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Desarrollo
Si las informaciones de que disponemos acerca de numerosas regiones africanas son claramente insuficientes o poco seguras, la situación es aún más delicada en lo que concierne a África central en general. En efecto, la tradición oral, casi la única fuente de información para el interior del Continente, es muy escasa desde el siglo XVIII. Las genealogías dinásticas, conservadas por los historiadores de las cortes, eran modificadas según las sucesivas crisis, y la tradición oral, aunque destinada a conservar la historia, debía también legitimar los poderes usurpadores. Sin embargo, los datos existentes permiten señalar la diferencia que había entre las regiones costeras y la región de los Grandes Lagos en cuanto a la organización del poder; mientras que aquéllas, respondiendo a la presión de las potencias extranjeras y del comercio a larga distancia, tendían a disgregar las organizaciones políticas en jefaturas e incluso en aldeas bastante autónomas, en la región de los Grandes Lagos se constituían unidades políticas más extensas, principalmente reinos. El motor principal en esta región es el grupo Lwo. Los Lwo formaban el grupo meridional de los nilotas, cuya cuna se encontraba al parecer en la región pantanosa del Sudán meridional, donde los Lwo constituían un elemento preponderante. Este pueblo comenzó a fragmentarse por oleadas sucesivas de emigrantes que partieron en dirección Norte, Nordeste y Sur. Los que se dirigieron hacia el Sur se instalaron en las inmediaciones del lago Alberto, en Pubungu; desde allí un grupo bordeó el lago Kyoga y alcanzó la región del monte Elgon, éstos fueron los antepasados de los Lwo y de los padhola actuales de Kenia.
Otro grupo, bajo las órdenes de Labongo, continuó más hacia el Sur, invadió la región de Uganda occidental y puso fin al poder del reino de Kitara, instalados allí desde el siglo XV. Esta rama de los Lwo, los babito, creó la dinastía bito, que en el siglo XVII irradió su influencia sobre casi toda la Uganda actual y efectuó incursiones hasta Ruanda y el sur del Kagera; sin embargo, una derrota sufrida en Ruanda a fines del siglo XVII y la consiguiente crisis dinástica provocaron el repliegue en el siglo XVIII. Ahora bien, los autóctonos eran bantúes y los últimos descubrimientos nos dicen que se hallaban organizados ya en jefaturas, que utilizaban una tecnología metalúrgica desarrollada por ellos mismos. Éstos impusieron a los recién llegados no sólo los productos agrícolas sino también su lengua e incluso las estructuras políticas y las representaciones ideológicas. Pero también es cierto que los recién llegados traen su propia organización social que los presenta como árbitros y creadores de compensaciones en lugar de venganzas, así como hacedores de lluvia. Aquí, como en otros lugares, el paso de los clanes a los reinos es el fruto no de la llegada de una raza superior importadora de un corpus de instituciones perfectas, sino del desafío resultante de la oposición dialéctica en el seno de una sociedad plural, y a las necesidades a que da lugar: necesidad de defenderse o de atacar oponiendo una organización superior a una técnica o una masa demográfica superior; necesidad de obtener de una técnica superior, una organización más evolucionada.
En realidad, los reinos interlacustres son reinos negro-africanos como los demás, con las únicas diferencias impuestas por una ecología particular o por el carácter personal de cada soberano. La cría de ganado bovino va a servir aquí de elemento de clasificación social básico, para alimentar determinados ritos especiales y quizá para introducir una veta de autocracia que hallamos menos frecuentemente en las sociedades agrícolas. Tal jerarquía social varía además según los diferentes reinos. En Buganda es casi inexistente. En este reino, durante el mandato del kabaka Taterega, Buganda avanza hacia el Oeste, a expensas de los pastos de Bunyoro, pero también se abre ampliamente hacia el Este. En la corte del kabaka Kyabazu, a finales del siglo XVIII hallamos vajillas de porcelana y vasos, y su hijo Semahokiro poseía cazadores reales, como los ashanti, encargados, en el marco del monopolio regio, de reunir remesas de marfil a orillas del lago Victoria, con vistas a su comercialización. Rwanda, reino del sudoeste del lago Victoria, va a conocer una política dinámica análoga. Aquí la división social era extremadamente neta, aunque debemos evitar simplificar demasiado, pues la aculturación fue intensiva, especialmente en el centro del reino, siendo además recíproca, no unilateral, entre todas las partes presentes. Las relaciones y casamientos entre castas, aunque no frecuentes, no estaban prohibidos expresamente. Y el monarca, aami, como un ser sagrado, trascendía todas las castas.
