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Desarrollo
El fenómeno que caracteriza a la sociedad china del siglo XVIII es el rápido crecimiento de la población, tal y como lo reflejan todos los cómputos oficiales. Según éstos, la población china pasa de 143.500.000 habitantes en 1741 a 296 millones de habitantes en 1800. Este empuje demográfico, explicado por la prosperidad económica y las anexiones territoriales, va a tener como contrapartida una consecuencia negativa: el bloqueo del progreso técnico, innecesario por la extraordinaria abundancia de recursos humanos. La mayoría de los autores están de acuerdo en señalar que la nueva dinastía manchú se abstuvo, en general, de toda injerencia en la estructura social china. La sociedad china puede ser definida por tres grandes características: patriarcal, en razón de los estrechos lazos existentes entre los linajes y de la inalterabilidad del culto rendido a los antepasados; esclavista, a causa de la superpoblación y de constituir la forma espontánea de una indigencia sistemática, y campesina, debido a que la inmensa mayoría de ella se hallaba ligada multisecularmente a la tierra. Las diferencias sociales habían adquirido ciertos atributos definidos y permanentes antes de la era imperial. Surgieron en virtud de cualidades religiosas o tribales, como resultado de la situación económica o gracias a la formación política o profesional. El concepto de familia es el principio máximo que sirve como base de la sociedad china. La piedad filial se convierte en la raíz fundamental de todas las demás virtudes.
El emperador es el jefe de la familia pero hace delegación de su autoridad absoluta en los miembros de su unidad familiar, quienes a su vez transmiten estos poderes a funcionarios menores. La sociedad se dividiría en dos grandes grupos, la clase de los eruditos-aristócratas-funcionarios y la gran masa de población campesina. La primera disfruta del poder económico que le reporta la propiedad de la tierra, ostenta el poder político ocupando los cargos públicos y fue en la época imperial portavoz activo de la cultura china. Por encima de esta clase se encuentra el Gobierno, compuesto por la poderosa Monarquía y la abundante burocracia. También se integran en el nivel superior los comerciantes, los militares y sus seguidores. Los aristócratas, como gobernantes locales, protegían el sistema de derechos legales y consuetudinarios sobre el uso y tenencia de la tierra. En cada comunidad local, el aristócrata, generalmente letrado, ejercía numerosas funciones públicas, como la recaudación de fondos, la revisión de las obras públicas, el sostenimiento de las instituciones sociales de beneficencia y, en tiempos de disturbios, organizaban la milicia y la dirigían. El dominio continuo de estas familias aristocráticas sobre el campesino no se explica exclusivamente por la propiedad de la tierra sino porque proporcionaban miembros al grupo erudito del que se escogía a los funcionarios. Por su parte, el campesinado se organiza en primer lugar dentro de un sistema de parentesco y de forma secundaria como comunidad vecinal.
Normalmente, la aldea estaba constituida por un grupo de familias o clanes. El ciclo vital del campesino chino estaba vinculado a la tierra con el ciclo estacional de agricultura intensiva y, así, el ritmo de la vida y la muerte se relaciona con el cultivo y la recolección de la cosecha. Los emperadores manchúes practicaron con respecto al campesinado una política paternalista de carácter confucionista. A aquellos campesinos cuyas familias cultivaban la tierra durante varias generaciones se los consideró poseedores de un derecho legal sobre la superficie del suelo. El propietario conservaba sus derechos sobre el subsuelo, pero los campesinos podían vender y comprar las superficies. Dispusieron de la propiedad real, mientras que los propietarios conservaban la propiedad eminente. En definitiva, se mejoró la situación del campesinado. Aunque la dinastía Ching sostuvo, en teoría, la posibilidad de ascenso social en virtud de la capacidad o del mérito individual, esto sucedió en raras ocasiones. Bien es cierto que los exámenes de acceso a la función pública eran un mecanismo ciertamente democrático, mas el ingreso en la clase de los funcionarios quedaba, en la práctica, en manos de la aristocracia. Por último, queremos señalar que, a pesar de que tradicionalmente se ha presentado a la China como el ejemplo de una sociedad inalterada, con un orden social equilibrado, en realidad no faltaron crisis sociales, las cuales cristalizarían en la profunda crisis interna que coadyuvó a la penetración occidental.
