Scutum romano
Desarrollo
El gran escudo ovalado o rectangular en forma de teja surgió en el norte de Italia, se difundió por media Europa y evolucionó durante siglos en manos de los soldados de Roma. Al contrario que la coraza o el casco, el escudo es un arma defensiva activa, porque el portador puede desplazarlo a voluntad para detener o desviar golpes, en lugar de limitarse a mantenerlo estático. Más aún, según el acreditado principio de que la mejor defensa es un buen ataque, con el escudo se puede golpear al oponente o empujarle para desequilibrarlo. La forma, tamaño y peso del escudo varían según la táctica del combatiente. No es lo mismo un escudo pensado para un jinete -que necesita proteger sus piernas sin dificultar la monta- que el apropiado para un ágil infante ligero, que el requerido por un infante pesado, quien lucha a pie firme en formación. El término latino scutum (pl. scuta) designaba un tipo de escudo de forma oval o rectangular y gran tamaño. En sus diversas variantes, fue empleado por los legionarios y tropas auxiliares romanas a lo largo de muchos siglos, tanto en la República como en el Imperio, y ha sido considerado como un arma típicamente romana. Sin embargo, ejemplares de escudos de este tipo se han usado en épocas y culturas muy distintas, hallándose desde Irlanda a Mesopotamia y desde Dinamarca hasta Iberia. Estudios recientes concluyen que el gran escudo alargado de tendencia oval y refuerzo en su eje mayor surgió en el norte de la península Itálica hacia el s.
VIII a.C. Desde esa región su empleo se extendió, con variantes, a diversas regiones. En el mundo celta, desde el Po a Irlanda, y desde Dinamarca a Cataluña, el scutum adoptó una forma oval con superficie plana, y existió desde al menos el s. IV a.C. hasta el cambio de Era. En cambio, los romanos de la República, ya desde fines del s. V a.C., dieron al escudo una superficie curva, envolvente (en forma "de teja") que según Tito Livio (38, 21, 4) protegía mejor al combatiente; con ese escudo se armó la infantería pesada legionaria hasta época de Augusto . Mientras tanto, y desde el s. III a.C., las invasiones gálatas en Grecia habían difundido este tipo de escudo entre los helenos, quienes lo adoptaron bajo el nombre de tureos. El escudo oval sustituyó rápidamente a la más pequeña y ligera pepa empleada hasta entonces por los peltastai, una infantería de uso mixto capaz de luchar "en guerrilla" como tropa ligera o de combatir en formación y enfrentarse así a la falange; en su lugar aparecieron los tureoforoi o portadores de tureos. Este término pasó pronto a designar en todo el mundo helenístico, desde Sicilia a Mesopotamia, y desde Grecia a Nubia, a tropas especializadas en tácticas mixtas, muchas veces mercenarias y profesionales; incluso a fines del s. III a.C. las tropas pesadas de la Liga Aquea combatían en falange, usando el escudo oval (Pausanias, 8,50,1) en lugar del tradicional aspis o escudo circular de los hoplitas.
Luego, el uso del tureos se extendió a Cartago, como revelan algunas estelas tunecinas y fuentes literarias. En la Península Ibérica, el escudo oval no apareció hasta fines del s. III a.C., aunque sin desplazar a la tradicional caetra circular. En Cataluña, que siempre había tenido influencias galas, ya se había adoptado antes el modelo celta, caracterizado por su cuerpo plano, forma oval, y umbo (protección central para la mano) de hierro dotado de características aletas. En el resto de Iberia se empleó desde época de Aníbal el tipo mediterráneo o tureos, tal y como se representó en la cerámica valenciana de Lliria. Por tanto, la ecuación tradicionalmente mantenida en la arqueología española (escudo oval=influencia celta) no se puede sostener. Ya en el s. I a.C., las tropas de línea ibéricas que combatieron como auxiliares en ejércitos romanos empleaban el scutum romano, envolvente. Llegamos así al cambio de Era: en ese momento los romanos de época de Augusto, en un interesante proceso evolutivo, procedieron primero a cortar las partes superior e inferior del scutum oval, aligerándolo. Poco después, se decidieron a cortar también los lados: surgió así el scutum completamente rectangular y en teja característico durante el s. II d.C, y famoso por la Columna Trajana..., y Asteríx. En cambio, en las tropas auxiliares se mantuvo el escudo plano de tipo galo, y en las unidades de caballería se adoptó una forma de cuerpo plano y muy ovalado.
