Alcalá del Júcar

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Datos principales


Tipo

Pueblo o ciudad

Localización


Desarrollo


Aunque el lugar pudo estar habitado desde tiempos remotos, Alcalá del Júcar comienza a ser una población destacada a partir de la entrada de los árabes en la Península. Éstos levantan una fortaleza de aspecto ciertamente inaccesible, pues aprovechan un elevado promontorio desde el que se domina el río y todo el entorno. La fortaleza y su guarnición tienen como objetivo proteger las fronteras musulmanas del creciente empuje de los reinos cristianos, por lo que forma parte de un sistema defensivo mucho más amplio, compuesto por otros castillos y fortificaciones levantadas a lo largo de todo el río. Sin embargo, las defensas musulmanas no podrán impedir la entrada, en 1211, de las huestes cristianas, que toman los castillos de Garadén, Jorquera y Alcalá. Un año más tarde, en 1212, la victoria de los reinos cristianos sobre los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa significará el declive de éstos y, por lo que a Alcalá respecta, su entrada definitiva en la órbita cristiana. Acabada la etapa musulmana, Alcalá y sus pobladores comienzan una nueva era, al principio en dependencia directa de la cercana Jorquera, hasta que, en 1346, consigan de Pedro I el derecho de villazgo y diversos privilegios otorgados, como un Fuero legal y su propio ordenamiento concejil. A pesar de su nuevo estado, Alcalá continuó perteneciendo al Marquesado de Villena, viéndose envuelta en las luchas señoriales que el Marquesado protagonizará durante los siglos finales del periodo medieval.

Alcalá, como el territorio en el que se asienta, alcanzará gran importancia gracias a su estratégica situación y a la productividad de sus campos, lo que hará que sea motivo de frecuentes disputas entre distintos señores y entre los reinos de Castilla y Aragón. Estos enfrentamientos se prolongarán hasta el reinado de los Reyes Católicos, época en la que la comarca es totalmente pacificada. De este largo y esplendoroso pasado ha quedado un buen puñado de monumentos y riquezas artísticas. El castillo es, con toda seguridad, lo más notable, pero no se deben olvidar la iglesia de San Andrés, el puente romano, las cuevas del Diablo, Masagó y Agraden, o su peculiar plaza de toros.

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