SEGUNDO DESCUBRIMIENTO
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Datos principales
Desarrollo
Del Batel Santiago En el Nombre de la Sanctísima Trenidad salió Pedro Sarmiento en el batel de la Capitana nombrado Sanctiago, y con Él Anton Páblos, Piloto de la Capitana, y Lamero, PilotoMayor de la Almiranta, y catorce Soldados marineros con arcabuces, espadas y rodelas, y con comida para ocho dias, viérnes once del mes de Diciembre de 1579 á las ocho horas de la mañana, para descubrir la Mar y Puerto, para la Boca del Estrecho. Del Puerto-Bermejo fuimos á la Punta de la Anunciada ya dicha en el Primer Descubrimiento. Desde la Anunciada se descubrió otra Punta un quarto de legua al Sudueste y desde allí vuelve la Costa al Sudueste quarta del Oeste dos leguas hasta una Punta que llamamos Nuestra-Señora-de-la-Peña-de-Francia. Tiene á la punta cerca de tierra un faralloncillo chico. En esta distancia de las dos leguas hace dos Ensenadillas. Desde la Anunciada descubrimos un Cabo gordo de mar en fuera de la tierra de mano izquierda al Sudueste quarta al Sur (toma algo del Sudueste) seis leguas. Llamóse Cabo de Sanctiago. Prosiguiendo nuestro viage pusímonos algo a sotavento de la Punta de la Anunciada, y desde allí atravesamos el Brazo y Golfo de la Concepcion a la vela la vuelta del Sur. Y en este brazo, al Sueste de la Anunciada dos leguas, está un Isléo chico, y luego tras este Isléo sigue una andana de siete Islotes chiquitos Nordeste-Sudueste, unas por otras en espacio de legua y media todas. Y atravesando la vuelta del Sur los dos tercios del camino, y al Sueste el un tercio, llegamos á un ancon que llamamos de los-Arrecifes por tener muchos, tres leguas de la Anunciada.
Desde aquí vuelve la costa de mano izquierda al Sudueste quarta al Sur 300 pasos hasta una puntilla. Desde esta puntilla se descubrió un islote alto, que llamamos de San-Buenaventura Nor-nordeste-susudueste, legua y media. Desde el islote de San-Buenaventura está otro islote menor la vuelta del Norte quarta al Nordeste, media legua. Llamáse isla de Lobos, porque los vimos allí rmui grandes; y de la una Isla á la otra hai una restinga que revienta la mar en ella. Isla de Lobos demora con el Cabo de Sanctiago Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur, y toma de la media partida, quatro leguas. Cerca de Isla de Lobos hai ocho brazas, piedras, entre muchas hierbas. La tierra que va entre Ancon de Arrecifes y la isla de San-Buenaventura (digo desde ancon de Arrecifes hasta el parage de San-Buenaventura), hace una gran anconada, y corre legua y media hasta una punta y ensenada que llamamos ensenada de San Francisco. Aquí desembarcamos en tierra por ser ya tarde para hacer noche. Y estándonos alojando, tiró un soldado un arcabuzazo á unas aves, y á la respuesta del arcabuz dieron muchas voces unos indios que estaban en una montaña en la otra parte desta ensenada: y al primer grito pensamos ser lobos-marinos hasta que los vimos desnudos y colorados los cuerpos, porque se untan estos, segun despues vimos, con tierra colorada. Y por entender lo que era, embarcámonos en el batel, y fuimos adonde la gente estaba; y llegados cerca, vimos unos en una breña entre unos árboles de montaña espesa, y entre ellos un viejo con una capa de pellejo de lobo-marino que mandaba y hablaba á los otros: y en la costa brava junto á la mar, entre unos peñascos, estaban quince mancebos desnudos totalmente; y llegados á ellos con señas de paz, nos señalaban con grandes voces é instancia con las manos acia donde dexábamos los navíos: y llegándonos mas á las peñas les señalamos se llegasen y les daríamos de lo que llevábamos.
Llegáronse, y dímosles de lo que teníamos. Sarmiento les dió dos paños de manos y un tocador, que otra cosa no tenía allí; y los pilotos, y soldados les dieron algunas cosas con que ellos quedaron contentos. Dímosles vino, y derramáronlo despues que lo proaron: dímosles vizcocho, y comíanlo; y no se aseguraron con todo esto. Por lo qual, y porque estábamos en costa brava á peligro de perder el batel, nos volvimos al alojamiento primero, y les diximos por señas que fuesen allá. Y llegados al alojamiento, Sarmiento puso dos centinelas por la seguridad, y para procurar de tomar alguno para lengua; y con la buena diligencia que se puso se tomó uno dellos, y luego Pedro Sarmiento lo abrazó y halagó: y tomando de unos y de otros algunas cosillas, lo vistió y lo metieron en el batel, y nos embarcamos todos, y partimos de allí ya quasi noche, y fuimos á parar á tres Islotes que están en triángulo una legua de la Punta donde vimos esta gente; y por esto la nombramos punta de la Gente, Nornordeste-susudueste las islas con la Punta. Llamamos á estas Isletas, de la Dormida, porque fuimos allí á hacer noche y parar. La tierra que está entre la Punta de la Gente, y las islas de la Dormida hace un gran Ancon, y es costa brava de mucha reventacion. No saltamos en las islas porque llegamos mui noche. Dormimos en el batel. Sábado 12 de Diciembre partimos destas Isletas de la Dormida, que están juntas con la Tierra grande. Desde estas Islas vimos una Sierra alta Norte-sur, quarta de Nordeste-sudeste tres leguas.
