Vicisitudes del proyecto colombino
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Desarrollo
Vicisitudes del proyecto colombino Sabemos que en 1484 Cristóbal Colón disponía ya de un proyecto descubridor claro en sus objetivos, pero incompleto en sus detalles y, sobre todo, necesitado de fundamentación científica; aspectos que irá ajustando en años sucesivos. Conocemos también que hasta 1492 cuantas veces el nauta genovés presentó y defendió dicho proyecto ante juntas de expertos, otras tantas se le rechazó, tanto en Portugal como en Castilla. Si atendemos a los cantores de la gloria colombina, de su genialidad y sabiduría, de su tenacidad y providencial figura --léase don Hernando y el Padre Las Casas-- el rechazo del proyecto descubridor se debió a la ignorancia de los miembros que componían las juntas dictaminadoras, incapaces de entender las hondas razones del descubridor de América. Las Casas apunta otra razón muy relacionada con la anterior y que tuvo gran peso: Hacía más difícil la aceptación deste negocio lo mucho que Cristóbal Colón en remuneración de sus trabajos y servicios e industria pedía, conviene a saber: estado, Almirante, visorrey e gobernador perpetuo, etc., cosas que, a la verdad, entonces se juzgaban por muy grandes y soberanas, como lo eran81. He aquí un escollo difícil de salvar. En consecuencia, hasta 1492 la discusión del proyecto colombino va a quedar planteada en dos planos: a) el teórico-científico, es decir, qué posibilidades de viabilidad le concede la ciencia del momento; b) el costo de la empresa. a) Consistencia o inconsistencia científica del proyecto colombino.
De los intentos llevados a cabo por don Cristóbal ante los expertos portugueses sólo conocemos su rechazo más absoluto. Ni el rey Juan II lo tomó en consideración, si creemos al cronista Barros, ni sus asesores astrólogos y cosmógrafos creyeron las vanas palabras de Cristóbal Colón por fundarse en fantasías, em imagina?aos, como la isla de Cipango, de la que habló Marco Polo. En suma: diéronle pouco credito. Por otro lado, el proyecto colombino tenía gran paralelismo con el plan que años antes había brindado Toscanelli a los reyes portugueses, y que ellos en su día ya habían discutido y rechazado. Si algún pueblo podía considerarse avanzado en ciencia astronómica y cosmográfica, ese era Portugal, sin duda alguna. Reunía como ninguno saberes teóricos y experiencia práctica en navegaciones oceánicas. Había perfeccionado los instrumentos técnicos y el saber desde Ptolomeo hasta Alfragano, Toscanelli estaba siendo matizado o rectificado por ellos a través de observaciones diarias. Es difícil imaginar cómo se desarrollaría la disputa científica entre Colón y sus oponentes portugueses en asuntos tan concretos como los siguientes: medidas de la línea ecuatorial; dimensión del grado terrestre; longitud de la milla; dimensiones del Océano. Para mantener sus opiniones, los expertos lusitanos se apoyaban en autoridades reconocidas y en constataciones propias que tenían muy bien calculadas, prácticamente exactas, mientras que don Cristóbal gustaba siempre de acomodar la teoría a sus propios conocimientos, lo que dificultaría en extremo el poder salir airoso en una discusión científica.
Nadie sabe, si como hará después, sacarla a colocación la teoría --que tanto se ajustaba a su propósito-- del pseudo profeta Esdrás que reducía el Océano a menos de la mitad de las dimensiones que le daban los portugueses. Si lo hizo, no es de extrañar que don Juan II y sus expertos, como dice Barros, tuvieran a Colón por homem falador e glorioso, más fantástico e imaginativo que certo; merecedor, por tanto, de pouco credito. Así estaban las cosas cuando Colón, huyendo82 de Portugal, se dirigió a Castilla a proseguir su empeño. Corría la primavera de 1485 y el reino que ahora pisaba no le iba muy a la zaga al vecino, ni en conocimientos, ni en deseo de llevar a cabo hechos singulares. Vuelta a tener que convencer a unos y a otros de la viabilidad de su plan. El 20 de enero de 1486 Cristóbal Colón se entrevistó por primera vez con los Reyes Católicos en Alcalá de Henares83. Dicha entrevista, de creer a Bernáldez, suscitó duda y curiosidad en los monarcas, no daban mucho crédito, pero al mismo tiempo les puso en deseo de saber de aquellas tierras. Para afrontar asunto tan recio encomendaron a fray Hernando de Talavera formar una junta de expertos compuesta de letrados, sabios en astronomía, cosmografía y astrología, a la vez que de prestigiosos navegantes para que examinaran el proyecto colombino. Apuestan los historiadores84 que fue en Salamanca donde la citada comisión se reunió con el extranjero para discutir su fantasía descubridora.
