Palacio omeya de Qusair 'Amra (Jordania)
Contenidos relacionados
Las novelas y el cine nos han acostumbrado al paisaje islámico desierto, salpicado de morabitos pero ayuno de casas, y aunque así fue en zonas determinadas, lo cierto es que el campo llegó a estar bastante habitado, pues hubo una larga serie de construcciones; el caso más espectacular es el de los palacios del desierto, que es una docena larga de yacimientos localizados entre Siria, Jordania e Israel, en la franja desértica que va desde la antigua Palmira a la no menos vieja Jericó, quinientos kilómetros al sur; salvo un par de ellos, cuyo carácter es urbano o suburbano, estaban lejos de las ciudades. Los textos coetáneos han inducido una interpretación romántica de estas residencias en el desierto: se ha supuesto que son herederas de la hira, campamento semifijo que los árabes establecían en la temporada de la badiya, o pastos de primavera; así, los príncipes omeyas tomarían unos temas arquitectónicos de la Antigüedad, las villas y palacios campestres, y sacándolos de contexto, los convirtieron en campamentos de piedra, plenos de comodidades. El más pequeño y antiguo de ellos, Qusayr Amra, fechado en torno al 715, sería la más depurada expresión de esta teoría, pues está formado por un baño, un gran salón tripartito y unas pocas dependencias más, aunque eso sí, ricamente decoradas. Podríamos incluso imaginar unas lujosas jaimas plantadas alrededor de este castillejo, en el que vivirían temporadas aquellos nuevos ricos que, tensos entre sus ancestros beduinos y su realidad urbana, ya no podían prescindir del baño caliente o de una majestuosa sala de aparato.