Clásico
Desarrollo
En los años finales del período Arcaico se había observado un cierto estancamiento de la cerámica pintada: obtenidos ciertos avances técnicos, la estética y el modelado se mantienen, mientras los pintores se limitan a perfeccionar sus estilos propios. Esta tónica de virtuosismo se mantiene durante la primera generación clásica, del 480 al 470 a.C., en la cual destacan el Pintor de Berlín y el Pintor de Pan, que sin embargo, no introdujeron avances significativos. En cambio, la pintura mural avanza a pasos agigantados, al igual que la pintura sobre tabla. En Jonia, durante esta generación, se han encontrado recientemente unas tumbas excavadas en la roca, de iconografía similar a la que durante esos años se trataba en Etruria . Los temas son la celebración del symposio, banquete que se basa en el vino y que se asocia con celebraciones funerarias. Otro tema son los animales apotropaikos, protectores de la tumba y del alma del difunto. Y escenas de bañistas: era creencia mediterránea, especialmente etrusca, que el alma del muerto, tras ser enterrada, se arroja al mar para nadar hasta encontrar las Islas Afortunadas, el paraíso de los griegos y los etruscos. Las Islas Afortunadas se creyó que estaban en las islas más occidentales del Mediterráneo, trasladándose según avanzaban los conocimientos cartográficos de las civilizaciones mediterráneas. Las últimas islas en recibir este título, que han mantenido a modo honorífico, son las Islas Canarias.
El tema de los bañistas nos ha legado un hermoso conjunto pictórico denominado la Tumba del Tufattore, en Italia. Tufattore significa en italiano "trampolinista", puesto que un hombre saltando al mar es el protagonista de la escena, sobrecogedora por su sencillez. Junto a esta tumba, es también muy importante la Tumba de Karaburum. Su estética, así como la de toda la pintura en general de este período, es de colores planos, que no usan la perspectiva y representa figuras aisladas, sin articularlas con un fondo de paisaje o de interior. Predominan los tonos ocres, marrones, y de vez en cuando, un azul muy chillón que nunca está manejado con pericia. La pintura sobre tabla, que también siguió estas reglas, adquirió un prestigio singular. Desgraciadamente, no queda ningún resto, y sólo son conocidas por descripciones, o bien por haber sido copiadas en otros materiales, como relieves, monedas, cerámicas o mosaicos. La pintura fue dignificada y elevada al nivel de actividad intelectual por un pintor de la generación del 470 a.C.: Polignoto, que se negó durante toda su vida a vender su obra, y por lo tanto, a ganarse la vida gracias a ella. Sólo la regalaba a la clase alta, que terminó por aceptarle en su círculo. De él se recuerda en especial que inventó una forma de perspectiva, que avanzaba sobre la mera representación de figuras aisladas para pasar a componer auténticas escenas. La perspectiva polignótica era muy ingenua, similar a la que hoy emplean los niños: los diferentes planos que indican la colocación de los personajes en diferentes profundidades se resuelven mediante montañitas, siendo el horizonte solamente una línea.
Los tamaños se mantienen pese a la supuesta lejanía, pero se jerarquizan según la figura: los seres humanos siempre son más grandes que los edificios, los muebles o los animales. Además, estableció la Tetracromía o empleo de cuatro colores, que son el blanco, negro, rojo y amarillo, eludiendo el azul o el verde, que suelen resultar discordantes en las pinturas griegas. Junto a Polignoto trabajó Mikón, a quien los estoicos, escuela filosófica ateniense, encargaron una pintura que representara la Batalla de Maratón entre espartanos y atenienses, batalla que ganó Atenas. Se realizó en la Stoa Poikilé, un pórtico que adornaba el foro ático en pleno centro cívico. Sin embargo, Mikón, tras realizar su pintura fue multado en lugar de recompensado; según las crónicas, la queja de los estoicos fue que había pintado a los atenienses a menor tamaño. Esto nos conduce a pensar que Mikón avanzó más allá que Polignoto y trató de representar las figuras lejanas en perspectiva, más pequeñitas. Pero el pensamiento griego rechaza la apariencia de las cosas en pro de su esencia: aunque el ojo viera más pequeños a los atenienses por la distancia, todo ser humano sabe cuál es el tamaño verdadero de las personas. Tras este esplendor, toda Grecia se vio implicada en la Guerra del Peloponeso, protagonizada por Esparta y Atenas, pero que implicó a todos los pueblos de su alrededor: etruscos, macedonios, egipcios, fenicios, etc. La Guerra tuvo una duración extraordinaria y significó el hundimiento económico de toda la región.