A esta Sierra llamamos la Silla, porque hace una gran sillada en la cumbre: y en esta distancia hai un gran boqueron y todo lleno de Islotes y baxos y herbazales. Este día amaneció claro, y el sol salió al Sueste franco, estando el Sol en el trópico de Capricornio, y nosotros cincuenta y un grados, y fuimos á la vela con vientecillo nor-nordeste bonancible. La figura y señas de la Silla son estas. Las isletas de la Dormida con el cabo de Sanctiago demoran uno por otro Leste-oeste franco; y el cabo de Sanctiago con la Silla, Noroeste-sueste: toma de la quarta del Leste seis leguas. Al Noroeste de la Silla, media legua, hai un islote que nombramos isla de Páxaros, porque tiene muchos; y entre esta Isla y la Silla hai diez y siete Islotes pequeñitos. Desde la Silla descubrimos una isla que tiene un morro alto partido, todo de piedra, que nombramos la Roca- partida, Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur dos leguas y media. Demora con la isla de Páxaros Norte-sur quarta de Nordeste-sudueste: toma de la media partida. Al Sudueste quarta al Sur de la Silla, una legua hay mu- chas baxas que revienta la mar en ellas. Llegamos á la Roca-partida á mediodía, y desde esta isla descubrimos un Cabo gordo de tierra al Sudueste quarta al Sur de la Roca, cinco leguas. Llamamos á este cabo de Sancta-Lucía. Al Oessudueste de la Roca-partida, dos leguas de la mar, están dos farallones, y desde ellos sale una andana de baxos y faralloncillos: los baxos baña la mar que revienta en ellos, y los faralloncillos hacen un arco que cercan la isla en arco por el Oeste y Norte y Nordeste, y dentro hacen un corral lleno de baxos y herbazales.
Salimos á comer á esta isla á mediodía, y tomamos el Sol en tierra en cincuenta y un grados y un sexmo. Demora el cabo de Sanctiago de esta Isla Nornoroeste-susueste. Esta isla tiene por la banda del Norte buena madera para guiones de remos, yagua; y por la banda del Leste tiene Puerto razonable grande, aunque en tierra hay tumbo de mar. Hay agua dulce. No podrán entrar aquí Naos grandes, porque toda la Isla es cercada de bajos: Quatro ayustes de tierra tiene siete brazas, fondo piedra. Desde esta Isla navegamos por la parte del Leste della la vuelta del Sudueste en demanda del Cabo de Sancta-Lucía; y en el camino es toda la mar cuajada de bajos, peñascos, islotes y herbazales: y dos leguas ántes de llegar a la tierra del Cabo, poco mas, ó ménos, parte la tierra una canal que entra Nornordeste-susudueste una legua. Llamámosla canal de San-Blas; y á la boca della hay muchos islotes altos al Sueste y al Leste y al Noroeste. Yendo á la vela por medio de los bajos comenzó á refrescar el viento con refriegas, que nos fué forzoso dejar el camino que llevábamos al cabo de Sancta-Lucía, y arribar á popa á nos abrigar; y entramos á la vela por la canal de San-Blas, por la cual íbamos alegres creyendo que habíamos hallado abrigo por donde sin peligro podríamos salir á la mar otra vez; y por esto nos dejamos ir: y una refriega que vino arrebató el mástel, y hecho pedazos, dió con él y con la vela en el agua: y metida otra vez en el batel, seguimos al remo la canal adentro; y quando creímos que salíamos á la mar nos hallamos ensenados al cabo de haber andado legua y media.
Desto nos afligimos todos, porque como los tiempos eran contrarios y pesados para volver á la vela; y al remo contra mar y viento es dificultosísimo, y por allí parecía imposible á fuerzas humanas. Y para desengañarnos del todo, y ver si por alguna via había salida, por que por abajo no se discernía todo bien, saltamos en tierra; y Pedro Sarmiento y los Pilotos y otros algunos subieron á una sierra mui alta mas que todas las comarcanas, y desde arriba descubrimos la mar, y vimos que la canal no tenía salida por allí, y por menos de un tiro de piedra no se juntaban una canal que venía de la banda de Sudueste y un Ancon del Oeste. Recibimos desto mucha pena; pero encomendándonos á Dios tomamos Posesion por Su Magestad: y púsose una cruz pequeña en lo alto, y llamamos al monte de la Vera-Cruz, y bajamos adonde habíamos dejado el batel y los demás compañeros, y aquí quedamos esta noche. Domingo por la mañana 13 de Diciembre volvimos por la canal á fuera, y en saliendo á la mar vimos tanta tormenta que nos fue forzoso arrimarnos á unas peñas para solo abrigarnos de la tempestad, sin poder salir en tierra. Lúnes por la mañana 14 del mes trabajamos por salir á la mar y hacer nuestro camino, y en desabrigándonos de las peñas hubiéramos de perecer por la gran mar y viento: y así nos fué forzoso volvernos arribando á las peñas donde habíamos salido; y al cuarto del alba se huyó el Indio, que habíamos tomado, al que velaba: y embiándole á buscar de rama en rama, y de peña en peña; por la orilla del mar, le halló el guarda á quien se había huido; y echándole mano de una camiseta que llevaba vestida se la dejó en las manos, y se arrojó á la mar, y se le fué.
