Acadio-sumerio (Akkad)
Desarrollo
El arte sumerio nació, ante todo, como una manifestación del sentimiento religioso, siendo destinado a la glorificación oficial de la fe y del poder político tan íntimamente unido a aquélla. En este sentido, el arte sumerio fue un arte anónimo, colectivo y de una continuidad estética acusada, copiándose una y otra vez los modelos antiguos, tenidos como paradigma. En cambio, en las artes menores, al ser mucho más personales, se alcanzaron cotas de originalidad, caso de la glíptica y de la orfebrería, donde la variedad de temas y la soltura técnica revelan la existencia de grandes artistas. La actividad principal de los sumerios fue la construcción de templos y palacios, entes que se convirtieron en centros absolutos del quehacer cotidiano y que significaban la condición primordial de toda existencia, ya que sin el binomio dios-rey o, lo que es lo mismo, templo-palacio, no podía existir la ciudad o la aglomeración humana. Sin embargo, la arquitectura estuvo muy condicionada por los pobres materiales de construcción existentes en el país (adobe y ladrillo, caña, palmera). La carencia de madera y piedra dificultaron su desarrollo y en buena parte han sido las causantes de que apenas nos haya llegado nada. Conocemos muy poco de los templos de Eridu, de Gawra, de Uruk (Templo de caliza, Templo blanco), todos ellos de planta rectangular, o de Tutub, también rectangular, pero rodeado por una doble muralla ovalada.
Nada ha sobrevivido del famosísimo templo Eninnu de Girsu, restaurado por Urbaba y reconstruido por Gudea, y tan sólo nos han llegado algunos restos de la monumental torre escalonada del templo de Ur.
De los palacios sumerios (Eridu, Kish, Tell Brak, Ur, Eshnunna) es también poco lo conservado, con excepción del palacio de Mari, reconstruido y ampliado a lo largo de su historia. Muy poco se puede decir de los edificios civiles sumerios (casas, almacenes), así como de sus obras de ingeniería (murallas, caminos, canales, puertos fluviales, fortalezas). Como se dijo, los sumerios alcanzaron un gran nivel artístico en la glíptica, manifestado en sus sellos de botón o cilíndricos (verdadera tarjeta de identidad personal de sacerdotes y funcionarios). Los millares de ejemplares llegados nos sorprenden tanto por su dominio técnico como por la amplísima variedad de temas de desbordante imaginación. Obra cumbre del relieve sumerio es el Vaso de Uruk, soberbia pieza de alabastro de casi un metro de altura, que representa en sus tres frisos escenas alusivas a la procesión y ritual de las fiestas del Año Nuevo. Piezas relivarias de buen nivel artístico son algunas estelas (Estela de los buitres de Eannatum, Estela de la victoria de Naram-Sin, Estela de Urnammu), placas (Placa de Khafadye, Placas de Urnanshe y de Dudu de Lagash) y mazas votivas (Maza del Museo de Copenhague, Maza de Mesilim de Kish).
También la estatuaria de bulto redondo conoció obras excepcionales: la Cabeza de la dama de Uruk (en realidad, una placa), de rasgos muy naturales y serena expresión; el gran número de esculturas de diferentes tamaños y épocas (el grupo de orantes del templo de Abu en Eshnunna, las estatuas de Ibih-il y de Lambi-Mari, la estatua de Manishtusu y las magníficas estatuas de Gudea -sentado o de pie- de las que nos han llegado una treintena y que constituyen el culmen de la estatuaria sumeria).
Con excepción de unas esculturillas y los clavos de fundación, muy pocas son las obras artísticas trabajadas en metal que han pervivido hasta hoy. Se reducen a unos candelabros (Kish) y pedestales para ofrendas (luchadores de Tell Agrab), la maqueta de una cuadriga de onagros (Tell Agrab) y un panel con el águila Imdugud (El Obeid), todos ellos en cobre y de época protodinástica. De época acadia nos han llegado dos magníficos ejemplares en bronce: una espléndida cabeza de rasgos mayestáticos -cabeza que a nuestro entender simboliza la concepción teocrática de la monarquía- y que pudo representar a Sargón I de Akkad o a Naram-Sin, y la parte inferior de una figura femenina, hallada en Dohuk, con una dedicatoria a Naram-Sin. Donde los sumerios alcanzaron gran perfección fue en la orfebrería, según demuestran los objetos hallados en las tumbas reales de Ur (ajuares, joyas de la reina Puabi, arpas, carnero rampante, casco de oro de Meskalamdug, etc.