La cerámica pintada desapareció definitivamente hacia el 330-320 a.C. Pero en la pintura sobre tabla se consiguen ciertas novedades, como los inicios de la perspectiva real y la tercera dimensión. Esto se encuentra en la obra del Pintor de Eretria, que para indicar la profundidad de una escena representa puertas abiertas, muebles, etc. El punto de vista continúa siendo bajo y el suelo aún es una línea, pero aparece el sombreado. Es éste un rasgo muy indicativo del cambio de mentalidad, puesto que un objeto en sí no tiene sombra, aunque nuestros sentidos se vean engañados y crean que sí la tiene. Si a una pintura se le añade el sombreado significa que se está prefiriendo la apariencia superficial del objeto a su esencia. Por lo tanto, la propia idea de Verdad se ha puesto en crisis. Esta preferencia por la imitación de la realidad, en vez de la búsqueda de la realidad misma, dio lugar a una generación de pintores miméticos o imitadores, en los cuales se apreciaba su habilidad para fingir la ilusión de realidad. De ellos se recuerdan nombres míticos, como Apolodoro, Zeusis (de quien se decía que los pájaros trataban de picotear las uvas que él pintaba), Parrasio o Timantes. Se manejan dos técnicas de sombreado: el lineal, de poco éxito, y el degradado, que es el conocido actualmente. Se distinguía así mismo entre dos calidades: los objetos brillantes, que llevan sombreado (como el hombre), y los objetos mate, que no se sombrean, como por ejemplo la mujer. Las figuras femeninas no se sombrearon hasta el siglo IV a.C. La luz se mantiene frontal, aunque algo ladeada, y se sustituye el Éthos, la cualidad moral del personaje, por el Páthos, el sufrimiento o la emoción circunstancial del personaje en determinada escena. Estos rasgos maestros son los que se trasmiten a la pintura del Helenismo, a la pintura etrusca y romana , y más tarde, las cualidades que los maestros renacentistas tratan de rescatar en un nuevo impulso mimético.
El tema de los bañistas nos ha legado un hermoso conjunto pictórico denominado la Tumba del Tufattore, en Italia. Tufattore significa en italiano "trampolinista", puesto que un hombre saltando al mar es el protagonista de la escena, sobrecogedora por su sencillez. Junto a esta tumba, es también muy importante la Tumba de Karaburum. Su estética, así como la de toda la pintura en general de este período, es de colores planos, que no usan la perspectiva y representa figuras aisladas, sin articularlas con un fondo de paisaje o de interior. Predominan los tonos ocres, marrones, y de vez en cuando, un azul muy chillón que nunca está manejado con pericia. La pintura sobre tabla, que también siguió estas reglas, adquirió un prestigio singular. Desgraciadamente, no queda ningún resto, y sólo son conocidas por descripciones, o bien por haber sido copiadas en otros materiales, como relieves, monedas, cerámicas o mosaicos. La pintura fue dignificada y elevada al nivel de actividad intelectual por un pintor de la generación del 470 a.C.: Polignoto, que se negó durante toda su vida a vender su obra, y por lo tanto, a ganarse la vida gracias a ella. Sólo la regalaba a la clase alta, que terminó por aceptarle en su círculo. De él se recuerda en especial que inventó una forma de perspectiva, que avanzaba sobre la mera representación de figuras aisladas para pasar a componer auténticas escenas. La perspectiva polignótica era muy ingenua, similar a la que hoy emplean los niños: los diferentes planos que indican la colocación de los personajes en diferentes profundidades se resuelven mediante montañitas, siendo el horizonte solamente una línea.
