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Datos principales
Desarrollo
TRATADO SEGUNDO 186 De la conversión y aprovechamiento de estos indios; y cómo se les comenzaron a administrar los sacramentos en esta tierra de Anáhuac, o Nueva España, y de algunas cosas o misterios acontecidos preámbulo 187 Estando yo descuidado y sin ningún pensamiento de escribir semejante cosa que ésta, la obediencia me mandó que escribiese algunas cosas notables de estos naturales, de las que en esta tierra la bondad divina ha encomenzado a obrar, y siempre obra; y también para que los que en adelante vinieren, sepan y entiendan cuán notables cosas acontecieron en esta Nueva España, y los trabajos e infortunios que por los grandes pecados que en ella se cometían Nuestro Señor permitió que pasase, y la fe y religión que en ella el día de hoy se conserva, y aumentará adelante, siendo Nuestro Señor de ello servido. 188 A el principio, cuando esto comencé a escribir, parecíame que más cosas notaba y se me acordaba ahora diez o doce años que no a el presente; entonces, como cosas nuevas y que Dios comenzaba a obrar sus maravillas y misericordias con esta gente, ahora, como quien ya conversa y trata con gente cristiana y convertida, hay muchas cosas bien de notar, que parece claramente ser venidas por la mano de Dios; porque si bien miramos, en la primitiva Iglesia mucho se notaban algunas personas que venían a la fe, por ser primeros, así como el eunuco Cornelio y sus compañeros, y lo mismo los pueblos que recibieron primero la palabra de Dios, como fueron Jerusalén, Samaría y Cesárea.
De Bernabé se escribe que vendió un campo, el precio lo puso a los pies de los apóstoles. Un campo no es muy precioso, según lo que después los seguidores de Cristo dejaron; pero escribese por ser a el principio, y por el ejemplo que daban. Estas cosas ponían admiración, y por ser dignas de ejemplos los hombres las escribían; pues las primeras maravillas que Dios en estos gentiles comenzó a obrar, aunque no muy grandes, ponían admiracion, que no las muchas y mayores que después y ahora hace con ellos, por ser ya ordinarias; y a este propósito diré aquí en este segundo tratado algunas cosas de las primeras que acontecieron en esta tierra de la Nueva España, y de algunos pueblos que primero recibieron la fe, cuyos nombres en muchas partes serán ignotos, aunque acá todos son bien conocidos, por ser pueblos grandes y algunos, cabezas de provincia. Tratarse ha también en esta segunda parte la dificultad e impedimentos que hubo el bautismo, y el buen aprovechamiento de estos naturales. CapÍtulo I 189 En que diré cómo comenzaron los mexicanos y, los de Coutichan a venir a el bautismo y a la doctrina cristiana 190 Ganada y repartida la tierra por los españoles, los frailes de San Francisco que al presente en ella se hallaron, comenzaron a tratar y a conversar entre los indios; primero adonde tenían casa y aposento, como fue en México y en Texcoco, Tlaxcala y Huexuzinco, que en estas se repartieron los pocos que a el principio eran, y en cada provincia destas, y en las en que después se tomó casa, que son ya cerca de cuarenta en este año de 1540, había tanto qué decir que no bastaría el papel de la Nueva España.