Estas formas diversas reflejan distintas tácticas: la cerrada formación de la infantería pesada legionaria, cuya cabeza y hombros estaban bien protegidas por coraza y casco, exigía un escudo curvo pero relativamente corto, que se podía usar para desequilibrar al enemigo en el combate cuerpo a cuerpo empujándole y golpeándole con el umbo metálico central. La infantería auxiliar, de empleo más flexible, necesitaba un escudo oval más largo, pero plano y más liviano. En cambio, la caballería auxiliar, que marchaba a caballo y en ocasiones combatiría sobre él, requería de un escudo aún más estilizado que no estorbara la monta pero protegiera las piernas (el escudo en forma "de cometa" de la Alta Edad Media sería una de las mejores soluciones futuras). Las nuevas tácticas que surgieron a lo largo del Bajo Imperio romano, a partir de s. III d.C., hicieron finalmente desaparecer el viejo escudo "en teja" apto para un combate en formación muy cerrada, manteniéndose en cambio el escudo plano oval. Vemos pues que, desde sus remotos orígenes itálicos el scutum pervivió durante siglos, adaptándose a diferentes formas de combate en distintos países y culturas. Sin embargo, se mantuvo su estructura básica; podemos estudiarla bien, ya que conocemos bastantes ejemplares en diferentes estados de conservación procedentes de zonas húmedas y pantanosas (Hortjspring en Dimarca) o muy secas ¿Qasr el-Harit Egipto), y numerosísimos res tos de los elementos metálicos.
A ello hay que añadir la frecuentes imágenes de scut sobre todo tipo de soportes. El tamaño más habitual ronda los ciento veinte cm de altura por unos sesenta centímetros de anchura máxima, aunque se conocen ejemplares de menos de setenta cm. de alto y otros que llegan a los ciento sesenta. El grosor oscila en torno a 1,5 cm. en el centro, y algo menos de un cm. en los bordes. El peso varía muchísimo según su construcción, materia prima y tamaño, pero se conocen piezas celtas o de auxiliares romanos que pesan en torno a los cuatro kg., mientras que los más pesados escudos legionarios alcanzaban los siete incluso, los diez kgs., más incluso que el escudo circular forrado de lámina de bronce de los viejos hoplitas griegos. Las proporciones también varían mucho con el tiempo y las regiones, desde piezas muy rectangulares a otras muy ovaladas, y desde algunas muy estilizadas -donde la anchura es de un tercio de la altura- a otras más anchas. El peso también depende de la madera empleada, a menudo ligera como el tilo o el abedul, pero a veces densa y pesada, como el roble. La técnica constructiva varía bastante, desde piezas celtas hechas con tablas de madera maciza unidas a espiga (La Téne, Suiza), hasta otras, compuestas por un complejo entramado de tiras alargadas de pocos milímetros de grosor, entrelazadas y encoladas (como en un ejemplar casi entero hallado en Egipto). Los scuta iban, por lo general, cubiertos por un cuero o fieltro, para proteger la madera de las inclemencias del tiempo y de los golpes que podrían astillarla.
