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Datos principales
Desarrollo
Las mujeres indias, formalmente protegidas y ensalzadas dentro del nuevo orden, sufrieron no obstante una pérdida real de su bienestar y reconocimiento social. Las nobles, exceptuando a las que con su opulenta dote lograron hacer un buen matrimonio, perdieron su antigua posición distinguida, desde el momento en que tuvieron que mezclarse con las pequeñas macehuales en clases de catecismo de los atrios conventuales. En muchos casos se limitaron a conservar la honrosa dignidad de su nombre familiar, que años más tarde proporcionaría a sus descendientes privilegios caballerescos más nominales que reales. Durante 200 años se cerraron para ellas las puertas de colegios y conventos a los que sólo podían ingresar como mozas o sirvientas. Las de familias humildes, mientras residieron en sus antiguas comunidades, sufrieron la pobreza general y se convirtieron en guardianas de viejas tradiciones. Las que vivieron en los barrios de las ciudades o haciendas y reales mineros, se vieron arrastradas por los cambios de sus patrones, se resistieron a renunciar a sus lenguas y costumbres y lograron contribuir a la formación de una nueva cultura y una nueva sociedad, la de los criollos aferrados a su orgullo hispano, pero apegados a un mundo muy diferente al de sus antepasados. Sirvientas, vendedoras o artesanas, estas mujeres indias, capaces de hablar castellano y de asistir a Misa a la vez que invocaban a sus dioses y cantaban en su lengua, no recibieron más instrucción que la de su propio hogar y la de sus patrones criollos.
Gráfico Las indias, doncellas o viudas, herederas de ricos cacicazgos o señoríos, fueron solicitadas en matrimonio por los españoles, que podían administrar los bienes de sus esposas, sin menoscabo de los derechos de ellas. Las que carecían de tierras y vasallos permanecieron en sus pueblos o se trasladaron a las ciudades y villas, donde pronto se incorporaron al servicio doméstico. Las más acomodadas se asimilaron a la sociedad criolla, por conveniencia o necesidad; las que permanecieron en el medio rural vivieron con menos dramatismo las transformaciones impuestas por los conquistadores, que en muchos casos eran compatibles con las costumbres prehispánicas. Las que pasaron a ser cocineras, recamareras o mozas de los hogares españoles desempeñaron un papel fundamental en la indianización de los conquistadores que insensiblemente dejaban de ser españoles para convertirse en americanos. Los matrimonios mixtos, fomentados en los primeros momentos de la conquista, como medio de establecer lazos con la población autóctona y consolidar la colonización, fueron tolerados durante el resto del período colonial. Contraer matrimonio con mujeres indígenas, sobre todo si éstas eran descendientes de la nobleza precolombina, podía reportar beneficios económicos y políticos. Fue la Iglesia la que se ocupó de proteger a la mujer indígena, liberándola de antiguas esclavitudes. En el caso de la extirpación de la poligamia se estableció, por ejemplo, se arbitraron medidas para dotar a las mujeres repudiadas o para facilitarles medios de subsistencia.
Las mujeres indias reflejaban con su atuendo su lugar social. No era lo mismo vivir en una comunidad que estar desarraigada. Incluso dentro de una comunidad había distintas jerarquías; también había diferencias por regiones. Las mujeres por lo general vestían el huipil (un tipo de delantal) con una gran variedad de diseños y bordados. Había una variante del huipil tradicional, una pieza transparente que se ponía sobre la camisa, en color blanco, bordada o con cintas de colores, posiblemente de gasa o encaje, que no tuvo antecedentes en el mundo prehispánico. Se acompañaba de una amplia basquiña. La elegancia y delicadeza de este huipil y la basquiña con ahuecador permite suponer que este atavío lo usaban sólo las indias pertenecientes a un alto rango social. Sin embargo, el huipil tradicional se combinaba con el enredo, tipo de falda pegada hasta el tobillo o la espinilla, de origen prehispánico. Otra prenda indígena tradicional que sobrevivió fue el queuxquémitl, formado por dos piezas unidas caídas en forma triangular sobre el pecho y la espalda. Las indias solían cubrirse la cabeza con un paño blanco rectangular, doblado con las puntas hacia abajo. Algunos suponen que su función era sostener cargas, pero más bien servía para protegerse del sol, ya que formaba una especie de visera. Algunos más finos se remataban con un encaje. Era frecuente en las indias el uso del ayate, de época prehispánica, para cargar objetos o niños en la espalda. Zapatillas, huaraches o el pie descalzo, corales negros o rojos, chiqueadores en algunos casos y cabellos trenzados completaban el atuendo, en que una vez más se apreciaba la mezcla de prendas y estilos.
