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Datos principales


Desarrollo


Religión de Acuzamil El templo es como torre cuadrada, ancha en su base y con gradas en derredor. De la mitad arriba recta, y en lo alto hueca y cubierta de paja, con cuatro puertas o ventanas con sus antepechos o corredores. En aquella parte hueca que parece capilla, asientan o pintan sus dioses. Así era el que estaba en la costa, en el cual había un extraño ídolo muy diferente de los demás, aunque son muchos y muy diferentes. Era el bulto de aquel ídolo grande, hueco, hecho de barro y cocido, pegado a la pared con cal, a espaldas de la cual había una especie de sacristía, donde estaba el servicio del templo, del ídolo y de sus ministros. Los sacerdotes tenían una puerta secreta y pequeña, hecha en la pared junto al ídolo. Por allí entraba uno de ellos, se cobijaba en el bulto, hablaba y respondía a los que venían en devoción y con demandas. Con este engaño creían los hombres simples cuanto su dios les decía, al cual honraban mucho más que a los otros, con sahumerios muy buenos, hechos como pibetes o de copal, que es una especie de incienso; con ofrendas de pan y frutas, con sacrificios de sangre de codornices y otras aves, y de perros, y aun a veces de hombres. A causa de este oráculo e ídolo, venían a esta isla de Acuzamil muchos peregrinos y gente devota y agorera, de lejanas tierras, y por eso había tantos templos y capillas. Al pie de aquella misma torre había un cercado de piedra y cal, muy bien lucido y almenado, en medio del cual había una cruz de cal de diez palmos de alta, a la cual tenían y adoraban por dios de la lluvia, porque cuando no llovía y había falta de agua, iban a ella en procesión y muy devotos: le ofrecían codornices sacrificadas para aplacarle la ira y enojo que con ellos tenía y mostraba tener, con la sangre de aquella simple avecica. Quemaban también cierta resina a manera de incienso, y la rociaban con agua. Tras esto tenían por cierto que llovía. Tal era la religión de estos acuzamilanos, y no se pudo saber dónde ni cómo tomaron devoción a aquel dios de cruz, porque no hay rastro ni señal en aquella isla, ni aun en otra parte ninguna de indias, de que se haya predicado en ella el Evangelio, como más extensamente se dirá en otro lugar, hasta nuestros tiempos y nuestros españoles. Los de Acuzamil acataron mucho, de allí en adelante, la cruz como quien estaba hecho a tal señal.

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