Vista que dio Cortés a México
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Datos principales
Desarrollo
Vista que dio Cortés a México Reposaron cuatro días, y después mandó Cortés a los maestros que armasen y clavasen los bergantines de prisa, y que se hiciese una zanja mientras tanto para echarlos por ella a la laguna sin peligro de romperse antes; y como traían grandes deseos de tropezar con los de México, salió con ellos y con veinticinco caballos y trescientos españoles, entre los que había cincuenta escopeteros y ballesteros; llevó también seis tiros. A cuatro leguas de allí tropezó con un gran escuadrón de enemigos, en el cual rompieron los de a caballo, acudieron luego los de a pie y lo desbarataron; fueron al alcance los tlaxcaltecas y mataron a cuantos pudieron. Los españoles, como era tarde, no fueron, sino que asentaron su real en el campo, y durmieron aquella noche con cuidado y aviso, porque había por allí muchos de Culúa. Cuando fue de día echaron camino de Xaltoca, y Cortés no dijo dónde iba, pues se recelaba de muchos de Tezcuco que venían con él avisasen a los enemigos. Llegaron a Xaltoca, lugar situado en la laguna, y que por la tierra tiene muchas acequias anchas, hondas y llenas de agua, hasta el punto de no poder pasar los caballos. Los del pueblo les daban gritas, y se burlaban de verlos andar por aquellos arroyos, tirándoles flechas y piedras. Los españoles de a pie, saltando y como mejor pudieron, pasaron las acequias, combatieron el lugar, entraron, aunque con mucho trabajo, echaron fuera a los vecinos a cuchilladas, y quemaron buena parte de las casas.
No pararon allí, sino que se fueron a dormir una legua adelante. Tiene Xaltoca por armas un sapo. Otra noche durmieron en Huatullan, lugar grande, mas despoblado de miedo. Pasaron otro día por Tenanioacan y Accapuzalco sin resistencia, y llegaron a Tlacopan, que estaba fuerte de gente y de fosos con agua; mas, aunque algo se defendió, entraron, mataron a muchos y lanzaron fuera a todos; y como sobrevino la noche, se recogieron con tiempo en una casa muy grande, y en amaneciendo se saqueó el lugar y se quemó casi todo, en pago del daño y muerte de algunos españoles que hicieron cuando salían huyendo de México. Seis días estuvieron los nuestros allí, de los cuales ninguno se pasó sin escaramuzar con los enemigos, y muchos con gran rebato, y con tal gritería, según lo tienen por costumbre, que espantaba oírlos. Los de Tlaxcallan, que se querían mejorar con los de Culúa, hacían maravillas peleando, y como los contrarios eran valientes, había que ver, especialmente cuando se desafiaban uno a uno o tantos a tantos. Cruzaban entre ellos grandes razonamientos, amenazas e injurias, que quien los entendía se moría de risa. Salían de México por la calzada a pelear, y, para coger en ella a los españoles, fingían huir. Otras veces los convidaban a la ciudad, diciendo: "Entrad, hombres, a divertiros". Unos decían: "Aquí moriréis como antaño"; otros: "Idos a vuestra tierra; que no hay otro Moctezuma que haga a vuestro sabor". Se llegó Cortés un día entre semejantes pláticas a un puente que estaba alzado; hizo señas de hablar, y dijo: "Si está ahí el señor, le quiero hablar".
Respondieron: "Todos los que veis son señores; decid lo que queréis"; y como no estaba, calló, y ellos lo deshonraron. Tras esto, les dijo un español que los tenían cercados y se morirían de hambre; que se entregasen. Replicaron que no tenían falta de pan; pero que cuando la tuviesen, comerían de los españoles y tlaxcaltecas que matasen; y arrojaron luego algunas tortas de centli, diciendo: "Comed vosotros si tenéis hambre; que nosotros ninguna, gracias a nuestros dioses; y quitaos de ahí, si no, moriréis"; y luego comenzaron a gritar y a pelear. Cortés, como no pudo hablar con Cuahutimoccín, y porque todos los pueblos estaban sin gente, se volvió para Tezcuco casi por el camino que vino. Los enemigos, que le vieron volver así, creyeron que de miedo, y se juntaron una infinidad de ellos a darle carga y se la dieron muy cumplidamente. Él quiso un día castigar su locura, y envió delante todo el ejército y la infantería española, con cinco de a caballo; hizo a otros seis de a caballo ponerse emboscados a uno de los lados del camino y cinco al otro, y tres en otra parte, y él se escondió con los demás entre unos árboles. Los enemigos, como no vieron caballos, arremetieron desmandados a nuestro escuadrón. Salió Cortés, y pasó diciendo: "Santiago y a ellos; San Pedro y a ellos"; que era la señal para los de a caballo; y como los cogieron de través y por la espalda, los alancearon a placer. Los desbarataron a los primeros golpes, los siguieron dos leguas por un buen llano, y mataron muchísimos; y con tal victoria entraron y durmieron en Aycolman, a dos leguas de Tezcuco. Los enemigos quedaron tan hostigados de aquella emboscada, que no aparecieron en muchos días; y aquellos señores de Tlaxcallan obtuvieron licencia para volverse, y se fueron muy ufanos y victoriosos, y los suyos ricos, cargados de sal y ropa, que habían conseguido en la vuelta de la laguna.