En la ciudad del Tormes la corte encontraba algo de reposo (de noviembre de 1486 a enero del 87), además de reconocido prestigio científico y universitario. Un componente de la Junta dictaminadora, el doctor Rodrigo Maldonado, declararía años después que todos concordaban que era imposible ser verdad lo que el Almirante decía. La ciencia española no era más complaciente con este extranjero que lo había sido la portuguesa. Y en ello no cabe achacar terquedad ni falta de preparación sino coherencia con el sentir científico de la época. Las Casas nos dibuja a Colón dando razones y autoridades para convencer a los oyentes, aunque callando las más urgentes. El dictamen de la Junta fue negativo, transmitiéndoselo a los Reyes en la primavera de 1487. Mas efectos, en lugar de dejarle partir, lo retienen algún tiempo. Incluso cuando lo hagan, no cierran la puerta a la esperanza de que un día, cuando estén menos ocupados --vivían momentos claves le la guerra de Granada--, vuelvan de nuevo a estudiar su proyecto. Ahora bien, cuando eso se produzca y los Reyes Católicos decidan apoyar la empresa, será movidos por otros resortes e ignorando la voz de la ciencia que en todo momento fue negativa. b) El costo de la empresa y los apoyos al descubridor. No era el costo material de la flota que hizo el descubrimiento lo que preocupaba en exceso a los Reyes Católicos. El verdadero escollo que estuvo a punto de dar al traste con todo fueron los amplísimos privilegios que exigía Colón antes de hacerse a la mar.
(Obsérvese el contenido de las Capitulaciones de Santa Fe y se comprenderá la resistencia regia). Sin embargo y a pesar de todo alguien puede hacerse este razonamiento: si tenía en contra a la ciencia y era tanto lo que exigía, ¿por qué no se le despidió en hora buena? Desde muy pronto, los mayores y más constantes benefactores de Colón fueron frailes con influencia ante los reyes. A fray Antonio de Marchena85 lo debió conocer en Alcalá durante la primera entrevista de Colón con los reyes. Era buen astrólogo y siempre apoyó incondicionalmente al nauta genovés. Su papel fue decisivo en los primeros momentos. Otro religioso influyente, maestro del príncipe don Juan, y siempre favorable a Colón fue fray Diego de Deza. Pudo actuar activamente a raíz de la junta dictaminadora de Salamanca. Se ha barajado la posibilidad de que el descubridor revelase a ambos frailes sus conocimientos en secreto de confesión. Fray Juan Pérez jugará un papel decisivo durante 1491-92. Retuvo a Colón en la Rábida cuando éste se disponía a abandonar España en busca de otro príncipe. Convenció a la Reina para que se volviese a reconsiderar el negocio colombino y mereció ser nombrado representante de don Cristóbal al discutirse las Capitulaciones de Santa Fe. Además de hombres de religión, don Cristóbal contó con el apoyo de algunos cortesanos distinguidos, especialmente activos durante la última fase de la negociación (Santángel, Cabrero, Sánchez, etc.). Sin la intervención de estas figuras sobresalientes de la política castellana difícilmente los reyes hubieran avalado el descubrimiento de América.
De los intentos llevados a cabo por don Cristóbal ante los expertos portugueses sólo conocemos su rechazo más absoluto. Ni el rey Juan II lo tomó en consideración, si creemos al cronista Barros, ni sus asesores astrólogos y cosmógrafos creyeron las vanas palabras de Cristóbal Colón por fundarse en fantasías, em imagina?aos, como la isla de Cipango, de la que habló Marco Polo. En suma: diéronle pouco credito. Por otro lado, el proyecto colombino tenía gran paralelismo con el plan que años antes había brindado Toscanelli a los reyes portugueses, y que ellos en su día ya habían discutido y rechazado. Si algún pueblo podía considerarse avanzado en ciencia astronómica y cosmográfica, ese era Portugal, sin duda alguna. Reunía como ninguno saberes teóricos y experiencia práctica en navegaciones oceánicas. Había perfeccionado los instrumentos técnicos y el saber desde Ptolomeo hasta Alfragano, Toscanelli estaba siendo matizado o rectificado por ellos a través de observaciones diarias. Es difícil imaginar cómo se desarrollaría la disputa científica entre Colón y sus oponentes portugueses en asuntos tan concretos como los siguientes: medidas de la línea ecuatorial; dimensión del grado terrestre; longitud de la milla; dimensiones del Océano. Para mantener sus opiniones, los expertos lusitanos se apoyaban en autoridades reconocidas y en constataciones propias que tenían muy bien calculadas, prácticamente exactas, mientras que don Cristóbal gustaba siempre de acomodar la teoría a sus propios conocimientos, lo que dificultaría en extremo el poder salir airoso en una discusión científica.
