; se convierte con su tridiménsionalidad en un elemento monumentalizador en el tejido urbano adyacente, a quien cualifica funcional y estilísticamente.