No pararon allí, sino que se fueron a dormir una legua adelante. Tiene Xaltoca por armas un sapo. Otra noche durmieron en Huatullan, lugar grande, mas despoblado de miedo. Pasaron otro día por Tenanioacan y Accapuzalco sin resistencia, y llegaron a Tlacopan, que estaba fuerte de gente y de fosos con agua; mas, aunque algo se defendió, entraron, mataron a muchos y lanzaron fuera a todos; y como sobrevino la noche, se recogieron con tiempo en una casa muy grande, y en amaneciendo se saqueó el lugar y se quemó casi todo, en pago del daño y muerte de algunos españoles que hicieron cuando salían huyendo de México. Seis días estuvieron los nuestros allí, de los cuales ninguno se pasó sin escaramuzar con los enemigos, y muchos con gran rebato, y con tal gritería, según lo tienen por costumbre, que espantaba oírlos. Los de Tlaxcallan, que se querían mejorar con los de Culúa, hacían maravillas peleando, y como los contrarios eran valientes, había que ver, especialmente cuando se desafiaban uno a uno o tantos a tantos. Cruzaban entre ellos grandes razonamientos, amenazas e injurias, que quien los entendía se moría de risa. Salían de México por la calzada a pelear, y, para coger en ella a los españoles, fingían huir. Otras veces los convidaban a la ciudad, diciendo: "Entrad, hombres, a divertiros". Unos decían: "Aquí moriréis como antaño"; otros: "Idos a vuestra tierra; que no hay otro Moctezuma que haga a vuestro sabor". Se llegó Cortés un día entre semejantes pláticas a un puente que estaba alzado; hizo señas de hablar, y dijo: "Si está ahí el señor, le quiero hablar".
Respondieron: "Todos los que veis son señores; decid lo que queréis"; y como no estaba, calló, y ellos lo deshonraron. Tras esto, les dijo un español que los tenían cercados y se morirían de hambre; que se entregasen. Replicaron que no tenían falta de pan; pero que cuando la tuviesen, comerían de los españoles y tlaxcaltecas que matasen; y arrojaron luego algunas tortas de centli, diciendo: "Comed vosotros si tenéis hambre; que nosotros ninguna, gracias a nuestros dioses; y quitaos de ahí, si no, moriréis"; y luego comenzaron a gritar y a pelear. Cortés, como no pudo hablar con Cuahutimoccín, y porque todos los pueblos estaban sin gente, se volvió para Tezcuco casi por el camino que vino. Los enemigos, que le vieron volver así, creyeron que de miedo, y se juntaron una infinidad de ellos a darle carga y se la dieron muy cumplidamente. Él quiso un día castigar su locura, y envió delante todo el ejército y la infantería española, con cinco de a caballo; hizo a otros seis de a caballo ponerse emboscados a uno de los lados del camino y cinco al otro, y tres en otra parte, y él se escondió con los demás entre unos árboles. Los enemigos, como no vieron caballos, arremetieron desmandados a nuestro escuadrón. Salió Cortés, y pasó diciendo: "Santiago y a ellos; San Pedro y a ellos"; que era la señal para los de a caballo; y como los cogieron de través y por la espalda, los alancearon a placer. Los desbarataron a los primeros golpes, los siguieron dos leguas por un buen llano, y mataron muchísimos; y con tal victoria entraron y durmieron en Aycolman, a dos leguas de Tezcuco. Los enemigos quedaron tan hostigados de aquella emboscada, que no aparecieron en muchos días; y aquellos señores de Tlaxcallan obtuvieron licencia para volverse, y se fueron muy ufanos y victoriosos, y los suyos ricos, cargados de sal y ropa, que habían conseguido en la vuelta de la laguna.