Este dia, que fué mártes, hizo gran tormenta, y no pudimos salir; y á mediodía abrió el Sol y tomamos la altura en cincuenta y un grados y un cuarto. Llamamos á esta isla: Do se huyó el Indio. El mártes á la tarde pareció abonanzar la mar algo por una de las canales: y pareciendo ser mejor volvernos á los navíos que ir adelante, porque ya no teníamos mantenimientos, y por ganar algo, salimos destas peñas; y en saliendo á la mar por entre los baxos, hallamos mucha mar y viento y forzamos de ir adelante, y hubiéramos de anegar con golpes de mar: por lo qual nos fué forzoso arribar, y con grandísimo trabajo pudimos tomar el abrigo de otras peñas donde nos arrimamos por abrigarnos de la tempestad. Eran estas peñas de gran aspereza de puntas agudísimas frisadas, que no había donde poner los pies; y para hacer lumbre nos metimos en una sopeña, toda manantial sucísimo. Miércoles 16. de Diciembre salimos destas peñas para ir a la Roca-partida; y llegamos sobre los bajos, cargó tanta tempestad que pensamos perecer, y fué forzoso arribar á popa, y fué servido Dios que huyendo los mares, salimos dentre los bajos, y nos abrigamos detrás de otras peñas asperisimas, peores que las pasadas, que eran como erizos, que nos hizo luego pedazos los calzados, que los cortaba como navajas. Aquí estuvimos esperando que abonanzase algo aquella tempestad general de viento Oeste y Oessudueste con aguaceros y granizo heladisimo. Tomamos aquí el altura en cincuenta y un grados y un cuarto.
La mesma tempestad hizo el juéves, y no pudimos salir. El viérnes 18 del mes pareció abonanzar algo el norte, y salimos con el batel á la mar; y por ir á barlovento por entre los baxos, por poder tomar la Roca-partida, que nos metimos en medio de todos ellos; y cargó tanto el norueste y metió tanto mar que no pudimos romper para ir adelante, y por no anegarnos arribamos á popa hasta salir de los baxos, que son muchos y muy peligrosos, y lo que es peor las hierbas que se crian entre ellos, que no dejan salir ni romper al batel si acaso acierta á entrar entre algun herbazal. Por tanto sea aviso que en viendo por aquí herbazal huyan dél, porque es bajo, y no se fien por no ver reventar la mar en todas partes, porque la mesma hierba, aunque sea muy baja, quita á la mar que no reviente tanto como donde no la hay, y así es peligrosísimo. Abre el ojo. Y en saliendo de los bajos, fuimos cortando la vuelta del Leste tomando los mares á popa por escapar de la muerte: y estando como media legua de los peligros fuimos cortando entre mar y mar la vuelta de la Roca-partida; y reventando los fuertes marineros á fuerza de brazos, huyendo de un cabo y acometiendo á otro fue Dios servido que ese dia ántes de anochecer llegamos á la ensenada de la Roca-partida, aunque por rodéos, que anduvimos el camino doblado; y con el Credo en la boca. Este puerto de la Roca-partida es ensenada de playa de arena; pero no es para navíos, sinó para bateles, ó bergantines. Está apartada de la tierra del Leste legua y media: hay poco marisco y mucha leña buena y, al un cabo de la playa debaxo de la mesma Roca-partida, hay una gran cueva en una sopeña.
Aquí hay abrigo para poder estar mucha gente alojada. Aquí hallamos gran rastro de gente y una osamenta y armadura entera de hombre ó mujer. Hay en la playa tumbo de mar y refriegas. Estuvimos aquí dos dias y dos noches por las grandes tempestades: y porque ya nos faltaba la comida, y por socorrer a los navíos, salimos contra tiempo, domingo 20 de Diciembre: y queriendo baxar la isla por ponernos á barlovento, llegamos á los baxos que la Isla tiene al Nordeste, y hallamos mucha mar y viento y orgullo de corriente que rompía por todas partes; que por no perdernos fué forzoso arribar á popa la vuelta de una grande ensenada, que parecía en la tierra la vuelta de Lesnordeste lo mas cercano que parecía, por no volver a la Isla. Y como iba llegándose la noche, cargó la cerrazon tanto que perdimos la tierra de vista, y así íbamos navegando á ciegas, hasta que llegando cerca de tierra víamos la reventazon de la costa, y no se parecía la tierra, y como víamos reventar la mar por todas partes llevábamos gran temor de perdernos, no viendo parte que no fuese costa brava; y tenernos á la mar no podíamos, y qualquiera cosa era peligro de muerte: y así caminando por la reventazon nos fué anocheciendo; y anochecídonos cerca de tierra, por el blanco de la reventazon fuimos a demandar la tierra encomendándonos á Nuestra Señora de Guadalupe: y guiándonos su Divina Magestad, entramos á escuras en una ensenada abrigada de todos vientos, donde estuvimos aquella noche con harto contento, pareciéndonos cada vez que surgiamos que nos hallábamos resucitados.