Nadie sabe, si como hará después, sacarla a colocación la teoría --que tanto se ajustaba a su propósito-- del pseudo profeta Esdrás que reducía el Océano a menos de la mitad de las dimensiones que le daban los portugueses. Si lo hizo, no es de extrañar que don Juan II y sus expertos, como dice Barros, tuvieran a Colón por homem falador e glorioso, más fantástico e imaginativo que certo; merecedor, por tanto, de pouco credito. Así estaban las cosas cuando Colón, huyendo82 de Portugal, se dirigió a Castilla a proseguir su empeño. Corría la primavera de 1485 y el reino que ahora pisaba no le iba muy a la zaga al vecino, ni en conocimientos, ni en deseo de llevar a cabo hechos singulares. Vuelta a tener que convencer a unos y a otros de la viabilidad de su plan. El 20 de enero de 1486 Cristóbal Colón se entrevistó por primera vez con los Reyes Católicos en Alcalá de Henares83. Dicha entrevista, de creer a Bernáldez, suscitó duda y curiosidad en los monarcas, no daban mucho crédito, pero al mismo tiempo les puso en deseo de saber de aquellas tierras. Para afrontar asunto tan recio encomendaron a fray Hernando de Talavera formar una junta de expertos compuesta de letrados, sabios en astronomía, cosmografía y astrología, a la vez que de prestigiosos navegantes para que examinaran el proyecto colombino. Apuestan los historiadores84 que fue en Salamanca donde la citada comisión se reunió con el extranjero para discutir su fantasía descubridora.
En la ciudad del Tormes la corte encontraba algo de reposo (de noviembre de 1486 a enero del 87), además de reconocido prestigio científico y universitario. Un componente de la Junta dictaminadora, el doctor Rodrigo Maldonado, declararía años después que todos concordaban que era imposible ser verdad lo que el Almirante decía. La ciencia española no era más complaciente con este extranjero que lo había sido la portuguesa. Y en ello no cabe achacar terquedad ni falta de preparación sino coherencia con el sentir científico de la época. Las Casas nos dibuja a Colón dando razones y autoridades para convencer a los oyentes, aunque callando las más urgentes. El dictamen de la Junta fue negativo, transmitiéndoselo a los Reyes en la primavera de 1487. Mas efectos, en lugar de dejarle partir, lo retienen algún tiempo. Incluso cuando lo hagan, no cierran la puerta a la esperanza de que un día, cuando estén menos ocupados --vivían momentos claves le la guerra de Granada--, vuelvan de nuevo a estudiar su proyecto. Ahora bien, cuando eso se produzca y los Reyes Católicos decidan apoyar la empresa, será movidos por otros resortes e ignorando la voz de la ciencia que en todo momento fue negativa. b) El costo de la empresa y los apoyos al descubridor. No era el costo material de la flota que hizo el descubrimiento lo que preocupaba en exceso a los Reyes Católicos. El verdadero escollo que estuvo a punto de dar al traste con todo fueron los amplísimos privilegios que exigía Colón antes de hacerse a la mar.
(Obsérvese el contenido de las Capitulaciones de Santa Fe y se comprenderá la resistencia regia). Sin embargo y a pesar de todo alguien puede hacerse este razonamiento: si tenía en contra a la ciencia y era tanto lo que exigía, ¿por qué no se le despidió en hora buena? Desde muy pronto, los mayores y más constantes benefactores de Colón fueron frailes con influencia ante los reyes. A fray Antonio de Marchena85 lo debió conocer en Alcalá durante la primera entrevista de Colón con los reyes. Era buen astrólogo y siempre apoyó incondicionalmente al nauta genovés. Su papel fue decisivo en los primeros momentos. Otro religioso influyente, maestro del príncipe don Juan, y siempre favorable a Colón fue fray Diego de Deza. Pudo actuar activamente a raíz de la junta dictaminadora de Salamanca. Se ha barajado la posibilidad de que el descubridor revelase a ambos frailes sus conocimientos en secreto de confesión. Fray Juan Pérez jugará un papel decisivo durante 1491-92. Retuvo a Colón en la Rábida cuando éste se disponía a abandonar España en busca de otro príncipe. Convenció a la Reina para que se volviese a reconsiderar el negocio colombino y mereció ser nombrado representante de don Cristóbal al discutirse las Capitulaciones de Santa Fe. Además de hombres de religión, don Cristóbal contó con el apoyo de algunos cortesanos distinguidos, especialmente activos durante la última fase de la negociación (Santángel, Cabrero, Sánchez, etc.). Sin la intervención de estas figuras sobresalientes de la política castellana difícilmente los reyes hubieran avalado el descubrimiento de América.