y el magnífico Vaso de plata de Entemena, quizá la obra cumbre de la orfebrería sumeria, realzado con finas incisiones. Mención especial debe hacerse de los llamados estandartes, en realidad magníficos paneles con incrustaciones de concha y lapislázuli embutidos en asfalto sobre madera. Señalamos el de Ur, muy divulgado, en donde se recogen escenas de guerra (victoria?) y de paz (fiesta?) y el de Mari, en muy mal estado, procedente del templo de Ishtar, con representaciones de altos dignatarios. Ese fino trabajo de incrustación puede verse también en las cajas de resonancia de las arpas, tableros de juego y otros objetos, la mayoría de ellos localizados en Ur, o en los mosaicos de Kish y El Obeid (friso con escenas de vaquería). En síntesis, todo este arte, de bastante interés y de notable calidad, manifiesta los orígenes de un vasto círculo cultural que continuado y ampliado por asirios y babilonios alcanzaría su proyección en la cuenca mediterránea.
Nada ha sobrevivido del famosísimo templo Eninnu de Girsu, restaurado por Urbaba y reconstruido por Gudea, y tan sólo nos han llegado algunos restos de la monumental torre escalonada del templo de Ur.
De los palacios sumerios (Eridu, Kish, Tell Brak, Ur, Eshnunna) es también poco lo conservado, con excepción del palacio de Mari, reconstruido y ampliado a lo largo de su historia. Muy poco se puede decir de los edificios civiles sumerios (casas, almacenes), así como de sus obras de ingeniería (murallas, caminos, canales, puertos fluviales, fortalezas). Como se dijo, los sumerios alcanzaron un gran nivel artístico en la glíptica, manifestado en sus sellos de botón o cilíndricos (verdadera tarjeta de identidad personal de sacerdotes y funcionarios). Los millares de ejemplares llegados nos sorprenden tanto por su dominio técnico como por la amplísima variedad de temas de desbordante imaginación. Obra cumbre del relieve sumerio es el Vaso de Uruk, soberbia pieza de alabastro de casi un metro de altura, que representa en sus tres frisos escenas alusivas a la procesión y ritual de las fiestas del Año Nuevo. Piezas relivarias de buen nivel artístico son algunas estelas (Estela de los buitres de Eannatum, Estela de la victoria de Naram-Sin, Estela de Urnammu), placas (Placa de Khafadye, Placas de Urnanshe y de Dudu de Lagash) y mazas votivas (Maza del Museo de Copenhague, Maza de Mesilim de Kish).
También la estatuaria de bulto redondo conoció obras excepcionales: la Cabeza de la dama de Uruk (en realidad, una placa), de rasgos muy naturales y serena expresión; el gran número de esculturas de diferentes tamaños y épocas (el grupo de orantes del templo de Abu en Eshnunna, las estatuas de Ibih-il y de Lambi-Mari, la estatua de Manishtusu y las magníficas estatuas de Gudea -sentado o de pie- de las que nos han llegado una treintena y que constituyen el culmen de la estatuaria sumeria).
Con excepción de unas esculturillas y los clavos de fundación, muy pocas son las obras artísticas trabajadas en metal que han pervivido hasta hoy. Se reducen a unos candelabros (Kish) y pedestales para ofrendas (luchadores de Tell Agrab), la maqueta de una cuadriga de onagros (Tell Agrab) y un panel con el águila Imdugud (El Obeid), todos ellos en cobre y de época protodinástica. De época acadia nos han llegado dos magníficos ejemplares en bronce: una espléndida cabeza de rasgos mayestáticos -cabeza que a nuestro entender simboliza la concepción teocrática de la monarquía- y que pudo representar a Sargón I de Akkad o a Naram-Sin, y la parte inferior de una figura femenina, hallada en Dohuk, con una dedicatoria a Naram-Sin. Donde los sumerios alcanzaron gran perfección fue en la orfebrería, según demuestran los objetos hallados en las tumbas reales de Ur (ajuares, joyas de la reina Puabi, arpas, carnero rampante, casco de oro de Meskalamdug, etc.
y el magnífico Vaso de plata de Entemena, quizá la obra cumbre de la orfebrería sumeria, realzado con finas incisiones. Mención especial debe hacerse de los llamados estandartes, en realidad magníficos paneles con incrustaciones de concha y lapislázuli embutidos en asfalto sobre madera. Señalamos el de Ur, muy divulgado, en donde se recogen escenas de guerra (victoria?) y de paz (fiesta?) y el de Mari, en muy mal estado, procedente del templo de Ishtar, con representaciones de altos dignatarios. Ese fino trabajo de incrustación puede verse también en las cajas de resonancia de las arpas, tableros de juego y otros objetos, la mayoría de ellos localizados en Ur, o en los mosaicos de Kish y El Obeid (friso con escenas de vaquería). En síntesis, todo este arte, de bastante interés y de notable calidad, manifiesta los orígenes de un vasto círculo cultural que continuado y ampliado por asirios y babilonios alcanzaría su proyección en la cuenca mediterránea.