Llamamos á est a Ensenada de Nuestra-Señora-de-Guadalupe por lo dicho. ¡A Ella sean dadas infinitas gracias! Lúnes por la mañana embió Pedro Sarmiento dos hombres por diferentes partes por los altos á ver si una canal que iba al Leste y otra al Norte desde esta ensenada, iba adelante: Y uno de ellos trajo por aviso que una de las canales iba mui la tierra adentro, y que había visto venir una piragua con gente india; por lo qual, y por excusar el peligro de la furia de la mar, y por buscar algun buen paso y reparo para los navíos, fuimos por aquella canal por donde se dijo venía la piragua; y en saliendo de la ensenada de Guadalupe se partía en dos brazos: el uno iba al Leste, que era el mayor, y otro al Nordeste; y por éste encaminamos, y dende á media legua que entramos, hallamos la piragua con cuatro ó cinco indios. Fuimos á ellos, los quales en viéndonos se llegaron a la costa, y saliendo á tierra dejaron la piragua y se metieron al monte. Tomamos la piragua, y metiendo en ella al Piloto Hernando de Lamero y otros cuatro hombres, pasó el batel adelante hasta otra punta donde parecía mas gente: y llegados allá, no hallamos á nadie sinó una sola choza baja y redonda hecha de varas en tierra, y cubierta de cortezas anchas de árboles y cueros de lobo marino, saltaron dos Marineros en tierra, y no hallaron en la choza sinó cestillos y marisco y redecillas y guesos para harpones de fisgar, y unos zurroncillos de la tierra bermeja con que se untan todos estos indios el cuerpo: y habiendo recibido al Piloto, que quedó en la piragua, y había entrado la tierra adentro con otro hombre á espiar en el batel, y á los demas, dejamos la piragua á los indios, y seguimos la canal al Nordeste hasta la noche, tres leguas, porque nos detuvimos mucho con la piragua.
Fuimos por esta canal con pena, porque á cada recodo que hacía nos parecia que no pasaba adelante y que estábamos ensenados. Mártes por la mañana seguimos la canal que desde la dormida volvía al Oeste quarta al Sudueste una legua, y media legua al Sudueste: y aquí salimos á la mar otra vez como una legua de la Ensenada de Nuestra Señora de Guadalupe: y al salir, vimos volver otra canal Norte. Fuimos por ella una legua, y vimos ser isla la sierra de la Silla; y seguimos al Norte. Y en pasando la isla de la Silla hai legua y media de abra llena de baxos, isléos y corrientes, que sale á la canal grande de la Concepcion llamóse esta isla de San-Martin del Pasage. En esta legua y media tardamos hasta la noche desde antes de mediodía por causa de las grandes corrientes contrarias que hallamos y viento norte por la proa. La costa del Leste es brava y tierra alta peñascosa; y de trecho á trecho hay bocas: y la abra por donde atravesamos, que sale á la Concepcion, está toda cercada y cerrada de isléos y bajos. Llegamos á las espaldas de la tierra donde tomamos el indio que se nos huyó, y vimos ser isla. Nombrámosla isla de San Francisco; y entrando por la canal, entre ella y la tierra del Leste, hay seis isléos y baxos á la boca. Hicimos noche en esta isla de San Francisco. Miércoles 23 del mes partimos desta isla de San Francisco, que tiene por la parte desta canal, muchas caletas y anconcillos, que son buenos reparos para bateles y bergantines, y á las entradas muchos hierbazales: y la costa de la otra banda tiene tres abras á trechos.
Sigue la canal al Norte á legua poco mas y menos de ancho por toda ella; y la tierra quebrada, que es la costa del Leste desta canal, sigue al Norte dos leguas, y de allí vuelve al Lesnordeste la vuelta dej angostura que adelante se verá: y desde donde escota la costa, mudando derrota siguen unos islotes bajos montosos una legua Norte-sur; y la costa de la isla de San Francisco corre Norte-sur hasta llegar en parage de unos arrecifes que están á la punta de los islotes, Leste-oeste quarta de Nordeste-sudueste, un cuarto de legua de canal entre uno y otro. Llamamos á la postrera punta de esta isla de San Francisco, punta de Clara; y á la frontera, de arrecifes; y á la canal por do veníamos ahora, de Sancta Clara. Desde la punta de Arrecifes vuelve la costa de la tierra quebrada al Susueste poco, y luego al Sueste; y entre ella y la cordillera de tierra-firme pareció abrir canal. Vimos la boca ancha y clara, la vuelta del Leste. Por entre estas dos puntas Clara y de Arrecifes se junta la canal de Sancta-Clara con la grande de Nuestra-Señora-de-la-Concepcion; y mas al Norte como un cuarto de legua sale otra punta que tiene un farallon en ella. Entre esta punta del Farallon, y la punta Clara se hace una canal que parte la punta de Clara en isla, y desde allí vuelve aquella costa al Les-sudueste, y hay muchos isléos que van hasta en ancon de Arrecifes, donde comimos cuando salimos de la Anunciada y Puerto-Bermejo. Jueves 24 de Diciembre salimos desta isla y punta Clara de San Francisco, aunque ventaba norte; y atravesamos el brazo de la Concepcion.
Corrían las aguas al Nordeste con la maréa creciente, y tomamos en la otra costa á barlovento de la Anunciada: y con la corriente llegamos muy temprano al puerto Bermejo donde estaban los Navíos, ya sin bocado de mantenimiento; que con habello moderado muy menudamente, lo que llevábamos para ocho dias para trece, esa mañana que llegamos se había acabado, y no se acabara en esos tres dias sinó nos viéramos tan cerca de los navíos, aunque no había para una razonable comida. ¡Gloria a Dios Nuestro Señor que todo lo cumple y suple con su sanctísima gracia! Hallamos el bergantin armado del todo, y del un lado entablado y calafateado y breado, y del otro cuasi; y supimos que miéntras el General había ido a descubrir habían venido indios á un monte sobre el puerto-Bermejo, y fueron á ellos, y tomaron uno, y lleváronlo á la Almiranta, y se huyó. Viérnes 25 de Diciembre, primer dia de Pascua de Navidad, no se trabajó en el bergantin por la solemnidad de la fiesta, y también llovió tanto que estorbara mucho á los que habían de trabajar fuera del toldo; y ventó norte. Sábado 26 del mes ventó Sudueste frio y helado, con que aclaró el cielo, porque en esta Region los nortes son templados, y llueven mucho; pero son furiosísimos, y lo mesmo se dice del Nordeste: y desde el Nordeste al Sudueste son muy frios, y el Oeste el mas tormentoso de todos; pero dura menos que todos, y abonanza breve: y así se tiene por sabida experiencia, que quando hay fortuna de Norte y Noroeste, en saltando al oeste se sabe que va acabando la tormenta, y aclara el cielo y la tierra, aunque con mucha furia y frio. Como no pudimos hallar puerto bueno, ni pasage seguro para llevar los navíos, Pedro Sarmiento, con parecer del Almirante y Pilotos, determinó de ir á tentar la boca que parecía al Leste hacia la cordillera Nevada de la tierra-firme, porque tenía por cierto que había canal que salía por la otra parte del cabo de Sancta-Lucía; y á ser así, y haber buen pasage, era lo que convenía para llevar los Navíos seguros miéntras se acababa el bergantin.
