Reformas de Servio Tulio
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Datos principales
Desarrollo
La serie de reformas de Servio Tulio forman un complejo coherente en el que una se constituye como base de la siguiente y así sucesivamente. Siguiendo este proceso concatenado, la primera de estas reformas sería la nueva organización del territorio. Todos los ciudadanos romanos fueron inscritos en una de las dieciséis tribus rústicas en que se dividió el ager romanus, si eran propietarios de tierras o en una de las cuatro tribus o circunscripciones urbanas si no eran propietarios de tierras. Las cuatro tribus urbanas eran: la Palatina, la Collina, la Esquilina y la Suburana. Sus integrantes serían principalmente artesanos , comerciantes y proletarios . Esta división fue la base de la elaboración del censo, ya que permitía una valoración de los ciudadanos en función de sus rentas. Para lograr esta valoración fue preciso también crear una monetación rudimentaria o, si se prefiere, un sistema premonetario: el aes rude. Se trata de una especie de panes de bronce en los que aparece inciso un dibujo que podría ser bien una rama seca o una espina de pescado. Su peso era de 330 gr. Basándose en el censo, Servio Tulio introdujo un nuevo ordenamiento a la vez político y militar: los Comicios Centuriados. La descripción que de este proceso nos dan Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso es la siguiente: Servio Tulio repartió a la población romana en cinco clases, según el censo, valorado en ases.
En la primera clase, se inscribió a los que poseían más de 100.000 ases. Estos debían costear su equipo militar que consistía en yelmo, escudo redondo, coraza, lanza, espada...todo de bronce. En la segunda clase, los que tenían más de 75.000 ases, debían costearse el escudo rectangular y las grebas. En la tercera se incluía a los de 50.000 ases, que llevaban yelmo y escudo rectangular. En la cuarta, los que tenían 25.000 ases, con jabalina y lanza y, en la quinta, con 11.000 ases, sólo tenían que proveerse de una honda y piedras. La primera clase comprendía 80 centurias (40 de jóvenes y 40 de ancianos). La segunda, la tercera y la cuarta, 20 centurias cada una (10 de jóvenes y 10 de ancianos) y la quinta clase, 30 centurias (15 de jóvenes y 15 de ancianos). A estas habría que sumar otras 18 centurias de caballeros y 5 de proletarios, es decir, los que estaban censados no por sus bienes -que no tenían- sino sólo por su persona o fuerza de trabajo. En total, 193 centurias. En la Asamblea Centuriada o Comicios Centuriados, esto es, el organismo político y militar que reunía a todos los ciudadanos organizados en centurias, se votaba no a título personal sino por centurias, siendo cada una de ellas una unidad de voto y, como se desprende claramente, las de la primera clase más las 18 de caballeros (la elite del nuevo ejército) tenían siempre la mayoría. Ciertamente en este relato hay una serie de anacronismos y discordancias evidentes. En primer lugar, la valoración del censo en ases no era posible en el siglo VI a.
C. El número de centurias presupone una población demasiado elevada para la extensión de la Roma de esta época; incluso la precisa correspondencia entre centurias de jóvenes y ancianos resulta extremadamente improbable. Tampoco es creíble que la primera clase tuviera tantos inscritos como todas las demás juntas. A estas objeciones se añade también la que se refiere al armamento. Se sabe que el ejército de esta época era un ejército hoplítico. Los hoplitas llevaban un escudo redondo y nada permite suponer que los rectangulares existieran en esta época. Estas objeciones, entre otras, llevaron hasta hace poco a que muchos historiadores rechazaran o dudaran de la existencia de la reforma serviana. En la actualidad se acepta sustancialmente la realidad de la reforma, obviamente no de forma literal, y se han avanzado explicaciones más sencillas y adaptadas a las condiciones del siglo VI a.C. La explicación más aceptada es la que presupone la existencia de un ejército hoplítico constituido por las centurias de jóvenes de las tres primeras clases (40+10+10). Esta explicación concuerda con la estructura de la legión romana más antigua, compuesta por 60 centurias (6.000 soldados). Cuando en la República el mando pasó a dos cónsules, se crearon dos legiones de 3.000 hoplitas cada una. Las centurias de las clases inferiores estarían excluidas del ejército permanente; serían las tropas de reserva, escasa y ligeramente armadas. Al igual que en casi todas las ciudades antiguas, los soldados eran propietarios de tierras.
