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Retorno a España y regreso a las Indias Lo que en España perseguía Fernández de Oviedo --aunque secretamente quizá abrigaba la pretensión de ascensos superiores al cargo de Veedor-- era concluir con Pedrarias, denunciando su mal trato a los indios, el incumplimiento de ordenanzas, la retención indebida de fondos y, en una palabra, su mal gobierno y tiranía. Para ello le interesaba estar cerca de la Corte, y apenas llegado pasa de Sevilla a Burgos, donde se entrevista con Carlos I. Leamos lo que él mismo nos dice al respecto de su entrevista con el rey27: Al tiempo que besé las reales manos de su Magestad, le dixe que yo servía de Veedor en Tierra Firme, do es Gobernador Pedrarías, e que venía desde allí a dar noticia a Su Magestad de como aquella tierra está perdida y destruida e robada, e han passado e passan en ella muchas crueldades, de que Dios y Su Magestad se desirven e la tierra se pierde, seyendo, como en la verdad es, lo mejor de lo descubierto: e todo escondido e ocultado a Su Magestad y su Consejo... E dixome Su Magestd que a Vrs. Mercedes28 hablasse e dixese todo aquello que sabía e me paresciese de la cosa de aquella tierra, de donde vengo, para que Vrs. Mercedes se informassen e que Su Magestad lo mandaría luego remediar e proveer, como conviniesse. Ecumpliendo con el mandamiento de Su Magestad e en lo que debo a su real servisio y a mi consciencias... Hábilmente, Fernández de Oviedo convertía en orden real lo que había sido realmente el encauzamiento de la denuncia al lugar donde debía hacerse.

Fernández de Oviedo tenía un enemigo peligroso en Pedrarias, cuya esposa --Isabel de Bobadilla-- se movía con soltura en los medios oficiales y cortesanos, defendiendo también a Corral (uno de los instigadores de la revuelta india y quizá del atentado), al que Oviedo había desterrado del Darién. Depone largamente ante el Consejo (que es el embrión del futuro Consejo de Indias, fundado en 1525), proponiendo que se nombren personas que residencien a Pedrarias y pongan en orden la Tierra. Corral no había estado --mientras tanto-- ocioso y denunciaba a Oviedo por los perjuicios causados por su extrañamiento de las Indias. Fernández de Oviedo fue condenado al pago de 100.000 maravedís, aunque no ceja en seguir de cerca a la corte, entreteniendo su tiempo en la redacción de Respuesta a la Epístola Moral del Almirante de Castilla. En este seguimiento de la corte, en Valladolid, se le presentan las cosas algo mejor, pues desde el Consejo se le pregunta si desea confirmar su anterior petición de gobierno en algún lugar de las Indias. Dudoso, pasa entonces a Madrid, y al enterarse de que la gobernación que él solicitara se le entrega a Bastidas, solicita la de Cartagena, que sí se le concede, lo que llevaba aparejado el título de Capitán, que desde entonces usa oficialmente y que en realidad le abrirá muchas puertas. En Madrid había de recordar, como entusiasta madrileño, que esta ciudad era la yema y corazón de España, y a la que dedica encendidos elogios en varias ocasiones.