Los bordes del escudo se reforzaban además con unas cantoneras de hierro o bronce para protegerlo de los golpes tajantes de espada (Polibio 6,23). Hasta época de Trajano , y en casi todas sus variantes, era frecuente que a lo largo del eje mayor del scutum corriera una pieza maciza de madera o spina, que daba mayor consistencia al conjunto. En su centro, la spina se abombaba y ensanchaba para permitir una concavidad al interior que permitía agarrar el escudo. Esta parte se cubría a menudo con una pieza de metal o umbo que protegía aún más la mano del combatiente. Todos los scuta se empuñaban mediante una simple manilla central, colocada horizontalmente: no era necesario ni deseable el complejo sistema de embrazamiento del escudo hoplita griego. Frente a la sujeción más estática que proporcionaría una empuñadura vertical, la manilla horizontal facilita un empleo activo del escudo. La superficie exterior iba a menudo pintada en vivos colores, y sabemos por las fuentes literarias que, al menos en el ejército romano, los motivos permitían distinguir distintas unidades militares. La protección con fundas de cuero durante las marchas y en mal tiempo -se retiraban al aproximarse la batalla- era imprescindible en el caso de scuta compuestos por láminas encoladas; algunas de ellas se han conservado -en Caerleon o Vindonissa, por ejemplo- y a menudo llevaban una etiqueta que indicaba la unidad e incluso el nombre del propietario.
VIII a.C. Desde esa región su empleo se extendió, con variantes, a diversas regiones. En el mundo celta, desde el Po a Irlanda, y desde Dinamarca a Cataluña, el scutum adoptó una forma oval con superficie plana, y existió desde al menos el s. IV a.C. hasta el cambio de Era. En cambio, los romanos de la República, ya desde fines del s. V a.C., dieron al escudo una superficie curva, envolvente (en forma "de teja") que según Tito Livio (38, 21, 4) protegía mejor al combatiente; con ese escudo se armó la infantería pesada legionaria hasta época de Augusto . Mientras tanto, y desde el s. III a.C., las invasiones gálatas en Grecia habían difundido este tipo de escudo entre los helenos, quienes lo adoptaron bajo el nombre de tureos. El escudo oval sustituyó rápidamente a la más pequeña y ligera pepa empleada hasta entonces por los peltastai, una infantería de uso mixto capaz de luchar "en guerrilla" como tropa ligera o de combatir en formación y enfrentarse así a la falange; en su lugar aparecieron los tureoforoi o portadores de tureos. Este término pasó pronto a designar en todo el mundo helenístico, desde Sicilia a Mesopotamia, y desde Grecia a Nubia, a tropas especializadas en tácticas mixtas, muchas veces mercenarias y profesionales; incluso a fines del s. III a.C. las tropas pesadas de la Liga Aquea combatían en falange, usando el escudo oval (Pausanias, 8,50,1) en lugar del tradicional aspis o escudo circular de los hoplitas.
Luego, el uso del tureos se extendió a Cartago, como revelan algunas estelas tunecinas y fuentes literarias. En la Península Ibérica, el escudo oval no apareció hasta fines del s. III a.C., aunque sin desplazar a la tradicional caetra circular. En Cataluña, que siempre había tenido influencias galas, ya se había adoptado antes el modelo celta, caracterizado por su cuerpo plano, forma oval, y umbo (protección central para la mano) de hierro dotado de características aletas. En el resto de Iberia se empleó desde época de Aníbal el tipo mediterráneo o tureos, tal y como se representó en la cerámica valenciana de Lliria. Por tanto, la ecuación tradicionalmente mantenida en la arqueología española (escudo oval=influencia celta) no se puede sostener. Ya en el s. I a.C., las tropas de línea ibéricas que combatieron como auxiliares en ejércitos romanos empleaban el scutum romano, envolvente. Llegamos así al cambio de Era: en ese momento los romanos de época de Augusto, en un interesante proceso evolutivo, procedieron primero a cortar las partes superior e inferior del scutum oval, aligerándolo. Poco después, se decidieron a cortar también los lados: surgió así el scutum completamente rectangular y en teja característico durante el s. II d.C, y famoso por la Columna Trajana..., y Asteríx. En cambio, en las tropas auxiliares se mantuvo el escudo plano de tipo galo, y en las unidades de caballería se adoptó una forma de cuerpo plano y muy ovalado.