Siguiendo la brevedad que a todos aplace, diré lo que vi yo y supe, y pasó en los pueblos que moré y anduve; y aunque yo diga o cuente alguna cosa de una provincia, será del tiempo que en ella moré, y de la misma podrán otros escribir otras cosas allí acontecidas con verdad y más de notar, y mejor escritas que aquí irán, y podráse todo sufrir sin contradicción. En el primer año que a esta tierra allegaron los frailes, los indios de México y Tlatelulco se comenzaron de ayuntar, los de un barrio y feligresía un día, y los de otro barrio otro día, y allí los iban los frailes a enseñar y bautizar los niños; y dende a poco tiempo los domingos y fiestas se ayuntaban todos, cada barrio en su cabecera, adonde tenían sus salas antiguas, porque iglesia aún no la había, y los españoles tuvieron también, obra de tres años, sus misas y sermones en una sala de éstas que servían por iglesia, y ahora es allí en la misma sala la casa de la moneda; pero no se enterraban allí casi nadie, sino en San Francisco el viejo, hasta que después se comenzaron a edificar iglesias. Anduvieron los mexicanos cinco años muy fríos, o por el embarazo de los españoles y obras de México, o porque los viejos de los mexicanos tenían poco calor. Después de pasados cinco años despertaron muchos de ellos e hicieron iglesias, y ahora frecuentan mucho las misas cada día y reciben los sacramentos devotamente. 191 El pueblo a que primero salieron los frailes a enseñar fue Quautitlán, cuatro leguas de México, y a Tepusticlán Tepotzotlan, porque como en México había mucho ruido, y entre los hijos de los señores que en la casa de Dios se enseñaban estaban los señoritos de estos dos pueblos, sobrinos o nietos de Motezuma, y éstos eran los principales que en casa había, por respecto de éstos comenzaron a enseñar allí y a bautizar los niños, y siempre se prosiguió la doctrina, y siempre fueron de los primeros y delanteros en toda buena cristiandad, y lo mismo los pueblos a ellos sujetos y sus vecinos.
192 En el primero año de la venida de los frailes, el padre fray Martín de Valencia, de santa memoria, vino a México, y tomando un compañero que sabía un poco de la lengua, fuese a visitar los pueblos de la laguna del agua dulce, que apenas se sabía cuántos eran, ni a dónde estaban, y comenzando por Xuchimilco y Cuyoacan, veníanlos a buscar de los otros pueblos, y rogábanles con instancia que fuesen a sus pueblos, y antes que llegasen los salían a recibir, porque esta es su costumbre, y hallaban que estaba ya toda la gente ayuntada; y luego por escrito y con intérprete los predicaban y bautizaban algunos niños, rogando siempre a Nuestro Señor que su santa palabra hiciese fruto en las ánimas de aquellos infieles, y los alumbrase y convirtiese a su santa fe. Y los indios señores y principales delante de los frailes destruían sus ídolos, y levantaban cruces y señalaban sitios para hacer sus iglesias. Así anduvieron todos aquellos pueblos que son ocho, todos principales y de mucha gente, y pedían ser enseñados, y el bautismo para sí y para sus hijos; lo cual visto por los frailes, daban gracias a Dios con grande alegría, por ver tan buen principio y en ver que tantos se habían de salvar, como luego sucedió. 193 Entonces dijo el padre fray Martín, de buena memoria, a su compañero: "muchas gracias sean dadas a Dios, que lo que en otro tiempo en espíritu me mostró, ahora en obra y verdad lo veo cumplir", y dijo: "que estando él un día en maitines en un convento que se dice Santa María del Hoyo, cerca de Gata, que es en Extremadura, en la provincia de San Gabriel, rezaba ciertas profecías de la venida de los gentiles a la fe, le mostró Dios en espíritu muy gran muchedumbre de gentiles que venían a la fe, y fue tanto el gozo que su ánimo sintió, que comenzó a dar grandes voces", como más largamente parecerá en la tercera parte, en la vida del dicho fray Martín de Valencia.
Y aunque este santo varón procuró muchas veces de ir entre los infieles a recibir martirio, nunca pudo alcanzar licencia de sus superiores; no porque no le tuviesen por idóneo, que en tanto fue estimado y tenido en España, como en estas partes, mas porque Dios lo ordenó así por mayor bien, según se lo dijo una persona muy espiritual, "que cuando fuese tiempo, Dios cumpliría su deseo, como Dios se lo había mostrado", y así fue, que el general le llamó un día y le dijo cómo él tenía determinado de venir a esta Nueva España con muy buenos compañeros, con grandes bulas que del Papa había alcanzado, y por le haber elegido general de la orden, el cual oficio le impedía la pasada, que como cosa de mucha importancia y que él mucho estimaba, le quería enviar y que nombrase doce compañeros cuales quisiese, y él aceptando la venida, vino, por lo cual, parece lo a él prometido no haber sido engaño. 194 Entre los pueblos ya dichos de la laguna dulce, el que más diligencia puso para llevar los frailes a que los enseñasen, ya en ayuntar más gente, y en destruir los templos del demonio, fue Cuitlauac, que es un pueblo fresco y todo cercado de agua, y de mucha gente; y tenía muchos templos del demonio, y todo él fundado sobre agua; por lo cual los españoles la primera vez que en él entraron le llamaron Venezuela. En este pueblo estaba un buen indio, el cual era uno de tres señores principales que en él hay, y por ser hombre de más manera y antiguo, gobernaba todo el pueblo; éste envió a buscar a los frailes por dos o tres veces, y allegados, nunca se apartaba de ellos, más antes estuvo gran parte de la noche preguntándoles cosas que deseaba saber de nuestra fe.
