Avdat
Localización
Desarrollo
Se encuentra en la loma de un monte en el centro de las Alturas del Néguev. En ese punto erigieron los nabateos un apostadero para las caravanas. Las principales excavaciones se llevaron a cabo entre 1958-61 y las posteriores han sacado a la luz multitud de objetos e inscripciones que han contribuido al conocimiento de la cultura e historia de la ciudad. Según los historiadores y geógrafos romanos, los nabateos fueron un pueblo nómada del norte de Arabia que se ganaba la vida comerciando y sirviendo como guías a las caravanas que cruzaban el desierto. Más adelante se establecieron en poblaciones sedentarias para crear, finalmente, un reino independiente cuya capital era Petra, en Siria. En el apogeo de su poder (s. I a.C.- I d.C.) los reyes nabateos gobernaron en las regiones actuales de Jordania, Israel y Siria y mantuvieron contactos con el mundo helenístico, quedando reflejado en su arquitectura. Además de practicar el comercio también se dedicaron a la agricultura, basada en terrazas construidas sobre las laderas de las montañas. El reino nabateo fue conquistado por los romanos en el 106 d.C. y anexionado al Imperio. Este hecho provocó el declinar de la ciudad, empeorando todavía más con el terremoto del 363, que la dejó prácticamente destruida. En el siglo VI los bizantinos construyeron una ciudadela y un monasterio con dos iglesias en la acrópolis y zonas residenciales en las laderas, abriéndose un nuevo periodo de esplendor. Sin embargo, un nuevo terremoto en el siglo VII, significó su destrucción y abandono definitivo.
En los orígenes de la ciudad, ésta fue conocida con el nombre Oboda, fundada en el siglo I a.C., y llamada así por el rey Obodas II. En el siglo I d.C. pasó a llamarse Avdat, nombre hebreo que deriva del árabe Abdah. La acrópolis contaba con templos y edificios públicos que servían de parada para las caravanas. Incluía, también, un barrio residencial, un campamento militar y corrales para los animales. El antiguo templo de Obodas (s. I a.C.) consistía en un atrio, un vestíbulo y dos recintos en los que se rendía culto a Dushara y Allat, las dos deidades nabateas. A fines del siglo I d.C. se construyó un nuevo templo, del que sólo se ha conservado el podio, compuesto de tres muros de contención que bordeaban el acantilado. La vía de acceso era una complicada escalera de caracol que subía alrededor de una gruesa pila central. Al nordeste de la acrópolis encontramos un campamento militar, rodeado por una muralla con torres de guardia, que albergaba a los jinetes y camellos que protegían la ruta de las caravanas. Un último hallazgo de etapa nabatea es el taller de alfarería, con una habitación para preparar la arcilla y otra con un torno y un horno, en la que se han encontrado cacharros pintados y decorados, en algunos casos, con motivos florales. El siglo II d.C. trajo consigo la conquista romana, quienes convirtieron la ciudad en un importante puesto de vigilancia. En el 267 se erigió en la acrópolis el templo de Zeus Oboda o Zeus de la ciudad. La ciudad romana estaba formada por barrios residenciales de casas con patio central y habitaciones techadas mediante tres o cuatro arcos que sostenían grandes lajas planas.
Estas casas estaban construidas en calles estrechas y perpendiculares. El esplendor máximo se dio en el siglo VI, en etapa bizantina, cuando alcanzó su máxima población (6.000 habitantes). Siguió teniendo importancia estratégica y se trató de reanudar el comercio de caravanas. Además, se llevó a cabo una reconstrucción total de la Acrópolis, destruyendo los edificios de etapa nabatea y romana y dividiéndola en dos partes: área religiosa o monástica al Oeste y ciudadela al Este; en la primera, se construyeron dos iglesias y edificios de culto. Una de ellas, de estilo basilical, contaba con un atrio de entrada, un ábside y, detrás de él, una pila bautismal con forma de cruz. Las inscripciones aparecidas nos informan del nombre de la basílica, el Martirio de San Teodoro. En la ciudadela, se construyó una fortaleza rodeada por una muralla con tres torres a cada lado y un portal que la conectaba con el monasterio. El recinto también tenía capilla para los soldados y patio central. Debajo de la acrópolis se localizaba el barrio residencial bizantino y las grutas de almacenamiento, donde se han encontrado cabezas de toro talladas e inscripciones con plegarias a San Teodoro para proteger la ciudad contra el mal de ojo.
En los orígenes de la ciudad, ésta fue conocida con el nombre Oboda, fundada en el siglo I a.C., y llamada así por el rey Obodas II. En el siglo I d.C. pasó a llamarse Avdat, nombre hebreo que deriva del árabe Abdah. La acrópolis contaba con templos y edificios públicos que servían de parada para las caravanas. Incluía, también, un barrio residencial, un campamento militar y corrales para los animales. El antiguo templo de Obodas (s. I a.C.) consistía en un atrio, un vestíbulo y dos recintos en los que se rendía culto a Dushara y Allat, las dos deidades nabateas. A fines del siglo I d.C. se construyó un nuevo templo, del que sólo se ha conservado el podio, compuesto de tres muros de contención que bordeaban el acantilado. La vía de acceso era una complicada escalera de caracol que subía alrededor de una gruesa pila central. Al nordeste de la acrópolis encontramos un campamento militar, rodeado por una muralla con torres de guardia, que albergaba a los jinetes y camellos que protegían la ruta de las caravanas. Un último hallazgo de etapa nabatea es el taller de alfarería, con una habitación para preparar la arcilla y otra con un torno y un horno, en la que se han encontrado cacharros pintados y decorados, en algunos casos, con motivos florales. El siglo II d.C. trajo consigo la conquista romana, quienes convirtieron la ciudad en un importante puesto de vigilancia. En el 267 se erigió en la acrópolis el templo de Zeus Oboda o Zeus de la ciudad. La ciudad romana estaba formada por barrios residenciales de casas con patio central y habitaciones techadas mediante tres o cuatro arcos que sostenían grandes lajas planas.
Estas casas estaban construidas en calles estrechas y perpendiculares. El esplendor máximo se dio en el siglo VI, en etapa bizantina, cuando alcanzó su máxima población (6.000 habitantes). Siguió teniendo importancia estratégica y se trató de reanudar el comercio de caravanas. Además, se llevó a cabo una reconstrucción total de la Acrópolis, destruyendo los edificios de etapa nabatea y romana y dividiéndola en dos partes: área religiosa o monástica al Oeste y ciudadela al Este; en la primera, se construyeron dos iglesias y edificios de culto. Una de ellas, de estilo basilical, contaba con un atrio de entrada, un ábside y, detrás de él, una pila bautismal con forma de cruz. Las inscripciones aparecidas nos informan del nombre de la basílica, el Martirio de San Teodoro. En la ciudadela, se construyó una fortaleza rodeada por una muralla con tres torres a cada lado y un portal que la conectaba con el monasterio. El recinto también tenía capilla para los soldados y patio central. Debajo de la acrópolis se localizaba el barrio residencial bizantino y las grutas de almacenamiento, donde se han encontrado cabezas de toro talladas e inscripciones con plegarias a San Teodoro para proteger la ciudad contra el mal de ojo.