Iglesia de Nuestra Señora del Valle
Localización
Desarrollo
En el altozano que domina la ciudad de Lucena desde Poniente, antaño extramuros, existía -al menos desde antes de 1548- una ermita dedicada a Nuestra Señora del Valle. En los años finales del siglo XVII, la Cofradía amplió la ermita y realizó otras obras menores. Así, en 1690 se edificó el camarín de la titular y en 1713, previa autorización de la Ciudad y tras convenio con la Cofradía poseedora de la iglesia, fundaron los frailes franciscanos descalzos o alcantarinos, un convento u "hospicio" anejo a la ermita. No obstante, la comunidad intentó trasladarse intramuros de la ciudad, llegando a adquirir e instalarse en unas casas de la calle Ancha. La oposición primero de una orden religiosa, radicada de antiguo en Lucena y, más tarde, ciertas dificultades económicas les hicieron regresar a la vieja ermita de la Virgen del Valle. Ampliaciones y reformas como la de la portada, realizada en 1776, se sucedieron hasta la Exclaustración. La Desamortización de los Bienes Eclesiásticos hizo pasar el convento y la amplia huerta a propiedad de la Nación, y la iglesia y sus dependencias al Obispado. Más tarde, en 1873, fue adquirido por D. José de la Torre y Lara para dedicarlo a Asilo de Niñas Huérfanas, siendo regentado por la Congregación de Siervas de María a partir de 1877. Desaparecida esta fundación pasó a manos de D. Francisco de Paula Cortés y Curado, ilustre prócer lucentino, quien fundó en 1908 un Asilo de Ancianos bajo el cuidado de las Hermanitas de los Hermanos Desamparados.
Tras la marcha de la Comunidad en 1977, el convento se ha convertido en una Residencia regentada por la Pía Unión de Obreros de Jesús Abandonado. La iglesia de Nuestra Señora del Valle es de planta rectangular con crucero, cubierta con bóvedas de medio cañón excepto el tramo central de la cruz, que se cubre con una cúpula semiesférica, lisa, sobre pechinas, con una cornisa regular, decorada con molduras. A los pies del templo se sitúa el coro, sobre arcos muy rebajados, cuya bóveda, también de medio cañón, se alza en un plano más elevado que las restantes de la iglesia. Los restantes tramos de bóveda están decorados con los típicos placados geométricos de mediados del XVIII. La nave presenta, rompiendo la planitud de sus muros, una serie de pilastras de orden toscano sobre pedestal que soportan una ancha cornisa, traspasada la cual, dan lugar a tres arcos fajones que repiten el ritmo constructivo en la bóveda. Los espacios entre pilastras albergan un conjunto de pequeñas capillas laterales, todas con arcos de medio punto, tres en el lado del Evangelio y dos y la puerta claustral en el de la Epístola. Los brazos del crucero, enmarcados por los arcos torales, repiten en sus bóvedas los mismos esquemas decorativos que la nave. La portada es de piedra, muy simple, rematada por frontón partido encima del cual una ventana enrejada permite el paso de la luz al coro. La espadaña, en un ángulo con la fachada, es de escasa altura. Construida en ladrillo, posee dos huecos de medio punto para campanas, flanqueados por pilastras que sustentan arquitrabe, friso y frontón triangular.
Los diferentes usos que ha tenido este convento alcantarino, así como la pobreza de los materiales empleados en su construcción, acordes con el espíritu reformador de San Pedro Alcántara, han hecho desaparecer prácticamente todos los elementos constructivos que constituyeron el primitivo "hospicio" franciscano descalzo. Sin embargo, la pieza que menos transformaciones ha sufrido es el patio claustral, de planta rectangular, cuyos arcos, antaño abiertos, se encuentran en la actualidad clausurados, sirviendo de marco a unas ventanas posteriores. Los arcos, al igual que todos los paramentos que miran hacia el patio, son de ladrillo, de medio punto, sustentados por pilares en cuyo coronamiento aparece una moldura, a modo de imposta. El retablo mayor es obra de Juan Abundio de Burgos. Ejecutado entre 1760 y 1763, es de madera de pino flandes tallada y dorada. Se estructura en tres cuerpos: banco principal, ático y tres calles señaladas en el banco por modillones que soportan cuatro esbeltas estípetes con sus correspondientes y características secciones, rematados por capiteles corintios. La calle central está totalmente ocupada por la boca del camarín de la Virgen del Valle, con arco de medio punto. En las calles laterales, sobre sencillas ménsulas aparecen las imágenes de talla del Buen Pastor y de San Antonio de Padua, señalándose en el fondo plano del retablo, por medio de marcos de talla, unas figuradas hornacinas. La cornisa, que separa el cuerpo principal del coronamiento, se dobla en sentido ascendente sobre la calle central, abriéndose en unas graciosas curvas que enmarcan una hornacina, avanzada con respecto al plano general del conjunto, en donde se halla una pequeña imagen de talla de San Bernardino de Siena. Sobre ésta, y como remate del retablo, vuela un florón de talla. En las calles laterales del ático, ceñido a la curvatura de la bóveda del presbiterio, colocadas sobre ménsulas se yerguen las tallas de Santo Domingo y San Francisco de Asís.