Otro día de mañana ayuntada la gente después de misa y sermón, y bautizados muchos niños, de los cuales los más eran hijos y sobrinos, y parientes, de este buen hombre que digo; y acabados de bautizar, rogó mucho aquel indio a fray Martín que le bautizase, y vista su santa importunación y manera de hombre de muy buena razón, fue bautizado y llamado Don Francisco, y después en el tiempo que vivió fue muy conocido de los españoles. Aquel indio hizo ventaja a todos los de la laguna dulce, y trajo muchos niños a el monasterio de San Francisco, los cuales salieron tan hábiles que precedieron a los que habían venido muchos días antes. Este don Francisco aprovechando cada día en el conocimiento de Dios y en la guarda de sus mandamientos, yendo un día muy de mañana en una barca, que los españoles llaman canoa, por la laguna oyó un canto muy dulce y de palabras muy admirables, las cuales yo ví y tuve escritas, y muchos frailes las vieron y juzgaron haber sido canto de ángeles, y de allí adelante fue aprovechando más; y al tiempo de su muerte pidió el sacramento de la confesión, y confesado y llamando siempre a Dios, falleció. La vida y muerte de este buen indio fue gran edificación para todos los otros indios, mayormente los de aquel pueblo de Cuitlauac, en el cual edificaron iglesias; la principal advocación es de San Pedro, en la obra de la cual trabajó mucho aquel buen indio don Francisco. Es iglesia grande y de tres naves, hecha a la manera de España.
195 Los dos primeros años, poco salían los frailes del pueblo adonde residían, así por saber poco de la tierra y lengua como por tener bien en qué entender adonde residían. El tercero año comenzaron en Tezcuco de se ayuntar cada día para deprender la doctrina cristiana; y también vino gran copia de gente a el bautismo; y como la provincia de Tezcuco es muy poblada de gente, en el monasterio y fuera no se podían valer ni dar a manos, porque se bautizaron muchos de Tezcuco y Huexuzincla Huejotzingo, Coathichan Coatlichan y de Coatepec: aquí en Coatepec comenzaron a hacer iglesia y diéronse mucha prisa para la acabar, y por ser la primera iglesia, fuera de los monasterios, llamóse Santa María de Jesús. Después de haber andado algunos días por los pueblos sujetos a Tezcuco, que son muchos, y de lo más poblado de la Nueva España, pasaron adelante a otros pueblos, y como no sabían mucho de la tierra, saliendo a visitar un lugar salían de otros pueblos a rogarles que fuesen con ellos a decirles la palabra de Dios, y muchas veces otros poblezuelos pequeños salían de través, y los hallaban ayuntados con su comida aparejada esperando y rogando a los frailes que comiesen y los enseñasen. Otras veces iban a partes en que ayunaban lo que en otras partes les sobraba, y entre otras partes adonde fueron, fue Otumba y Tepepulco y Tulanzinco, que aun desde en buenos años no tuvieron frailes; y entre éstos, Tepepulco, lo hizo muy bien, y fue siempre creciendo y aprovechando en el conocimiento de la fe; y la primera vez que allegaron frailes a este lugar, dejado el recibimiento que les hicieron, era una tarde, y como estuviese la gente ayuntada comenzaron luego a enseñarles; y en espacio de tres o cuatro horas muchos de aquel pueblo, antes que de allí se partiesen, supieron persignarse y el Pater Noster.