Estas formas diversas reflejan distintas tácticas: la cerrada formación de la infantería pesada legionaria, cuya cabeza y hombros estaban bien protegidas por coraza y casco, exigía un escudo curvo pero relativamente corto, que se podía usar para desequilibrar al enemigo en el combate cuerpo a cuerpo empujándole y golpeándole con el umbo metálico central. La infantería auxiliar, de empleo más flexible, necesitaba un escudo oval más largo, pero plano y más liviano. En cambio, la caballería auxiliar, que marchaba a caballo y en ocasiones combatiría sobre él, requería de un escudo aún más estilizado que no estorbara la monta pero protegiera las piernas (el escudo en forma "de cometa" de la Alta Edad Media sería una de las mejores soluciones futuras). Las nuevas tácticas que surgieron a lo largo del Bajo Imperio romano, a partir de s. III d.C., hicieron finalmente desaparecer el viejo escudo "en teja" apto para un combate en formación muy cerrada, manteniéndose en cambio el escudo plano oval. Vemos pues que, desde sus remotos orígenes itálicos el scutum pervivió durante siglos, adaptándose a diferentes formas de combate en distintos países y culturas. Sin embargo, se mantuvo su estructura básica; podemos estudiarla bien, ya que conocemos bastantes ejemplares en diferentes estados de conservación procedentes de zonas húmedas y pantanosas (Hortjspring en Dimarca) o muy secas ¿Qasr el-Harit Egipto), y numerosísimos res tos de los elementos metálicos.
A ello hay que añadir la frecuentes imágenes de scut sobre todo tipo de soportes. El tamaño más habitual ronda los ciento veinte cm de altura por unos sesenta centímetros de anchura máxima, aunque se conocen ejemplares de menos de setenta cm. de alto y otros que llegan a los ciento sesenta. El grosor oscila en torno a 1,5 cm. en el centro, y algo menos de un cm. en los bordes. El peso varía muchísimo según su construcción, materia prima y tamaño, pero se conocen piezas celtas o de auxiliares romanos que pesan en torno a los cuatro kg., mientras que los más pesados escudos legionarios alcanzaban los siete incluso, los diez kgs., más incluso que el escudo circular forrado de lámina de bronce de los viejos hoplitas griegos. Las proporciones también varían mucho con el tiempo y las regiones, desde piezas muy rectangulares a otras muy ovaladas, y desde algunas muy estilizadas -donde la anchura es de un tercio de la altura- a otras más anchas. El peso también depende de la madera empleada, a menudo ligera como el tilo o el abedul, pero a veces densa y pesada, como el roble. La técnica constructiva varía bastante, desde piezas celtas hechas con tablas de madera maciza unidas a espiga (La Téne, Suiza), hasta otras, compuestas por un complejo entramado de tiras alargadas de pocos milímetros de grosor, entrelazadas y encoladas (como en un ejemplar casi entero hallado en Egipto). Los scuta iban, por lo general, cubiertos por un cuero o fieltro, para proteger la madera de las inclemencias del tiempo y de los golpes que podrían astillarla.
Los bordes del escudo se reforzaban además con unas cantoneras de hierro o bronce para protegerlo de los golpes tajantes de espada (Polibio 6,23). Hasta época de Trajano , y en casi todas sus variantes, era frecuente que a lo largo del eje mayor del scutum corriera una pieza maciza de madera o spina, que daba mayor consistencia al conjunto. En su centro, la spina se abombaba y ensanchaba para permitir una concavidad al interior que permitía agarrar el escudo. Esta parte se cubría a menudo con una pieza de metal o umbo que protegía aún más la mano del combatiente. Todos los scuta se empuñaban mediante una simple manilla central, colocada horizontalmente: no era necesario ni deseable el complejo sistema de embrazamiento del escudo hoplita griego. Frente a la sujeción más estática que proporcionaría una empuñadura vertical, la manilla horizontal facilita un empleo activo del escudo. La superficie exterior iba a menudo pintada en vivos colores, y sabemos por las fuentes literarias que, al menos en el ejército romano, los motivos permitían distinguir distintas unidades militares. La protección con fundas de cuero durante las marchas y en mal tiempo -se retiraban al aproximarse la batalla- era imprescindible en el caso de scuta compuestos por láminas encoladas; algunas de ellas se han conservado -en Caerleon o Vindonissa, por ejemplo- y a menudo llevaban una etiqueta que indicaba la unidad e incluso el nombre del propietario.