Etruria Arcaica
Desarrollo
La pintura etrusca nace en el tercer tercio del siglo VII a.C. por influencia de los griegos y los fenicios. Los temas que cultivaron en el primer momento fueron las escenas del Hades, que es el infierno subterráneo de los griegos; y el viaje a las Islas Afortunadas, que se supone representan el paraíso etrusco, una iconografía que transfirieron a Grecia durante el Clásico. Las pinturas, pues, aparecen siempre en el ámbito de lo funerario, puesto que la cerámica pintada la importaban directamente de Grecia y apenas hubo producción local. Se adoptaron iconografías de los dioses griegos a los dioses etruscos, que incluso se apropiaron algunas de sus historias. En las tumbas etruscas excavadas se han encontrado escenas de pocas figuras, frecuentemente aisladas, en especial cuando se trata de animales apotropaikos o protectores. A estos animales se añade una clase inexistente en Grecia, el animal psicopompo o "portador de almas", para llevarlas al Más Allá. El animal psicopompo por excelencia es el caballo. La pintura etrusca sufrió una helenización durante el 550 al 500 a.C.: los persas invadieron las colonias griegas en el Próximo Oriente, lo que motivó a los artistas jonios a exiliarse huyendo de la persecución. Muchos se establecieron en Etruria, puesto que Grecia poseía excelentes artistas y la competencia en Etruria no tenía color. Los principales centros artísticos fueron Tarquinia y Veyes. Los temas particularmente etruscos eran funerarios.
Los ritos de fecundidad y las escenas eróticas se asociaban a la resurrección. La simbología de la fecundidad se basaba en ciertos elementos, como los toros, emblema de la potencia sexual, y las granadas, que significan la fertilidad. Otros ritos funerarios de frecuente aparición eran los cortejos funerarios. La muerte de un personaje significativo en la comunidad representaba un gran jolgorio general, con la celebración de festejos que podían durar varios días, puesto que se consideraba que el muerto alcanzaba la dignidad de un semi-dios familiar, idea que transmitieron a los romanos. Los festejos fúnebres consistían en fiestas variadas durante las cuales se incineraba el cadáver en una pira. Durante las fiestas se reservaba un sitial vacío al muerto, cuya alma presidía todo el ritual. Había un gran banquete, seguido de una borrachera general tras la cual tenían lugar diversas atracciones: bailes, competiciones de atletismo, circo, sacrificios de animales para leer los augurios en sus entrañas, luchas de fieras y cacerías, en las cuales se destacaba la del oso, por su significado trascendental: la sangre regaba el suelo y alimentaba a los espíritus que habitan en él. Estas complejísimas escenas se reproducían en la pintura, que empleaba además proporciones jerárquicas para los diversos personajes que aparecían en ellas. Pero el desarrollo de una cultura propia etrusca se vio truncado por ciertos acontecimientos relativos al Mediterráneo en general, que condicionaron el arte del período etrusco clásico.
Los ritos de fecundidad y las escenas eróticas se asociaban a la resurrección. La simbología de la fecundidad se basaba en ciertos elementos, como los toros, emblema de la potencia sexual, y las granadas, que significan la fertilidad. Otros ritos funerarios de frecuente aparición eran los cortejos funerarios. La muerte de un personaje significativo en la comunidad representaba un gran jolgorio general, con la celebración de festejos que podían durar varios días, puesto que se consideraba que el muerto alcanzaba la dignidad de un semi-dios familiar, idea que transmitieron a los romanos. Los festejos fúnebres consistían en fiestas variadas durante las cuales se incineraba el cadáver en una pira. Durante las fiestas se reservaba un sitial vacío al muerto, cuya alma presidía todo el ritual. Había un gran banquete, seguido de una borrachera general tras la cual tenían lugar diversas atracciones: bailes, competiciones de atletismo, circo, sacrificios de animales para leer los augurios en sus entrañas, luchas de fieras y cacerías, en las cuales se destacaba la del oso, por su significado trascendental: la sangre regaba el suelo y alimentaba a los espíritus que habitan en él. Estas complejísimas escenas se reproducían en la pintura, que empleaba además proporciones jerárquicas para los diversos personajes que aparecían en ellas. Pero el desarrollo de una cultura propia etrusca se vio truncado por ciertos acontecimientos relativos al Mediterráneo en general, que condicionaron el arte del período etrusco clásico.