Pero como Carlos no estaba quieto y había convocado Cortes Generales en Toledo, allá va Oviedo coincidiendo (1525) con la llegada de la segunda remesa de regalos que enviaba desde la Nueva España Hernán Cortés, y que demostró a los españoles que por fin se había llegado a un territorio civilizado, de superior cultura --aunque no comparable con la cristiano-europea-- y de enorme riqueza. Fernández de Oviedo cuenta la llegada de las cosas mexicanas en su Historia General29, ponderando el efecto causado en los medios oficiales, de lo que él va a sacar provecho. Se atreve entonces a solicitar del Rey que se le conceda escudo de armas, que Carlos le otorga el 25 de octubre de 1525, por mano de Alfonso de Valdés, posiblemente pariente suyo. En la concesión se hace vaga referencia a la noble familia de los Valdés, que probablemente era lo que había dicho Fernández de Oviedo en su solicitud. Esta confianza demostrada en su persona por los del Consejo, se confirma por el hecho de que se le convoca para que relate todo lo que sabe sobre lo que acaece en las Indias. No cabe la menor duda --porque además nos lo ha dejado escrito el propio Oviedo-- de que se despachó a su gusto, y que fueron estos informes los que en el año siguiente de 1526 determinaron la destitución de Pedrarias y que se le abriera un juicio de residencia, pese a los esfuerzos de su esposa, que, sin embargo, conseguiría que se le nombrara gobernador de Nicaragua. Oviedo escribe que por este tiempo tuvo muchas conversaciones con Carlos I, relatándole hechos y cosas de las Indias, especialmente de sus habitantes, su flora y su fauna típicas y exóticas, y que para complacerle, aunque tenía sus papeles en Indias, redacta la obra que se edita en este volumen --el Sumario-- que aparece en Toledo en 1526.

El seguimiento que Oviedo hacía del Emperador le pone en las puertas de las Indias, ya que va a Sevilla para las bodas reales con Isabel de Portugal. Sabiendo la destitución de su enemigo --Pedrarias--, decide embarcarse para Nombre de Dios, saliendo de Cádiz el 20 de abril de 1526 y llegando a su destino el 30 de junio, tras alguna escala. Pedrarias sale a recibirlos, porque en la misma nave va el juez de residencia, y se muestra --¡cómo no!-- conciliador con Fernández de Oviedo, que deja sus asuntos en manos del juez, reclamando 60.000 pesos de oro por la destrucción de su hacienda --invadida e incendiada por los indios, al despoblarse Santa María de la Antigua en beneficio de Panamá-- y otras pérdidas. Pedrarias ofrece 700 pesos de oro y Oviedo se aviene. El nuevo Gobernador, Pedro de los Ríos, toma entonces posesión y Pedrarias sale para Nicaragua, cuya gobernación le ha conseguido su esposa. Fernández de Oviedo piensa que arruinado el Darién, cuyo defensor ha sido, su cargo de veedor en Panamá no le ofrece posibilidades y se traslada a Nicaragua. Allí esta nuevamente su adversario --octogenario ya, pero lleno de vitalidad--, que entonces no está conciliador, lo que obliga a Gonzalo a dejar el campo libre. Sus andanzas por Centroamérica son breves (Granada, León, Guacama, Teocatega, Managua, Matinari y los lagos de Xaragua y Lindiri y el volcán de Masaya), aunque duran algunos años, con variable fortuna, hasta que recala nuevamente en Panamá, más amable para él que cuando estaba Pedrarias, su tenaz enemigo.

Hace años que no ve a los suyos --aunque suponemos que había tenido abundante correspondencia, normal en un hombre tan escribidor como él-- y pide permiso a Pedro de los Ríos para pasar a Santo Domingo y poder verlos. Pero este intento se frustra, pues aunque se embarca para La Española en el puerto de La Posesión (mayo de 1529), los temporales le impiden llegar a su destino y tiene que regresar a Panamá, de donde marcharía a España, como representante de la ciudad de Panamá en la residencia que se había abierto al hasta entonces gobernador de las tierras del istmo, Pedro de los Ríos. Estando en España --concretamente en abril de 1532-- termina de redactar su Catálogo Real (que le había sido encargado en 1505 por Fernando el Católico), que es una lista de monarcas y dinastías de España. Cansado de la vida pública y más interesado por dar cima a las obras que tenía entre manos, pide al Consejo de Indias que su cargo de Veedor pase a su hijo Francisco González y Valdés --que tenía veintitrés años-- y se le asigne alguna función en La Española. Terminaba entonces una larga etapa de la vida de Fernández de Oviedo.

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