Desde aquí vuelve la costa de mano izquierda al Sudueste quarta al Sur 300 pasos hasta una puntilla. Desde esta puntilla se descubrió un islote alto, que llamamos de San-Buenaventura Nor-nordeste-susudueste, legua y media. Desde el islote de San-Buenaventura está otro islote menor la vuelta del Norte quarta al Nordeste, media legua. Llamáse isla de Lobos, porque los vimos allí rmui grandes; y de la una Isla á la otra hai una restinga que revienta la mar en ella. Isla de Lobos demora con el Cabo de Sanctiago Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur, y toma de la media partida, quatro leguas. Cerca de Isla de Lobos hai ocho brazas, piedras, entre muchas hierbas. La tierra que va entre Ancon de Arrecifes y la isla de San-Buenaventura (digo desde ancon de Arrecifes hasta el parage de San-Buenaventura), hace una gran anconada, y corre legua y media hasta una punta y ensenada que llamamos ensenada de San Francisco. Aquí desembarcamos en tierra por ser ya tarde para hacer noche. Y estándonos alojando, tiró un soldado un arcabuzazo á unas aves, y á la respuesta del arcabuz dieron muchas voces unos indios que estaban en una montaña en la otra parte desta ensenada: y al primer grito pensamos ser lobos-marinos hasta que los vimos desnudos y colorados los cuerpos, porque se untan estos, segun despues vimos, con tierra colorada. Y por entender lo que era, embarcámonos en el batel, y fuimos adonde la gente estaba; y llegados cerca, vimos unos en una breña entre unos árboles de montaña espesa, y entre ellos un viejo con una capa de pellejo de lobo-marino que mandaba y hablaba á los otros: y en la costa brava junto á la mar, entre unos peñascos, estaban quince mancebos desnudos totalmente; y llegados á ellos con señas de paz, nos señalaban con grandes voces é instancia con las manos acia donde dexábamos los navíos: y llegándonos mas á las peñas les señalamos se llegasen y les daríamos de lo que llevábamos.
Llegáronse, y dímosles de lo que teníamos. Sarmiento les dió dos paños de manos y un tocador, que otra cosa no tenía allí; y los pilotos, y soldados les dieron algunas cosas con que ellos quedaron contentos. Dímosles vino, y derramáronlo despues que lo proaron: dímosles vizcocho, y comíanlo; y no se aseguraron con todo esto. Por lo qual, y porque estábamos en costa brava á peligro de perder el batel, nos volvimos al alojamiento primero, y les diximos por señas que fuesen allá. Y llegados al alojamiento, Sarmiento puso dos centinelas por la seguridad, y para procurar de tomar alguno para lengua; y con la buena diligencia que se puso se tomó uno dellos, y luego Pedro Sarmiento lo abrazó y halagó: y tomando de unos y de otros algunas cosillas, lo vistió y lo metieron en el batel, y nos embarcamos todos, y partimos de allí ya quasi noche, y fuimos á parar á tres Islotes que están en triángulo una legua de la Punta donde vimos esta gente; y por esto la nombramos punta de la Gente, Nornordeste-susudueste las islas con la Punta. Llamamos á estas Isletas, de la Dormida, porque fuimos allí á hacer noche y parar. La tierra que está entre la Punta de la Gente, y las islas de la Dormida hace un gran Ancon, y es costa brava de mucha reventacion. No saltamos en las islas porque llegamos mui noche. Dormimos en el batel. Sábado 12 de Diciembre partimos destas Isletas de la Dormida, que están juntas con la Tierra grande. Desde estas Islas vimos una Sierra alta Norte-sur, quarta de Nordeste-sudeste tres leguas.
A esta Sierra llamamos la Silla, porque hace una gran sillada en la cumbre: y en esta distancia hai un gran boqueron y todo lleno de Islotes y baxos y herbazales. Este día amaneció claro, y el sol salió al Sueste franco, estando el Sol en el trópico de Capricornio, y nosotros cincuenta y un grados, y fuimos á la vela con vientecillo nor-nordeste bonancible. La figura y señas de la Silla son estas. Las isletas de la Dormida con el cabo de Sanctiago demoran uno por otro Leste-oeste franco; y el cabo de Sanctiago con la Silla, Noroeste-sueste: toma de la quarta del Leste seis leguas. Al Noroeste de la Silla, media legua, hai un islote que nombramos isla de Páxaros, porque tiene muchos; y entre esta Isla y la Silla hai diez y siete Islotes pequeñitos. Desde la Silla descubrimos una isla que tiene un morro alto partido, todo de piedra, que nombramos la Roca- partida, Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur dos leguas y media. Demora con la isla de Páxaros Norte-sur quarta de Nordeste-sudueste: toma de la media partida. Al Sudueste quarta al Sur de la Silla, una legua hay mu- chas baxas que revienta la mar en ellas. Llegamos á la Roca-partida á mediodía, y desde esta isla descubrimos un Cabo gordo de tierra al Sudueste quarta al Sur de la Roca, cinco leguas. Llamamos á este cabo de Sancta-Lucía. Al Oessudueste de la Roca-partida, dos leguas de la mar, están dos farallones, y desde ellos sale una andana de baxos y faralloncillos: los baxos baña la mar que revienta en ellos, y los faralloncillos hacen un arco que cercan la isla en arco por el Oeste y Norte y Nordeste, y dentro hacen un corral lleno de baxos y herbazales.
