Capilla de Jesús Nazareno
Localización
Desarrollo
La primitiva capilla de esta advocación se ubicó en principio en la nave de la Epístola junto a la torre, tras escritura de venta otorgada ante el Escribano Bartolomé de Andía el 2 de marzo de 1642, por un precio de ochocientos reales. Encomendada la obra al Maestro de albañilería Vicente del Castillo y al cantero Andrés Cordón, se inició la edificación, si bien con frecuentes detenciones, lo cual motivó el ofrecimiento del entonces Hermano Mayor de la Cofradía, D. Antonio Rafael de Mora, de edificarla a su costa y dotarla con un tercio de sus cuantiosos bienes, a cambio del Patronato para él y su familia sobre la Capilla. Aceptada su propuesta en Junta General de hermanos de 28 de noviembre de 1762, continuaron lentamente las obras hasta el fallecimiento de D. Antonio Rafael de Mora en 1783. La negativa de los herederos a cumplir las voluntades testamentarias del Hermano Mayor con respecto a la Capilla motivaron un largo pleito que originó la retirada del derecho del Patronato y la liberación de todos los compromisos económicos a cambio de una compensación con cuyo importe, añadido a las limosnas de los devotos, pudo al fin finalizarse la obra, tras rehacer el ambicioso proyecto inicial, en 1803. Más tarde, hacia 1838, el cierre del templo de San Pedro Mártir con motivo de la Desamortización de los Bienes Eclesiásticos obligó a la hermandad a finalizar la obra de un segundo cuerpo, y, tras tapiar la comunicación con la iglesia aneja, abrir una puerta a la plaza, a cuyo fin la ciudad cedió "para mayor luzimiento" de la obra cierto espacio de la vía pública.
De estilo neoclásico, esta capilla responde plenamente a las inclinaciones artísticas de su época. Su planta es rectangular. Exteriormente adopta la forma de un prisma de sillería y ladrillo; sin embargo, su portada queda ennoblecida al estar realizada en piedra blanca, articulándose dentro de un doble cajeamiento flanqueado por pilastras de orden toscano, adosadas, sobre pedestales. La puerta, muy sencilla, arquitrabada, ostenta sobre ella una gran cartela rectangular con molduras, en donde aparece el JHS y la fecha de la terminación total de la obra: AÑO 1844. En el ángulo de la fachada se yergue una pequeña espadaña angular de ladrillo con dos huecos de medio punto con alfiz, a los que prestan cierta sensación de ligereza vertical las pilastrillas adosadas con capitel corintio que los enmarcan. La pieza principal y más antigua cumple la función de camarín de la imagen titular, así como la de presbiterio, quedando separada por una verja de forja del segundo espacio, destinado a los fieles. La cúpula, agallonada, cuyas profundas hendiduras, a modo de lunetos, posibilitan la existencia de vanos, todos ciegos a excepción de dos que proporcionan luz a la capilla. El fondo del eje longitudinal de esta pieza corresponde naturalmente al baldaquino que cobija la imagen del Nazareno, constituido por una estructura arquitrabada sobre cuatro columnas de jaspe de Araceli, con capiteles de orden jónico cuyo ancho collarino está decorado con flores de acanto.
Este templete se cubre con un cupulín elíptico. La planitud de ático del baldaquino se resuelve mediante el añadido de dos ángeles lambadarios sobre nubes, de talla de madera policromada que continúa la línea ascensional de las columnas más avanzadas. En el centro se sitúa un sol dorado, al que concurren como colgantes guirnaldas de talla con motivos vegetales. En los extremos del eje transversal de esta capilla, dos grandes hornacinas de medio punto, molduradas y con detalles de yeserías fotomorfas, albergan la Urna del Santo Entierro y la imagen de vestir de Nuestra Señora del Socorro. Semejante disposición arquitectónica presenta el segundo y más moderno espacio. Las hornacinas sin embargo se disponen aquí en los paramentos entre pilastras que flanquean el arco de unión de ambas piezas, ostentando las imágenes de vestir de San Juan, la Magdalena y la Verónica. Los pies de este templo se cierran con un cancel a cuyos lados unos balconcillos, ceñidos por la curvatura del ámbito, sustentados por clásicos modillones, cumplen la función de reducido coro. La urna del Santo Entierro y Cristo Yacente es una talla dorada, de 187 cm. de largo; 125 cm. de ancho y 200 cm. de alto, incluido el pedestal. La urna se alza sobre una peana moldurada de plata mixtilínea con decoración de carácter vegetal en esgrafiados y en realce, elevada sobre seis ángeles plañideros a modo de atlantes. El féretro está acristalado dentro de finos marcos de talla, en los que se hallan embutidos pequeños espejos apareciendo asimismo cabecitas de querubines. Lleva como remates en las esquinas sendas pirámides, y en el centro un orbe orlado con cabezas angélicas. Es obra de Pedro de Mena y Gutiérrez , a quien la encargó la Cofradía en 1769.
