Desarrollo
Después del desembarco en Normandía, el avance aliado hacia Berlín se apoya en gran medida en el uso de vehículos blindados ligeros y fuertemente armados. Uno de ellos es el norteamericano M-8, un vehículo de reconocimiento rápido, ágil y de gran fiabilidad mecánica. Sin embargo, uno de sus mayores defectos era la debilidad de su blindaje, que le hacía muy vulnerable a las minas alemanas. Otro de sus problemas era el reducido espacio interior, lo que hacía que todos los pertrechos de sus tripulantes hubieran de situarse alrededor de la torre y en la parte trasera, encima del motor. Tras observar la evolución de las tendencias operativas en Europa a principios de los 40, los norteamericanos encargaron a la Ford este vehículo ligero. Desde 1943 hasta el fin del conflicto no se interrumpió su fabricación. Durante estos años se llegaron a contabilizar cerca de 11.000 unidades. Su capacidad para esconderse y su movilidad eran las principales ventajas del M-8.