Gótico Español

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Datos principales


Desde

1.175

Hasta

1.500

Desarrollo


La influencia de estilos foráneos determinó en su origen el Gótico español. La más temprana fue la francesa. España y Francia habían estado muy unidas culturalmente a lo largo de la Edad Media gracias a las rutas de peregrinaje del Camino de Santiago. La cultura borgoñona, además, penetra por relaciones familiares en el norte peninsular, especialmente gracias a repoblaciones favorecidas por los reyes castellano-leoneses. Por último, cuando la orden cisterciense se extiende a nuestro país, importan los nuevos gustos estéticos. La influencia francesa tuvo su punto álgido en el siglo XIII. Las pinturas de este siglo son prácticamente en su mayoría miniaturas o vidrieras, puesto que apenas se trabaja sobre tabla, y se olvida la riquísima tradición fresquista del Románico español. Respecto a las miniaturas, tras los precedentes mudéjares de los Beatos, las Cantigas de Alfonso X, el Sabio, ilustran escenas de costumbres, religiosidad, ocio, etc. En ellas se puede apreciar la convivencia e intercambio con la civilización islámica, asentada en el sur de la península. No es de extrañar por este motivo ver al rey santo implicado en juegos árabes, como el ajedrez, o adorando a la Virgen a la usanza musulmana: con túnica, turbante y prosternado. Las miniaturas se enmarcan como si fueran viñetas que describen visualmente lo que narra el texto. El efecto es muy discursivo y variado. El conjunto de vidrieras más importante de este siglo es sin duda el que adorna la catedral de León.

Dentro de la más pura influencia francesa, el colorido y la fragmentación de los vidrios consiguen escenas sumamente complejas que aportan un sentido cuasi-mágico al interior del espacio sacro. Los contornos están muy marcados debido a los plomos que sujetan los fragmentos de vidrio. Pero se consiguen detalles en rostros y vestidos, inapreciables para el fiel que las observa desde el suelo, en un afán de perfección dedicado no al ser humano, sino a la divinidad. Los siglos posteriores, el XIV y el XV, serán testigos de la implantación de dos escuelas de poderoso influjo en los artistas hispanos: por un lado, la centroeuropea, que tuvo como consecuencia la pintura hispanoflamenca; y, por otro, la pintura del Gótico italiano, que dio lugar a un gótico italianizante en el Levante español. Ambas escuelas fueron vehículo para algunos de nuestros más grandes pintores, así como tuvieron el suficiente eco internacional como para atraer a artistas extranjeros. En todo ello fue primordial el papel de la Iglesia y de la monarquía, que con sus encargos y fundaciones ofrecieron un gran mercado de trabajo, con un gusto refinado y lujoso, que consiguió un brillante porvenir pictórico. Estilísticamente, las características comunes a ambas escuelas fue la introducción de la pintura sobre tabla, ya fuera al temple, ya fuera al óleo, aunque este procedimiento no se perfecciona hasta el Renacimiento. Los temas serán predominantemente religiosos.

Los fondos son dorados, sin referencias a paisaje ni a arquitectura. Las figuras se trazan estilizadas, elegantes, llegando a la desproporción. Pese a todo, se supera la expresividad directa, algo ruda, del arte románico, para conseguir un efecto más natural en los gestos y los rostros de los personajes. Los rasgos que diferencian a la pintura hispanoflamenca de la gótico italianizante levantina, han de ser examinados en mayor profundidad, atendiendo a las circunstancias particulares de cada una. Por último, tenemos en la pintura sevillana una mezcla particular, más bien orientada hacia un Gótico internacional de última época, puesto que además de disfrutar de influencias flamencas se sometía a los elegantes modelos franceses provenientes de la miniatura y a modelos sieneses, propios de las cercanías cronológicas con el Trecento, que penetra a través del comercio portuario.

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