Iglesia de San Andrés
Localización
Desarrollo
El origen de la iglesia de San Andrés se remonta a la Edad Media, cuando se levantó esta parroquia en pleno barrio de la Morería. Lo único que ha quedado de San Andrés es la gran capilla de San Isidro, ya que el templo fue salvajemente incendiado en 1936. Para Kubler el primer ejemplo de la plenitud barroca es la capilla de San Isidro de la madrileña iglesia de San Andrés, trazada por Pedro de la Torre en 1642, aunque iniciada en 1657 bajo la dirección de José de Villarreal (h. 1610-1662). Cuando éste comenzó la construcción sólo estaban abiertos los cimientos, por lo que la planta debe corresponder al proyecto de Pedro de la Torre, pero se desconoce en qué medida Villarreal pudo alterar la idea original en el alzado. La capilla, destinada a albergar los restos de San Isidro tras su canonización en 1622, fue concebida perpendicularmente a la cabecera de San Andrés, cuyo presbiterio se convertía en antesala del desarrollo espacial de la nueva construcción, integrada por dos tramos cuadrados: el primero, contiguo a la capilla mayor del templo, cubierto por bóveda de cañón rebajada, y el segundo, y principal, coronado por amplia cúpula sobre tambor con ventanas, que proporcionaban a este último tramo una intensa iluminación en contraste con la penumbra del resto del recinto. La estructura exterior ha llegado sin alteraciones sustanciales hasta nuestros días. Presenta una concepción monumental, de volúmenes geométricos claramente definidos, cuyo sobrio diseño contrastaba con la rica decoración interior, por desgracia destruida durante la guerra civil, y ahora reconstruida, la cual fue ideada por Juan de Lobera (1620/25-1681), a quien también se deben las portadas de la capilla.
Este arquitecto, que dirigió las obras a partir de 1663 tras la muerte de Villarreal, había trazado ya en 1659 un gran retablo para el altar mayor de San Andrés y el baldaquino que cobijaba los restos del santo, situado bajo la cúpula. Este era sin duda el principal protagonista del interior de la capilla, pues centraba el espacio y a la vez se convertía en un foco de atracción dominante, gracias al carácter dinámico de sus columnas salomónicas, de influencia berniniana, y a la intensa iluminación que recibía desde la cubierta. Lobera también proyectó la variada y opulenta decoración -roleos, modillones, festones, cartelas, yeserías-, que, recubriendo todo el interior del conjunto, le proporcionaba la apariencia sorprendente y exuberante característica del Barroco .
Este arquitecto, que dirigió las obras a partir de 1663 tras la muerte de Villarreal, había trazado ya en 1659 un gran retablo para el altar mayor de San Andrés y el baldaquino que cobijaba los restos del santo, situado bajo la cúpula. Este era sin duda el principal protagonista del interior de la capilla, pues centraba el espacio y a la vez se convertía en un foco de atracción dominante, gracias al carácter dinámico de sus columnas salomónicas, de influencia berniniana, y a la intensa iluminación que recibía desde la cubierta. Lobera también proyectó la variada y opulenta decoración -roleos, modillones, festones, cartelas, yeserías-, que, recubriendo todo el interior del conjunto, le proporcionaba la apariencia sorprendente y exuberante característica del Barroco .