Tras la marcha de la Comunidad en 1977, el convento se ha convertido en una Residencia regentada por la Pía Unión de Obreros de Jesús Abandonado. La iglesia de Nuestra Señora del Valle es de planta rectangular con crucero, cubierta con bóvedas de medio cañón excepto el tramo central de la cruz, que se cubre con una cúpula semiesférica, lisa, sobre pechinas, con una cornisa regular, decorada con molduras. A los pies del templo se sitúa el coro, sobre arcos muy rebajados, cuya bóveda, también de medio cañón, se alza en un plano más elevado que las restantes de la iglesia. Los restantes tramos de bóveda están decorados con los típicos placados geométricos de mediados del XVIII. La nave presenta, rompiendo la planitud de sus muros, una serie de pilastras de orden toscano sobre pedestal que soportan una ancha cornisa, traspasada la cual, dan lugar a tres arcos fajones que repiten el ritmo constructivo en la bóveda. Los espacios entre pilastras albergan un conjunto de pequeñas capillas laterales, todas con arcos de medio punto, tres en el lado del Evangelio y dos y la puerta claustral en el de la Epístola. Los brazos del crucero, enmarcados por los arcos torales, repiten en sus bóvedas los mismos esquemas decorativos que la nave. La portada es de piedra, muy simple, rematada por frontón partido encima del cual una ventana enrejada permite el paso de la luz al coro. La espadaña, en un ángulo con la fachada, es de escasa altura. Construida en ladrillo, posee dos huecos de medio punto para campanas, flanqueados por pilastras que sustentan arquitrabe, friso y frontón triangular.
Los diferentes usos que ha tenido este convento alcantarino, así como la pobreza de los materiales empleados en su construcción, acordes con el espíritu reformador de San Pedro Alcántara, han hecho desaparecer prácticamente todos los elementos constructivos que constituyeron el primitivo "hospicio" franciscano descalzo. Sin embargo, la pieza que menos transformaciones ha sufrido es el patio claustral, de planta rectangular, cuyos arcos, antaño abiertos, se encuentran en la actualidad clausurados, sirviendo de marco a unas ventanas posteriores. Los arcos, al igual que todos los paramentos que miran hacia el patio, son de ladrillo, de medio punto, sustentados por pilares en cuyo coronamiento aparece una moldura, a modo de imposta. El retablo mayor es obra de Juan Abundio de Burgos. Ejecutado entre 1760 y 1763, es de madera de pino flandes tallada y dorada. Se estructura en tres cuerpos: banco principal, ático y tres calles señaladas en el banco por modillones que soportan cuatro esbeltas estípetes con sus correspondientes y características secciones, rematados por capiteles corintios. La calle central está totalmente ocupada por la boca del camarín de la Virgen del Valle, con arco de medio punto. En las calles laterales, sobre sencillas ménsulas aparecen las imágenes de talla del Buen Pastor y de San Antonio de Padua, señalándose en el fondo plano del retablo, por medio de marcos de talla, unas figuradas hornacinas. La cornisa, que separa el cuerpo principal del coronamiento, se dobla en sentido ascendente sobre la calle central, abriéndose en unas graciosas curvas que enmarcan una hornacina, avanzada con respecto al plano general del conjunto, en donde se halla una pequeña imagen de talla de San Bernardino de Siena. Sobre ésta, y como remate del retablo, vuela un florón de talla. En las calles laterales del ático, ceñido a la curvatura de la bóveda del presbiterio, colocadas sobre ménsulas se yerguen las tallas de Santo Domingo y San Francisco de Asís.