Otro día por la mañana vino mucha gente, y enseñados y predicados lo que convenía a gente que ninguna cosa sabía, ni había oído de Dios, y recibido la palabra de Dios; tomados aparte el señor y principales, y diciéndoles cómo Dios del cielo era verdadero Señor, criador del cielo y de la tierra, y quién era el demonio a quien ellos honraban y adoraban, y cómo los tenía engañados, y otras cosas conforme a ellas; de tal manera se lo supieron decir, que luego allí delante de los frailes destruyeron y quebrantaron todos los ídolos que tenían, y quemaron los teucales. Este pueblo de Tepepulco está asentado en un recuesto bien alto, adonde estaba uno de los grandes y vistosos templos del demonio que entonces derribaron; porque como el pueblo es grande y tiene otros muchos sujetos, tenía grandes teucales o templos del demonio; y ésta es regla general en que se conocía el pueblo ser grande o pequeño, en tener muchos teucales.
De Bernabé se escribe que vendió un campo, el precio lo puso a los pies de los apóstoles. Un campo no es muy precioso, según lo que después los seguidores de Cristo dejaron; pero escribese por ser a el principio, y por el ejemplo que daban. Estas cosas ponían admiración, y por ser dignas de ejemplos los hombres las escribían; pues las primeras maravillas que Dios en estos gentiles comenzó a obrar, aunque no muy grandes, ponían admiracion, que no las muchas y mayores que después y ahora hace con ellos, por ser ya ordinarias; y a este propósito diré aquí en este segundo tratado algunas cosas de las primeras que acontecieron en esta tierra de la Nueva España, y de algunos pueblos que primero recibieron la fe, cuyos nombres en muchas partes serán ignotos, aunque acá todos son bien conocidos, por ser pueblos grandes y algunos, cabezas de provincia. Tratarse ha también en esta segunda parte la dificultad e impedimentos que hubo el bautismo, y el buen aprovechamiento de estos naturales. CapÍtulo I 189 En que diré cómo comenzaron los mexicanos y, los de Coutichan a venir a el bautismo y a la doctrina cristiana 190 Ganada y repartida la tierra por los españoles, los frailes de San Francisco que al presente en ella se hallaron, comenzaron a tratar y a conversar entre los indios; primero adonde tenían casa y aposento, como fue en México y en Texcoco, Tlaxcala y Huexuzinco, que en estas se repartieron los pocos que a el principio eran, y en cada provincia destas, y en las en que después se tomó casa, que son ya cerca de cuarenta en este año de 1540, había tanto qué decir que no bastaría el papel de la Nueva España.
Siguiendo la brevedad que a todos aplace, diré lo que vi yo y supe, y pasó en los pueblos que moré y anduve; y aunque yo diga o cuente alguna cosa de una provincia, será del tiempo que en ella moré, y de la misma podrán otros escribir otras cosas allí acontecidas con verdad y más de notar, y mejor escritas que aquí irán, y podráse todo sufrir sin contradicción. En el primer año que a esta tierra allegaron los frailes, los indios de México y Tlatelulco se comenzaron de ayuntar, los de un barrio y feligresía un día, y los de otro barrio otro día, y allí los iban los frailes a enseñar y bautizar los niños; y dende a poco tiempo los domingos y fiestas se ayuntaban todos, cada barrio en su cabecera, adonde tenían sus salas antiguas, porque iglesia aún no la había, y los españoles tuvieron también, obra de tres años, sus misas y sermones en una sala de éstas que servían por iglesia, y ahora es allí en la misma sala la casa de la moneda; pero no se enterraban allí casi nadie, sino en San Francisco el viejo, hasta que después se comenzaron a edificar iglesias. Anduvieron los mexicanos cinco años muy fríos, o por el embarazo de los españoles y obras de México, o porque los viejos de los mexicanos tenían poco calor. Después de pasados cinco años despertaron muchos de ellos e hicieron iglesias, y ahora frecuentan mucho las misas cada día y reciben los sacramentos devotamente. 191 El pueblo a que primero salieron los frailes a enseñar fue Quautitlán, cuatro leguas de México, y a Tepusticlán Tepotzotlan, porque como en México había mucho ruido, y entre los hijos de los señores que en la casa de Dios se enseñaban estaban los señoritos de estos dos pueblos, sobrinos o nietos de Motezuma, y éstos eran los principales que en casa había, por respecto de éstos comenzaron a enseñar allí y a bautizar los niños, y siempre se prosiguió la doctrina, y siempre fueron de los primeros y delanteros en toda buena cristiandad, y lo mismo los pueblos a ellos sujetos y sus vecinos.
