Iglesia de Sant Carlo alle Quattro Fontane
Localización
Desarrollo
Cuando los trinitarios descalzos le encargaron (1634) su primer proyecto autónomo, fue su dilatada experiencia, su alto dominio de la técnica y su cuidadoso control de la praxis constructiva, lo que -además de su desbordante fantasía formal y su visión trágica de la vida- facultaron a Borromini para solucionar de manera impecable, lejos de las convenciones al uso, la erección del complejo religioso de San Carlo alle Quattro Fontane. Monasterio, claustro (1635-37) e iglesia (1638-41) fueron ubicados en un reducido y atenazado espacio irregular. Con su ingeniosa solución creó uno de los mayores hitos de la arquitectura barroca, inicio de la disgregación del código clásico. Aunque hubo que esperar para elevar la fachada del convento (1660-65) y la del templo (1667-68), Borromini logró en San Carlino crear un conjunto de enorme complejidad espacial al tiempo que de gran coherencia y funcionalidad arquitectónicas. Con respecto a los altísimos resultados coetáneos de Bernini o Pietro da Cortona , la primera prueba del genio de Borromini resulta explosiva y verdaderamente revolucionaria, puede afirmarse que es ella la que impone a la arquitectura un nuevo lenguaje formal. Su pequeño claustro es un perfecto ejemplo de la extrema libertad de Borromini en el tratamiento del concepto de orden arquitectónico. Como los arquitectos medievales, proyectó la iglesia partiendo de la elaboración de una unidad o módulo geométrico. La flexibilidad y la complejidad de los desarrollos del módulo de base derivan de su concepto del edificio como un conjunto orgánico de fuerzas en tensión, por contracción o por dilatación.
A partir del juego de fuerzas que se comprimen o expanden, transforma el módulo cruciforme originario de la planta en una pseudoelipse cuadrilobulada, orientada según el eje mayor longitudinal. Unas plásticas y descomunales columnas subrayan los cambios de dirección de las paredes y ordenan la articulación de su alzado, sosteniendo un robusto entablamento que funciona como basamento de las bóvedas, con las que se empalman, sin solución de continuidad, hasta la elipse central sobre la que se voltea la cúpula oval. Esta se decora por unos hondos casetones poligonales y cruciformes que, al ascender, decrecen en tamaño, aumentando el efecto de que el cascarón, aplastado en sus lados por la misma estructura, se abomba en altura. La coherencia entre planta, alzado y cubierta demuestran la continuidad orgánica de la obra borrominesca, que frente al fervor cromático de Bernini nos ofrece la limpieza monocromática brunelleschiana . Concebida con función urbanística, esta fachada muestra el empleo borrominiano de la interacción espacial entre interior-exterior y de la yuxtaposición pulsante de las estructuras, al disponer una portada ondulada de dos cuerpos y tres calles, cóncavas a los lados y convexa al centro que, en la planta superior, vuelve a ser cóncava al contener un edículo convexo, abierto por un ventanal, sobre el que dos ángeles sostienen un gran medallón. Una ascendente balaustrada mixtilínea dinamiza su perfil superior.
A partir del juego de fuerzas que se comprimen o expanden, transforma el módulo cruciforme originario de la planta en una pseudoelipse cuadrilobulada, orientada según el eje mayor longitudinal. Unas plásticas y descomunales columnas subrayan los cambios de dirección de las paredes y ordenan la articulación de su alzado, sosteniendo un robusto entablamento que funciona como basamento de las bóvedas, con las que se empalman, sin solución de continuidad, hasta la elipse central sobre la que se voltea la cúpula oval. Esta se decora por unos hondos casetones poligonales y cruciformes que, al ascender, decrecen en tamaño, aumentando el efecto de que el cascarón, aplastado en sus lados por la misma estructura, se abomba en altura. La coherencia entre planta, alzado y cubierta demuestran la continuidad orgánica de la obra borrominesca, que frente al fervor cromático de Bernini nos ofrece la limpieza monocromática brunelleschiana . Concebida con función urbanística, esta fachada muestra el empleo borrominiano de la interacción espacial entre interior-exterior y de la yuxtaposición pulsante de las estructuras, al disponer una portada ondulada de dos cuerpos y tres calles, cóncavas a los lados y convexa al centro que, en la planta superior, vuelve a ser cóncava al contener un edículo convexo, abierto por un ventanal, sobre el que dos ángeles sostienen un gran medallón. Una ascendente balaustrada mixtilínea dinamiza su perfil superior.