La agricultura experimentó a lo largo del siglo XVIII continuos progresos debido en primer lugar a la política fiscal practicada por los Ching. Se abolieron las prestaciones de trabajo, se eximió del pago de impuestos a los territorios devastados y se concedieron generosas reducciones tributarias en caso de malas cosechas. En 1727 se fundió el impuesto personal con el territorial de tal manera que los campesinos sin tierras quedaron prácticamente exentos. El aumento demográfico condicionó la ampliación de la superficie cultivada, la diversificación de los tipos de cultivo y el aumento de los rendimientos por unidad de superficie de las especies cultivadas. En efecto, a los habituales cultivos (arroz, cebada, trigo), se sumaron nuevas especies todas ellas de origen americano, que permitieron obtener varias cosechas anuales y la puesta en cultivo de tierras marginales y pobres (maíz, cacahuete, patata dulce, sorgo...). En el siglo XVIII los cultivos industriales, tales como el algodón, el té o la caña de azúcar, estaban en plena expansión por su alta rentabilidad. La abolición del sistema de prestaciones personales y de la dependencia administrativa de los obreros cualificados constituyeron dos importantes factores que coadyuvaron a un notable desarrollo de la producción manufacturera. Las manufacturas textiles (algodón, cáñamo, seda) y las de cerámica trabajaban cada vez más para la exportación. Un último factor que contribuyó al dinamismo manufacturero consistió en la decreciente participación en la producción de las empresas estatales y, a la inversa, el papel más activo desempeñado por la empresa privada, como lo demuestra la supresión de la prohibición de superar la cifra de 100 telares para las manufacturas privadas.
El desarrollo del comercio acompañó el desenvolvimiento de la producción agrícola y manufacturera. Este comercio se realizó en el Norte con Rusia , a raíz del Tratado de Kiachta de 1727, consistente en el intercambio de pieles rusas por algodón, sedas y té chino. En el Sur se realizó, especialmente a partir de 1757, en Cantón, único puerto abierto al comercio europeo. Comercio importante, pero que no tuvo efectos multiplicadores para la inmensa mayoría de la población, ya que los comerciantes europeos sólo establecían relaciones con una corporación de mercaderes chinos privilegiados, hong, que tenían el monopolio de las compras y las ventas. Se comercia con el oro que en China resultaba más barato a causa de la escasez y alto precio de la plata; con el té, cuya demanda aumenta en Europa de forma acelerada, con las telas de algodón y seda y, finalmente, con los créditos. No obstante, los beneficios comerciales se basaban en gran parte en la usura, a través de los mecanismos de crédito, simplemente mediante la manipulación de los precios de compra y venta. Así pues, el espíritu de empresa consistía en explotar no tanto las condiciones de la producción mercantil, como las de la reglamentación estatal de la economía y del funcionamiento de las finanzas públicas. Pero la economía tradicional china tiene debilidades inherentes. La más grave quizá fuese la escasa capacidad para producir innovaciones institucionales o técnicas.
Aunque disponía de capital comercial a gran escala, no logró desarrollar un sistema capitalista genuino como el europeo. Por otro lado, la riqueza obtenida con la actividad comercial no se reinvertía en nuevas empresas comerciales o industriales, sino en la compra de distinciones, privilegios o en el mecenazgo artístico o cultural. Por fin, la ausencia de los derechos de primogenitura y el sistema del clan fueron grandes factores niveladores de la economía. Incapaz China de desarrollar un sistema de ciencia experimental, no pudo producir una gran revolución técnica. En el último cuarto del siglo XVIII era ya evidente que el nivel técnico de la economía no podía ya sostener a una población en continuo crecimiento.
El emperador es el jefe de la familia pero hace delegación de su autoridad absoluta en los miembros de su unidad familiar, quienes a su vez transmiten estos poderes a funcionarios menores. La sociedad se dividiría en dos grandes grupos, la clase de los eruditos-aristócratas-funcionarios y la gran masa de población campesina. La primera disfruta del poder económico que le reporta la propiedad de la tierra, ostenta el poder político ocupando los cargos públicos y fue en la época imperial portavoz activo de la cultura china. Por encima de esta clase se encuentra el Gobierno, compuesto por la poderosa Monarquía y la abundante burocracia. También se integran en el nivel superior los comerciantes, los militares y sus seguidores. Los aristócratas, como gobernantes locales, protegían el sistema de derechos legales y consuetudinarios sobre el uso y tenencia de la tierra. En cada comunidad local, el aristócrata, generalmente letrado, ejercía numerosas funciones públicas, como la recaudación de fondos, la revisión de las obras públicas, el sostenimiento de las instituciones sociales de beneficencia y, en tiempos de disturbios, organizaban la milicia y la dirigían. El dominio continuo de estas familias aristocráticas sobre el campesino no se explica exclusivamente por la propiedad de la tierra sino porque proporcionaban miembros al grupo erudito del que se escogía a los funcionarios. Por su parte, el campesinado se organiza en primer lugar dentro de un sistema de parentesco y de forma secundaria como comunidad vecinal.