De estilo neoclásico, esta capilla responde plenamente a las inclinaciones artísticas de su época. Su planta es rectangular. Exteriormente adopta la forma de un prisma de sillería y ladrillo; sin embargo, su portada queda ennoblecida al estar realizada en piedra blanca, articulándose dentro de un doble cajeamiento flanqueado por pilastras de orden toscano, adosadas, sobre pedestales. La puerta, muy sencilla, arquitrabada, ostenta sobre ella una gran cartela rectangular con molduras, en donde aparece el JHS y la fecha de la terminación total de la obra: AÑO 1844. En el ángulo de la fachada se yergue una pequeña espadaña angular de ladrillo con dos huecos de medio punto con alfiz, a los que prestan cierta sensación de ligereza vertical las pilastrillas adosadas con capitel corintio que los enmarcan. La pieza principal y más antigua cumple la función de camarín de la imagen titular, así como la de presbiterio, quedando separada por una verja de forja del segundo espacio, destinado a los fieles. La cúpula, agallonada, cuyas profundas hendiduras, a modo de lunetos, posibilitan la existencia de vanos, todos ciegos a excepción de dos que proporcionan luz a la capilla. El fondo del eje longitudinal de esta pieza corresponde naturalmente al baldaquino que cobija la imagen del Nazareno, constituido por una estructura arquitrabada sobre cuatro columnas de jaspe de Araceli, con capiteles de orden jónico cuyo ancho collarino está decorado con flores de acanto.
Este templete se cubre con un cupulín elíptico. La planitud de ático del baldaquino se resuelve mediante el añadido de dos ángeles lambadarios sobre nubes, de talla de madera policromada que continúa la línea ascensional de las columnas más avanzadas. En el centro se sitúa un sol dorado, al que concurren como colgantes guirnaldas de talla con motivos vegetales. En los extremos del eje transversal de esta capilla, dos grandes hornacinas de medio punto, molduradas y con detalles de yeserías fotomorfas, albergan la Urna del Santo Entierro y la imagen de vestir de Nuestra Señora del Socorro. Semejante disposición arquitectónica presenta el segundo y más moderno espacio. Las hornacinas sin embargo se disponen aquí en los paramentos entre pilastras que flanquean el arco de unión de ambas piezas, ostentando las imágenes de vestir de San Juan, la Magdalena y la Verónica. Los pies de este templo se cierran con un cancel a cuyos lados unos balconcillos, ceñidos por la curvatura del ámbito, sustentados por clásicos modillones, cumplen la función de reducido coro. La urna del Santo Entierro y Cristo Yacente es una talla dorada, de 187 cm. de largo; 125 cm. de ancho y 200 cm. de alto, incluido el pedestal. La urna se alza sobre una peana moldurada de plata mixtilínea con decoración de carácter vegetal en esgrafiados y en realce, elevada sobre seis ángeles plañideros a modo de atlantes. El féretro está acristalado dentro de finos marcos de talla, en los que se hallan embutidos pequeños espejos apareciendo asimismo cabecitas de querubines. Lleva como remates en las esquinas sendas pirámides, y en el centro un orbe orlado con cabezas angélicas. Es obra de Pedro de Mena y Gutiérrez , a quien la encargó la Cofradía en 1769.