Pese a todo su administración se basaba en la división de la sociedad en castas y en los dos principales medios de producción, la tierra y el ganado. En la cúspide de la sociedad se hallaban los tutsi, batutsi, pastores a quienes repugnaban los trabajos del campo, dedicando sus largos ocios a la elocuencia, a la poesía, a los sutiles trabajos de la inteligencia mientras bebían hidromiel con sus amigos. También la guerra era otra de sus preocupaciones; en caso de peligro grave para el reino eran designados como liberadores y encargados de morir o suicidarse en territorio enemigo, con el fin de que la sangre de esta muerte atrajese la desgracia sobre el enemigo. Los máximos valores de la sociedad eran el dominio sobre sí mismo, la devoción a la persona del monarca y el ganado. Los hutu, bahutu, que componían la mayoría de la población, eran campesinos que sufrían a menudo las arbitrariedades de los aristócratas y se hallaban englobados en un sistema de clientela respecto de los tutsi, que les ofrecían a cambio de determinados cánones y prestaciones, protección y una o varias cabezas de ganado mayor, sobre el que el hutu poseía el usufructo temporal o vitalicio. El valor cardinal de los hutu era el trabajo duro. Al sur de los países interlacustres, los pueblos viven en unidades clánicas muy restringidas hasta 1750. Algunos de tales pueblos se dicen provenientes del Norte, al menos en lo que respecta al origen de sus gobernantes, amalgamados profundamente con las poblaciones locales.
Se trata de pueblos establecidos al sur del lago Victoria, e incluso al oeste y suroeste del lago Tanganika: nyamwezi, sukuma, nyakyusa. Son pueblos que combinaban la agricultura con la ganadería, son patrilineales y sus jefes llevan el título de nitemi. Otros pueblos, cuyos jefes llevan el título de mwene y que son matrilineales, habitan la cuenca del río Zaire. A medida que vamos hacia el Sur (Zimbabwe), vemos cómo la determinación de las líneas de penetración seguidas por estos pueblos se presenta difícil. Efectivamente, el origen de sus establecimientos actuales se halla en desmembramientos más bien recientes, en ocasiones localizados a finales del siglo XIX; aunque hay que decir que la mezcla comenzó hace siglos.
Otro grupo, bajo las órdenes de Labongo, continuó más hacia el Sur, invadió la región de Uganda occidental y puso fin al poder del reino de Kitara, instalados allí desde el siglo XV. Esta rama de los Lwo, los babito, creó la dinastía bito, que en el siglo XVII irradió su influencia sobre casi toda la Uganda actual y efectuó incursiones hasta Ruanda y el sur del Kagera; sin embargo, una derrota sufrida en Ruanda a fines del siglo XVII y la consiguiente crisis dinástica provocaron el repliegue en el siglo XVIII. Ahora bien, los autóctonos eran bantúes y los últimos descubrimientos nos dicen que se hallaban organizados ya en jefaturas, que utilizaban una tecnología metalúrgica desarrollada por ellos mismos. Éstos impusieron a los recién llegados no sólo los productos agrícolas sino también su lengua e incluso las estructuras políticas y las representaciones ideológicas. Pero también es cierto que los recién llegados traen su propia organización social que los presenta como árbitros y creadores de compensaciones en lugar de venganzas, así como hacedores de lluvia. Aquí, como en otros lugares, el paso de los clanes a los reinos es el fruto no de la llegada de una raza superior importadora de un corpus de instituciones perfectas, sino del desafío resultante de la oposición dialéctica en el seno de una sociedad plural, y a las necesidades a que da lugar: necesidad de defenderse o de atacar oponiendo una organización superior a una técnica o una masa demográfica superior; necesidad de obtener de una técnica superior, una organización más evolucionada.