192 En el primero año de la venida de los frailes, el padre fray Martín de Valencia, de santa memoria, vino a México, y tomando un compañero que sabía un poco de la lengua, fuese a visitar los pueblos de la laguna del agua dulce, que apenas se sabía cuántos eran, ni a dónde estaban, y comenzando por Xuchimilco y Cuyoacan, veníanlos a buscar de los otros pueblos, y rogábanles con instancia que fuesen a sus pueblos, y antes que llegasen los salían a recibir, porque esta es su costumbre, y hallaban que estaba ya toda la gente ayuntada; y luego por escrito y con intérprete los predicaban y bautizaban algunos niños, rogando siempre a Nuestro Señor que su santa palabra hiciese fruto en las ánimas de aquellos infieles, y los alumbrase y convirtiese a su santa fe. Y los indios señores y principales delante de los frailes destruían sus ídolos, y levantaban cruces y señalaban sitios para hacer sus iglesias. Así anduvieron todos aquellos pueblos que son ocho, todos principales y de mucha gente, y pedían ser enseñados, y el bautismo para sí y para sus hijos; lo cual visto por los frailes, daban gracias a Dios con grande alegría, por ver tan buen principio y en ver que tantos se habían de salvar, como luego sucedió. 193 Entonces dijo el padre fray Martín, de buena memoria, a su compañero: "muchas gracias sean dadas a Dios, que lo que en otro tiempo en espíritu me mostró, ahora en obra y verdad lo veo cumplir", y dijo: "que estando él un día en maitines en un convento que se dice Santa María del Hoyo, cerca de Gata, que es en Extremadura, en la provincia de San Gabriel, rezaba ciertas profecías de la venida de los gentiles a la fe, le mostró Dios en espíritu muy gran muchedumbre de gentiles que venían a la fe, y fue tanto el gozo que su ánimo sintió, que comenzó a dar grandes voces", como más largamente parecerá en la tercera parte, en la vida del dicho fray Martín de Valencia.
Y aunque este santo varón procuró muchas veces de ir entre los infieles a recibir martirio, nunca pudo alcanzar licencia de sus superiores; no porque no le tuviesen por idóneo, que en tanto fue estimado y tenido en España, como en estas partes, mas porque Dios lo ordenó así por mayor bien, según se lo dijo una persona muy espiritual, "que cuando fuese tiempo, Dios cumpliría su deseo, como Dios se lo había mostrado", y así fue, que el general le llamó un día y le dijo cómo él tenía determinado de venir a esta Nueva España con muy buenos compañeros, con grandes bulas que del Papa había alcanzado, y por le haber elegido general de la orden, el cual oficio le impedía la pasada, que como cosa de mucha importancia y que él mucho estimaba, le quería enviar y que nombrase doce compañeros cuales quisiese, y él aceptando la venida, vino, por lo cual, parece lo a él prometido no haber sido engaño. 194 Entre los pueblos ya dichos de la laguna dulce, el que más diligencia puso para llevar los frailes a que los enseñasen, ya en ayuntar más gente, y en destruir los templos del demonio, fue Cuitlauac, que es un pueblo fresco y todo cercado de agua, y de mucha gente; y tenía muchos templos del demonio, y todo él fundado sobre agua; por lo cual los españoles la primera vez que en él entraron le llamaron Venezuela. En este pueblo estaba un buen indio, el cual era uno de tres señores principales que en él hay, y por ser hombre de más manera y antiguo, gobernaba todo el pueblo; éste envió a buscar a los frailes por dos o tres veces, y allegados, nunca se apartaba de ellos, más antes estuvo gran parte de la noche preguntándoles cosas que deseaba saber de nuestra fe.