Salimos á comer á esta isla á mediodía, y tomamos el Sol en tierra en cincuenta y un grados y un sexmo. Demora el cabo de Sanctiago de esta Isla Nornoroeste-susueste. Esta isla tiene por la banda del Norte buena madera para guiones de remos, yagua; y por la banda del Leste tiene Puerto razonable grande, aunque en tierra hay tumbo de mar. Hay agua dulce. No podrán entrar aquí Naos grandes, porque toda la Isla es cercada de bajos: Quatro ayustes de tierra tiene siete brazas, fondo piedra. Desde esta Isla navegamos por la parte del Leste della la vuelta del Sudueste en demanda del Cabo de Sancta-Lucía; y en el camino es toda la mar cuajada de bajos, peñascos, islotes y herbazales: y dos leguas ántes de llegar a la tierra del Cabo, poco mas, ó ménos, parte la tierra una canal que entra Nornordeste-susudueste una legua. Llamámosla canal de San-Blas; y á la boca della hay muchos islotes altos al Sueste y al Leste y al Noroeste. Yendo á la vela por medio de los bajos comenzó á refrescar el viento con refriegas, que nos fué forzoso dejar el camino que llevábamos al cabo de Sancta-Lucía, y arribar á popa á nos abrigar; y entramos á la vela por la canal de San-Blas, por la cual íbamos alegres creyendo que habíamos hallado abrigo por donde sin peligro podríamos salir á la mar otra vez; y por esto nos dejamos ir: y una refriega que vino arrebató el mástel, y hecho pedazos, dió con él y con la vela en el agua: y metida otra vez en el batel, seguimos al remo la canal adentro; y quando creímos que salíamos á la mar nos hallamos ensenados al cabo de haber andado legua y media.
Desto nos afligimos todos, porque como los tiempos eran contrarios y pesados para volver á la vela; y al remo contra mar y viento es dificultosísimo, y por allí parecía imposible á fuerzas humanas. Y para desengañarnos del todo, y ver si por alguna via había salida, por que por abajo no se discernía todo bien, saltamos en tierra; y Pedro Sarmiento y los Pilotos y otros algunos subieron á una sierra mui alta mas que todas las comarcanas, y desde arriba descubrimos la mar, y vimos que la canal no tenía salida por allí, y por menos de un tiro de piedra no se juntaban una canal que venía de la banda de Sudueste y un Ancon del Oeste. Recibimos desto mucha pena; pero encomendándonos á Dios tomamos Posesion por Su Magestad: y púsose una cruz pequeña en lo alto, y llamamos al monte de la Vera-Cruz, y bajamos adonde habíamos dejado el batel y los demás compañeros, y aquí quedamos esta noche. Domingo por la mañana 13 de Diciembre volvimos por la canal á fuera, y en saliendo á la mar vimos tanta tormenta que nos fue forzoso arrimarnos á unas peñas para solo abrigarnos de la tempestad, sin poder salir en tierra. Lúnes por la mañana 14 del mes trabajamos por salir á la mar y hacer nuestro camino, y en desabrigándonos de las peñas hubiéramos de perecer por la gran mar y viento: y así nos fué forzoso volvernos arribando á las peñas donde habíamos salido; y al cuarto del alba se huyó el Indio, que habíamos tomado, al que velaba: y embiándole á buscar de rama en rama, y de peña en peña; por la orilla del mar, le halló el guarda á quien se había huido; y echándole mano de una camiseta que llevaba vestida se la dejó en las manos, y se arrojó á la mar, y se le fué.
Este dia, que fué mártes, hizo gran tormenta, y no pudimos salir; y á mediodía abrió el Sol y tomamos la altura en cincuenta y un grados y un cuarto. Llamamos á esta isla: Do se huyó el Indio. El mártes á la tarde pareció abonanzar la mar algo por una de las canales: y pareciendo ser mejor volvernos á los navíos que ir adelante, porque ya no teníamos mantenimientos, y por ganar algo, salimos destas peñas; y en saliendo á la mar por entre los baxos, hallamos mucha mar y viento y forzamos de ir adelante, y hubiéramos de anegar con golpes de mar: por lo qual nos fué forzoso arribar, y con grandísimo trabajo pudimos tomar el abrigo de otras peñas donde nos arrimamos por abrigarnos de la tempestad. Eran estas peñas de gran aspereza de puntas agudísimas frisadas, que no había donde poner los pies; y para hacer lumbre nos metimos en una sopeña, toda manantial sucísimo. Miércoles 16. de Diciembre salimos destas peñas para ir a la Roca-partida; y llegamos sobre los bajos, cargó tanta tempestad que pensamos perecer, y fué forzoso arribar á popa, y fué servido Dios que huyendo los mares, salimos dentre los bajos, y nos abrigamos detrás de otras peñas asperisimas, peores que las pasadas, que eran como erizos, que nos hizo luego pedazos los calzados, que los cortaba como navajas. Aquí estuvimos esperando que abonanzase algo aquella tempestad general de viento Oeste y Oessudueste con aguaceros y granizo heladisimo. Tomamos aquí el altura en cincuenta y un grados y un cuarto.