Normalmente, la aldea estaba constituida por un grupo de familias o clanes. El ciclo vital del campesino chino estaba vinculado a la tierra con el ciclo estacional de agricultura intensiva y, así, el ritmo de la vida y la muerte se relaciona con el cultivo y la recolección de la cosecha. Los emperadores manchúes practicaron con respecto al campesinado una política paternalista de carácter confucionista. A aquellos campesinos cuyas familias cultivaban la tierra durante varias generaciones se los consideró poseedores de un derecho legal sobre la superficie del suelo. El propietario conservaba sus derechos sobre el subsuelo, pero los campesinos podían vender y comprar las superficies. Dispusieron de la propiedad real, mientras que los propietarios conservaban la propiedad eminente. En definitiva, se mejoró la situación del campesinado. Aunque la dinastía Ching sostuvo, en teoría, la posibilidad de ascenso social en virtud de la capacidad o del mérito individual, esto sucedió en raras ocasiones. Bien es cierto que los exámenes de acceso a la función pública eran un mecanismo ciertamente democrático, mas el ingreso en la clase de los funcionarios quedaba, en la práctica, en manos de la aristocracia. Por último, queremos señalar que, a pesar de que tradicionalmente se ha presentado a la China como el ejemplo de una sociedad inalterada, con un orden social equilibrado, en realidad no faltaron crisis sociales, las cuales cristalizarían en la profunda crisis interna que coadyuvó a la penetración occidental.
La agricultura experimentó a lo largo del siglo XVIII continuos progresos debido en primer lugar a la política fiscal practicada por los Ching. Se abolieron las prestaciones de trabajo, se eximió del pago de impuestos a los territorios devastados y se concedieron generosas reducciones tributarias en caso de malas cosechas. En 1727 se fundió el impuesto personal con el territorial de tal manera que los campesinos sin tierras quedaron prácticamente exentos. El aumento demográfico condicionó la ampliación de la superficie cultivada, la diversificación de los tipos de cultivo y el aumento de los rendimientos por unidad de superficie de las especies cultivadas. En efecto, a los habituales cultivos (arroz, cebada, trigo), se sumaron nuevas especies todas ellas de origen americano, que permitieron obtener varias cosechas anuales y la puesta en cultivo de tierras marginales y pobres (maíz, cacahuete, patata dulce, sorgo...). En el siglo XVIII los cultivos industriales, tales como el algodón, el té o la caña de azúcar, estaban en plena expansión por su alta rentabilidad. La abolición del sistema de prestaciones personales y de la dependencia administrativa de los obreros cualificados constituyeron dos importantes factores que coadyuvaron a un notable desarrollo de la producción manufacturera. Las manufacturas textiles (algodón, cáñamo, seda) y las de cerámica trabajaban cada vez más para la exportación. Un último factor que contribuyó al dinamismo manufacturero consistió en la decreciente participación en la producción de las empresas estatales y, a la inversa, el papel más activo desempeñado por la empresa privada, como lo demuestra la supresión de la prohibición de superar la cifra de 100 telares para las manufacturas privadas.
El desarrollo del comercio acompañó el desenvolvimiento de la producción agrícola y manufacturera. Este comercio se realizó en el Norte con Rusia , a raíz del Tratado de Kiachta de 1727, consistente en el intercambio de pieles rusas por algodón, sedas y té chino. En el Sur se realizó, especialmente a partir de 1757, en Cantón, único puerto abierto al comercio europeo. Comercio importante, pero que no tuvo efectos multiplicadores para la inmensa mayoría de la población, ya que los comerciantes europeos sólo establecían relaciones con una corporación de mercaderes chinos privilegiados, hong, que tenían el monopolio de las compras y las ventas. Se comercia con el oro que en China resultaba más barato a causa de la escasez y alto precio de la plata; con el té, cuya demanda aumenta en Europa de forma acelerada, con las telas de algodón y seda y, finalmente, con los créditos. No obstante, los beneficios comerciales se basaban en gran parte en la usura, a través de los mecanismos de crédito, simplemente mediante la manipulación de los precios de compra y venta. Así pues, el espíritu de empresa consistía en explotar no tanto las condiciones de la producción mercantil, como las de la reglamentación estatal de la economía y del funcionamiento de las finanzas públicas. Pero la economía tradicional china tiene debilidades inherentes. La más grave quizá fuese la escasa capacidad para producir innovaciones institucionales o técnicas.
Aunque disponía de capital comercial a gran escala, no logró desarrollar un sistema capitalista genuino como el europeo. Por otro lado, la riqueza obtenida con la actividad comercial no se reinvertía en nuevas empresas comerciales o industriales, sino en la compra de distinciones, privilegios o en el mecenazgo artístico o cultural. Por fin, la ausencia de los derechos de primogenitura y el sistema del clan fueron grandes factores niveladores de la economía. Incapaz China de desarrollar un sistema de ciencia experimental, no pudo producir una gran revolución técnica. En el último cuarto del siglo XVIII era ya evidente que el nivel técnico de la economía no podía ya sostener a una población en continuo crecimiento.