En realidad, los reinos interlacustres son reinos negro-africanos como los demás, con las únicas diferencias impuestas por una ecología particular o por el carácter personal de cada soberano. La cría de ganado bovino va a servir aquí de elemento de clasificación social básico, para alimentar determinados ritos especiales y quizá para introducir una veta de autocracia que hallamos menos frecuentemente en las sociedades agrícolas. Tal jerarquía social varía además según los diferentes reinos. En Buganda es casi inexistente. En este reino, durante el mandato del kabaka Taterega, Buganda avanza hacia el Oeste, a expensas de los pastos de Bunyoro, pero también se abre ampliamente hacia el Este. En la corte del kabaka Kyabazu, a finales del siglo XVIII hallamos vajillas de porcelana y vasos, y su hijo Semahokiro poseía cazadores reales, como los ashanti, encargados, en el marco del monopolio regio, de reunir remesas de marfil a orillas del lago Victoria, con vistas a su comercialización. Rwanda, reino del sudoeste del lago Victoria, va a conocer una política dinámica análoga. Aquí la división social era extremadamente neta, aunque debemos evitar simplificar demasiado, pues la aculturación fue intensiva, especialmente en el centro del reino, siendo además recíproca, no unilateral, entre todas las partes presentes. Las relaciones y casamientos entre castas, aunque no frecuentes, no estaban prohibidos expresamente. Y el monarca, aami, como un ser sagrado, trascendía todas las castas.
Pese a todo su administración se basaba en la división de la sociedad en castas y en los dos principales medios de producción, la tierra y el ganado. En la cúspide de la sociedad se hallaban los tutsi, batutsi, pastores a quienes repugnaban los trabajos del campo, dedicando sus largos ocios a la elocuencia, a la poesía, a los sutiles trabajos de la inteligencia mientras bebían hidromiel con sus amigos. También la guerra era otra de sus preocupaciones; en caso de peligro grave para el reino eran designados como liberadores y encargados de morir o suicidarse en territorio enemigo, con el fin de que la sangre de esta muerte atrajese la desgracia sobre el enemigo. Los máximos valores de la sociedad eran el dominio sobre sí mismo, la devoción a la persona del monarca y el ganado. Los hutu, bahutu, que componían la mayoría de la población, eran campesinos que sufrían a menudo las arbitrariedades de los aristócratas y se hallaban englobados en un sistema de clientela respecto de los tutsi, que les ofrecían a cambio de determinados cánones y prestaciones, protección y una o varias cabezas de ganado mayor, sobre el que el hutu poseía el usufructo temporal o vitalicio. El valor cardinal de los hutu era el trabajo duro. Al sur de los países interlacustres, los pueblos viven en unidades clánicas muy restringidas hasta 1750. Algunos de tales pueblos se dicen provenientes del Norte, al menos en lo que respecta al origen de sus gobernantes, amalgamados profundamente con las poblaciones locales.
Se trata de pueblos establecidos al sur del lago Victoria, e incluso al oeste y suroeste del lago Tanganika: nyamwezi, sukuma, nyakyusa. Son pueblos que combinaban la agricultura con la ganadería, son patrilineales y sus jefes llevan el título de nitemi. Otros pueblos, cuyos jefes llevan el título de mwene y que son matrilineales, habitan la cuenca del río Zaire. A medida que vamos hacia el Sur (Zimbabwe), vemos cómo la determinación de las líneas de penetración seguidas por estos pueblos se presenta difícil. Efectivamente, el origen de sus establecimientos actuales se halla en desmembramientos más bien recientes, en ocasiones localizados a finales del siglo XIX; aunque hay que decir que la mezcla comenzó hace siglos.