La mesma tempestad hizo el juéves, y no pudimos salir. El viérnes 18 del mes pareció abonanzar algo el norte, y salimos con el batel á la mar; y por ir á barlovento por entre los baxos, por poder tomar la Roca-partida, que nos metimos en medio de todos ellos; y cargó tanto el norueste y metió tanto mar que no pudimos romper para ir adelante, y por no anegarnos arribamos á popa hasta salir de los baxos, que son muchos y muy peligrosos, y lo que es peor las hierbas que se crian entre ellos, que no dejan salir ni romper al batel si acaso acierta á entrar entre algun herbazal. Por tanto sea aviso que en viendo por aquí herbazal huyan dél, porque es bajo, y no se fien por no ver reventar la mar en todas partes, porque la mesma hierba, aunque sea muy baja, quita á la mar que no reviente tanto como donde no la hay, y así es peligrosísimo. Abre el ojo. Y en saliendo de los bajos, fuimos cortando la vuelta del Leste tomando los mares á popa por escapar de la muerte: y estando como media legua de los peligros fuimos cortando entre mar y mar la vuelta de la Roca-partida; y reventando los fuertes marineros á fuerza de brazos, huyendo de un cabo y acometiendo á otro fue Dios servido que ese dia ántes de anochecer llegamos á la ensenada de la Roca-partida, aunque por rodéos, que anduvimos el camino doblado; y con el Credo en la boca. Este puerto de la Roca-partida es ensenada de playa de arena; pero no es para navíos, sinó para bateles, ó bergantines. Está apartada de la tierra del Leste legua y media: hay poco marisco y mucha leña buena y, al un cabo de la playa debaxo de la mesma Roca-partida, hay una gran cueva en una sopeña.
Aquí hay abrigo para poder estar mucha gente alojada. Aquí hallamos gran rastro de gente y una osamenta y armadura entera de hombre ó mujer. Hay en la playa tumbo de mar y refriegas. Estuvimos aquí dos dias y dos noches por las grandes tempestades: y porque ya nos faltaba la comida, y por socorrer a los navíos, salimos contra tiempo, domingo 20 de Diciembre: y queriendo baxar la isla por ponernos á barlovento, llegamos á los baxos que la Isla tiene al Nordeste, y hallamos mucha mar y viento y orgullo de corriente que rompía por todas partes; que por no perdernos fué forzoso arribar á popa la vuelta de una grande ensenada, que parecía en la tierra la vuelta de Lesnordeste lo mas cercano que parecía, por no volver a la Isla. Y como iba llegándose la noche, cargó la cerrazon tanto que perdimos la tierra de vista, y así íbamos navegando á ciegas, hasta que llegando cerca de tierra víamos la reventazon de la costa, y no se parecía la tierra, y como víamos reventar la mar por todas partes llevábamos gran temor de perdernos, no viendo parte que no fuese costa brava; y tenernos á la mar no podíamos, y qualquiera cosa era peligro de muerte: y así caminando por la reventazon nos fué anocheciendo; y anochecídonos cerca de tierra, por el blanco de la reventazon fuimos a demandar la tierra encomendándonos á Nuestra Señora de Guadalupe: y guiándonos su Divina Magestad, entramos á escuras en una ensenada abrigada de todos vientos, donde estuvimos aquella noche con harto contento, pareciéndonos cada vez que surgiamos que nos hallábamos resucitados.
Llamamos á est a Ensenada de Nuestra-Señora-de-Guadalupe por lo dicho. ¡A Ella sean dadas infinitas gracias! Lúnes por la mañana embió Pedro Sarmiento dos hombres por diferentes partes por los altos á ver si una canal que iba al Leste y otra al Norte desde esta ensenada, iba adelante: Y uno de ellos trajo por aviso que una de las canales iba mui la tierra adentro, y que había visto venir una piragua con gente india; por lo qual, y por excusar el peligro de la furia de la mar, y por buscar algun buen paso y reparo para los navíos, fuimos por aquella canal por donde se dijo venía la piragua; y en saliendo de la ensenada de Guadalupe se partía en dos brazos: el uno iba al Leste, que era el mayor, y otro al Nordeste; y por éste encaminamos, y dende á media legua que entramos, hallamos la piragua con cuatro ó cinco indios. Fuimos á ellos, los quales en viéndonos se llegaron a la costa, y saliendo á tierra dejaron la piragua y se metieron al monte. Tomamos la piragua, y metiendo en ella al Piloto Hernando de Lamero y otros cuatro hombres, pasó el batel adelante hasta otra punta donde parecía mas gente: y llegados allá, no hallamos á nadie sinó una sola choza baja y redonda hecha de varas en tierra, y cubierta de cortezas anchas de árboles y cueros de lobo marino, saltaron dos Marineros en tierra, y no hallaron en la choza sinó cestillos y marisco y redecillas y guesos para harpones de fisgar, y unos zurroncillos de la tierra bermeja con que se untan todos estos indios el cuerpo: y habiendo recibido al Piloto, que quedó en la piragua, y había entrado la tierra adentro con otro hombre á espiar en el batel, y á los demas, dejamos la piragua á los indios, y seguimos la canal al Nordeste hasta la noche, tres leguas, porque nos detuvimos mucho con la piragua.