Gráfico Las indias, doncellas o viudas, herederas de ricos cacicazgos o señoríos, fueron solicitadas en matrimonio por los españoles, que podían administrar los bienes de sus esposas, sin menoscabo de los derechos de ellas. Las que carecían de tierras y vasallos permanecieron en sus pueblos o se trasladaron a las ciudades y villas, donde pronto se incorporaron al servicio doméstico. Las más acomodadas se asimilaron a la sociedad criolla, por conveniencia o necesidad; las que permanecieron en el medio rural vivieron con menos dramatismo las transformaciones impuestas por los conquistadores, que en muchos casos eran compatibles con las costumbres prehispánicas. Las que pasaron a ser cocineras, recamareras o mozas de los hogares españoles desempeñaron un papel fundamental en la indianización de los conquistadores que insensiblemente dejaban de ser españoles para convertirse en americanos. Los matrimonios mixtos, fomentados en los primeros momentos de la conquista, como medio de establecer lazos con la población autóctona y consolidar la colonización, fueron tolerados durante el resto del período colonial. Contraer matrimonio con mujeres indígenas, sobre todo si éstas eran descendientes de la nobleza precolombina, podía reportar beneficios económicos y políticos. Fue la Iglesia la que se ocupó de proteger a la mujer indígena, liberándola de antiguas esclavitudes. En el caso de la extirpación de la poligamia se estableció, por ejemplo, se arbitraron medidas para dotar a las mujeres repudiadas o para facilitarles medios de subsistencia.
Las mujeres indias reflejaban con su atuendo su lugar social. No era lo mismo vivir en una comunidad que estar desarraigada. Incluso dentro de una comunidad había distintas jerarquías; también había diferencias por regiones. Las mujeres por lo general vestían el huipil (un tipo de delantal) con una gran variedad de diseños y bordados. Había una variante del huipil tradicional, una pieza transparente que se ponía sobre la camisa, en color blanco, bordada o con cintas de colores, posiblemente de gasa o encaje, que no tuvo antecedentes en el mundo prehispánico. Se acompañaba de una amplia basquiña. La elegancia y delicadeza de este huipil y la basquiña con ahuecador permite suponer que este atavío lo usaban sólo las indias pertenecientes a un alto rango social. Sin embargo, el huipil tradicional se combinaba con el enredo, tipo de falda pegada hasta el tobillo o la espinilla, de origen prehispánico. Otra prenda indígena tradicional que sobrevivió fue el queuxquémitl, formado por dos piezas unidas caídas en forma triangular sobre el pecho y la espalda. Las indias solían cubrirse la cabeza con un paño blanco rectangular, doblado con las puntas hacia abajo. Algunos suponen que su función era sostener cargas, pero más bien servía para protegerse del sol, ya que formaba una especie de visera. Algunos más finos se remataban con un encaje. Era frecuente en las indias el uso del ayate, de época prehispánica, para cargar objetos o niños en la espalda. Zapatillas, huaraches o el pie descalzo, corales negros o rojos, chiqueadores en algunos casos y cabellos trenzados completaban el atuendo, en que una vez más se apreciaba la mezcla de prendas y estilos.