Los tamaños se mantienen pese a la supuesta lejanía, pero se jerarquizan según la figura: los seres humanos siempre son más grandes que los edificios, los muebles o los animales. Además, estableció la Tetracromía o empleo de cuatro colores, que son el blanco, negro, rojo y amarillo, eludiendo el azul o el verde, que suelen resultar discordantes en las pinturas griegas. Junto a Polignoto trabajó Mikón, a quien los estoicos, escuela filosófica ateniense, encargaron una pintura que representara la Batalla de Maratón entre espartanos y atenienses, batalla que ganó Atenas. Se realizó en la Stoa Poikilé, un pórtico que adornaba el foro ático en pleno centro cívico. Sin embargo, Mikón, tras realizar su pintura fue multado en lugar de recompensado; según las crónicas, la queja de los estoicos fue que había pintado a los atenienses a menor tamaño. Esto nos conduce a pensar que Mikón avanzó más allá que Polignoto y trató de representar las figuras lejanas en perspectiva, más pequeñitas. Pero el pensamiento griego rechaza la apariencia de las cosas en pro de su esencia: aunque el ojo viera más pequeños a los atenienses por la distancia, todo ser humano sabe cuál es el tamaño verdadero de las personas. Tras este esplendor, toda Grecia se vio implicada en la Guerra del Peloponeso, protagonizada por Esparta y Atenas, pero que implicó a todos los pueblos de su alrededor: etruscos, macedonios, egipcios, fenicios, etc. La Guerra tuvo una duración extraordinaria y significó el hundimiento económico de toda la región.
La cerámica pintada desapareció definitivamente hacia el 330-320 a.C. Pero en la pintura sobre tabla se consiguen ciertas novedades, como los inicios de la perspectiva real y la tercera dimensión. Esto se encuentra en la obra del Pintor de Eretria, que para indicar la profundidad de una escena representa puertas abiertas, muebles, etc. El punto de vista continúa siendo bajo y el suelo aún es una línea, pero aparece el sombreado. Es éste un rasgo muy indicativo del cambio de mentalidad, puesto que un objeto en sí no tiene sombra, aunque nuestros sentidos se vean engañados y crean que sí la tiene. Si a una pintura se le añade el sombreado significa que se está prefiriendo la apariencia superficial del objeto a su esencia. Por lo tanto, la propia idea de Verdad se ha puesto en crisis. Esta preferencia por la imitación de la realidad, en vez de la búsqueda de la realidad misma, dio lugar a una generación de pintores miméticos o imitadores, en los cuales se apreciaba su habilidad para fingir la ilusión de realidad. De ellos se recuerdan nombres míticos, como Apolodoro, Zeusis (de quien se decía que los pájaros trataban de picotear las uvas que él pintaba), Parrasio o Timantes. Se manejan dos técnicas de sombreado: el lineal, de poco éxito, y el degradado, que es el conocido actualmente. Se distinguía así mismo entre dos calidades: los objetos brillantes, que llevan sombreado (como el hombre), y los objetos mate, que no se sombrean, como por ejemplo la mujer. Las figuras femeninas no se sombrearon hasta el siglo IV a.C. La luz se mantiene frontal, aunque algo ladeada, y se sustituye el Éthos, la cualidad moral del personaje, por el Páthos, el sufrimiento o la emoción circunstancial del personaje en determinada escena. Estos rasgos maestros son los que se trasmiten a la pintura del Helenismo, a la pintura etrusca y romana , y más tarde, las cualidades que los maestros renacentistas tratan de rescatar en un nuevo impulso mimético.