Otro día de mañana ayuntada la gente después de misa y sermón, y bautizados muchos niños, de los cuales los más eran hijos y sobrinos, y parientes, de este buen hombre que digo; y acabados de bautizar, rogó mucho aquel indio a fray Martín que le bautizase, y vista su santa importunación y manera de hombre de muy buena razón, fue bautizado y llamado Don Francisco, y después en el tiempo que vivió fue muy conocido de los españoles. Aquel indio hizo ventaja a todos los de la laguna dulce, y trajo muchos niños a el monasterio de San Francisco, los cuales salieron tan hábiles que precedieron a los que habían venido muchos días antes. Este don Francisco aprovechando cada día en el conocimiento de Dios y en la guarda de sus mandamientos, yendo un día muy de mañana en una barca, que los españoles llaman canoa, por la laguna oyó un canto muy dulce y de palabras muy admirables, las cuales yo ví y tuve escritas, y muchos frailes las vieron y juzgaron haber sido canto de ángeles, y de allí adelante fue aprovechando más; y al tiempo de su muerte pidió el sacramento de la confesión, y confesado y llamando siempre a Dios, falleció. La vida y muerte de este buen indio fue gran edificación para todos los otros indios, mayormente los de aquel pueblo de Cuitlauac, en el cual edificaron iglesias; la principal advocación es de San Pedro, en la obra de la cual trabajó mucho aquel buen indio don Francisco. Es iglesia grande y de tres naves, hecha a la manera de España.
195 Los dos primeros años, poco salían los frailes del pueblo adonde residían, así por saber poco de la tierra y lengua como por tener bien en qué entender adonde residían. El tercero año comenzaron en Tezcuco de se ayuntar cada día para deprender la doctrina cristiana; y también vino gran copia de gente a el bautismo; y como la provincia de Tezcuco es muy poblada de gente, en el monasterio y fuera no se podían valer ni dar a manos, porque se bautizaron muchos de Tezcuco y Huexuzincla Huejotzingo, Coathichan Coatlichan y de Coatepec: aquí en Coatepec comenzaron a hacer iglesia y diéronse mucha prisa para la acabar, y por ser la primera iglesia, fuera de los monasterios, llamóse Santa María de Jesús. Después de haber andado algunos días por los pueblos sujetos a Tezcuco, que son muchos, y de lo más poblado de la Nueva España, pasaron adelante a otros pueblos, y como no sabían mucho de la tierra, saliendo a visitar un lugar salían de otros pueblos a rogarles que fuesen con ellos a decirles la palabra de Dios, y muchas veces otros poblezuelos pequeños salían de través, y los hallaban ayuntados con su comida aparejada esperando y rogando a los frailes que comiesen y los enseñasen. Otras veces iban a partes en que ayunaban lo que en otras partes les sobraba, y entre otras partes adonde fueron, fue Otumba y Tepepulco y Tulanzinco, que aun desde en buenos años no tuvieron frailes; y entre éstos, Tepepulco, lo hizo muy bien, y fue siempre creciendo y aprovechando en el conocimiento de la fe; y la primera vez que allegaron frailes a este lugar, dejado el recibimiento que les hicieron, era una tarde, y como estuviese la gente ayuntada comenzaron luego a enseñarles; y en espacio de tres o cuatro horas muchos de aquel pueblo, antes que de allí se partiesen, supieron persignarse y el Pater Noster.
Otro día por la mañana vino mucha gente, y enseñados y predicados lo que convenía a gente que ninguna cosa sabía, ni había oído de Dios, y recibido la palabra de Dios; tomados aparte el señor y principales, y diciéndoles cómo Dios del cielo era verdadero Señor, criador del cielo y de la tierra, y quién era el demonio a quien ellos honraban y adoraban, y cómo los tenía engañados, y otras cosas conforme a ellas; de tal manera se lo supieron decir, que luego allí delante de los frailes destruyeron y quebrantaron todos los ídolos que tenían, y quemaron los teucales. Este pueblo de Tepepulco está asentado en un recuesto bien alto, adonde estaba uno de los grandes y vistosos templos del demonio que entonces derribaron; porque como el pueblo es grande y tiene otros muchos sujetos, tenía grandes teucales o templos del demonio; y ésta es regla general en que se conocía el pueblo ser grande o pequeño, en tener muchos teucales.