Fuimos por esta canal con pena, porque á cada recodo que hacía nos parecia que no pasaba adelante y que estábamos ensenados. Mártes por la mañana seguimos la canal que desde la dormida volvía al Oeste quarta al Sudueste una legua, y media legua al Sudueste: y aquí salimos á la mar otra vez como una legua de la Ensenada de Nuestra Señora de Guadalupe: y al salir, vimos volver otra canal Norte. Fuimos por ella una legua, y vimos ser isla la sierra de la Silla; y seguimos al Norte. Y en pasando la isla de la Silla hai legua y media de abra llena de baxos, isléos y corrientes, que sale á la canal grande de la Concepcion llamóse esta isla de San-Martin del Pasage. En esta legua y media tardamos hasta la noche desde antes de mediodía por causa de las grandes corrientes contrarias que hallamos y viento norte por la proa. La costa del Leste es brava y tierra alta peñascosa; y de trecho á trecho hay bocas: y la abra por donde atravesamos, que sale á la Concepcion, está toda cercada y cerrada de isléos y bajos. Llegamos á las espaldas de la tierra donde tomamos el indio que se nos huyó, y vimos ser isla. Nombrámosla isla de San Francisco; y entrando por la canal, entre ella y la tierra del Leste, hay seis isléos y baxos á la boca. Hicimos noche en esta isla de San Francisco. Miércoles 23 del mes partimos desta isla de San Francisco, que tiene por la parte desta canal, muchas caletas y anconcillos, que son buenos reparos para bateles y bergantines, y á las entradas muchos hierbazales: y la costa de la otra banda tiene tres abras á trechos.
Sigue la canal al Norte á legua poco mas y menos de ancho por toda ella; y la tierra quebrada, que es la costa del Leste desta canal, sigue al Norte dos leguas, y de allí vuelve al Lesnordeste la vuelta dej angostura que adelante se verá: y desde donde escota la costa, mudando derrota siguen unos islotes bajos montosos una legua Norte-sur; y la costa de la isla de San Francisco corre Norte-sur hasta llegar en parage de unos arrecifes que están á la punta de los islotes, Leste-oeste quarta de Nordeste-sudueste, un cuarto de legua de canal entre uno y otro. Llamamos á la postrera punta de esta isla de San Francisco, punta de Clara; y á la frontera, de arrecifes; y á la canal por do veníamos ahora, de Sancta Clara. Desde la punta de Arrecifes vuelve la costa de la tierra quebrada al Susueste poco, y luego al Sueste; y entre ella y la cordillera de tierra-firme pareció abrir canal. Vimos la boca ancha y clara, la vuelta del Leste. Por entre estas dos puntas Clara y de Arrecifes se junta la canal de Sancta-Clara con la grande de Nuestra-Señora-de-la-Concepcion; y mas al Norte como un cuarto de legua sale otra punta que tiene un farallon en ella. Entre esta punta del Farallon, y la punta Clara se hace una canal que parte la punta de Clara en isla, y desde allí vuelve aquella costa al Les-sudueste, y hay muchos isléos que van hasta en ancon de Arrecifes, donde comimos cuando salimos de la Anunciada y Puerto-Bermejo. Jueves 24 de Diciembre salimos desta isla y punta Clara de San Francisco, aunque ventaba norte; y atravesamos el brazo de la Concepcion.
Corrían las aguas al Nordeste con la maréa creciente, y tomamos en la otra costa á barlovento de la Anunciada: y con la corriente llegamos muy temprano al puerto Bermejo donde estaban los Navíos, ya sin bocado de mantenimiento; que con habello moderado muy menudamente, lo que llevábamos para ocho dias para trece, esa mañana que llegamos se había acabado, y no se acabara en esos tres dias sinó nos viéramos tan cerca de los navíos, aunque no había para una razonable comida. ¡Gloria a Dios Nuestro Señor que todo lo cumple y suple con su sanctísima gracia! Hallamos el bergantin armado del todo, y del un lado entablado y calafateado y breado, y del otro cuasi; y supimos que miéntras el General había ido a descubrir habían venido indios á un monte sobre el puerto-Bermejo, y fueron á ellos, y tomaron uno, y lleváronlo á la Almiranta, y se huyó. Viérnes 25 de Diciembre, primer dia de Pascua de Navidad, no se trabajó en el bergantin por la solemnidad de la fiesta, y también llovió tanto que estorbara mucho á los que habían de trabajar fuera del toldo; y ventó norte. Sábado 26 del mes ventó Sudueste frio y helado, con que aclaró el cielo, porque en esta Region los nortes son templados, y llueven mucho; pero son furiosísimos, y lo mesmo se dice del Nordeste: y desde el Nordeste al Sudueste son muy frios, y el Oeste el mas tormentoso de todos; pero dura menos que todos, y abonanza breve: y así se tiene por sabida experiencia, que quando hay fortuna de Norte y Noroeste, en saltando al oeste se sabe que va acabando la tormenta, y aclara el cielo y la tierra, aunque con mucha furia y frio. Como no pudimos hallar puerto bueno, ni pasage seguro para llevar los navíos, Pedro Sarmiento, con parecer del Almirante y Pilotos, determinó de ir á tentar la boca que parecía al Leste hacia la cordillera Nevada de la tierra-firme, porque tenía por cierto que había canal que salía por la otra parte del cabo de Sancta-Lucía; y á ser así, y haber buen pasage, era lo que convenía para llevar los Navíos seguros miéntras se acababa el bergantin.