La reforma serviana que, insistimos, se asentó sobre la propiedad, contemplaba un ejército hoplítico constituido por los propietarios de tierras, los cuales gozaban, por otra parte, de mayor influencia política. En los Comicios Centuriados, que reunían a todo el pueblo y era el más importante órgano de la ciudad-estado, prevaleció el principio de que la mayor riqueza implicaba mayores gastos en la milicia pero, en contrapartida, confería una mayor influencia política. Se creó así una timocracia en función de la propiedad de bienes y no, como anteriormente, de base exclusivamente patricia. En esta situación se ha basado tradicionalmente la explicación de la caída de la monarquía romana: los patres gentium o jefes de las gentes se habrían opuesto a la reforma serviana y a una sociedad en la que ya no detentaban el monopolio de la importancia económica y social. Aunque, sin duda, hay algo de verdad en ella, esta explicación es excesivamente simplificadora. Es lógico suponer que, puesto que los patricios eran los principales propietarios de tierra, la reforma serviana no mermara sensiblemente sus privilegios. En todo caso, se produjo un aumento de la clase privilegiada -las gentes minores- y una superación del exclusivismo gentilicio al incluir en el ejército a algunos elementos que no eran patricios. La tradición atribuye a Servio Tulio la inscripción de la plebe en registros públicos, organizándolos en colegios profesionales. Esta lista de colegios nos da algunos indicios sugestivos sobre la situación profesional -y económica- de esta época.
En ella figuran, entre otros, flautistas, tintoreros, zapateros, joyeros, carpinteros, curtidores, alfareros, etc. Las reformas de Servio Tulio corresponden, como señala Pallotino, a un período de crisis de las estructuras sociales y políticas y a intentos de cambios institucionales. Los impulsos para el desarrollo, no sólo social y político, sino también cultural y religioso procedían en gran parte de Etruria, pero también, incluso en mayor medida, se constatan influencias, en todas las esferas, del mundo griego. La constitución de Servio Tulio se cree que se inspiró en las reformas de Solón que, pocos años antes, había modificado la constitución ateniense introduciendo una división en cuatro clases.
En la primera clase, se inscribió a los que poseían más de 100.000 ases. Estos debían costear su equipo militar que consistía en yelmo, escudo redondo, coraza, lanza, espada...todo de bronce. En la segunda clase, los que tenían más de 75.000 ases, debían costearse el escudo rectangular y las grebas. En la tercera se incluía a los de 50.000 ases, que llevaban yelmo y escudo rectangular. En la cuarta, los que tenían 25.000 ases, con jabalina y lanza y, en la quinta, con 11.000 ases, sólo tenían que proveerse de una honda y piedras. La primera clase comprendía 80 centurias (40 de jóvenes y 40 de ancianos). La segunda, la tercera y la cuarta, 20 centurias cada una (10 de jóvenes y 10 de ancianos) y la quinta clase, 30 centurias (15 de jóvenes y 15 de ancianos). A estas habría que sumar otras 18 centurias de caballeros y 5 de proletarios, es decir, los que estaban censados no por sus bienes -que no tenían- sino sólo por su persona o fuerza de trabajo. En total, 193 centurias. En la Asamblea Centuriada o Comicios Centuriados, esto es, el organismo político y militar que reunía a todos los ciudadanos organizados en centurias, se votaba no a título personal sino por centurias, siendo cada una de ellas una unidad de voto y, como se desprende claramente, las de la primera clase más las 18 de caballeros (la elite del nuevo ejército) tenían siempre la mayoría. Ciertamente en este relato hay una serie de anacronismos y discordancias evidentes. En primer lugar, la valoración del censo en ases no era posible en el siglo VI a.
C. El número de centurias presupone una población demasiado elevada para la extensión de la Roma de esta época; incluso la precisa correspondencia entre centurias de jóvenes y ancianos resulta extremadamente improbable. Tampoco es creíble que la primera clase tuviera tantos inscritos como todas las demás juntas. A estas objeciones se añade también la que se refiere al armamento. Se sabe que el ejército de esta época era un ejército hoplítico. Los hoplitas llevaban un escudo redondo y nada permite suponer que los rectangulares existieran en esta época. Estas objeciones, entre otras, llevaron hasta hace poco a que muchos historiadores rechazaran o dudaran de la existencia de la reforma serviana. En la actualidad se acepta sustancialmente la realidad de la reforma, obviamente no de forma literal, y se han avanzado explicaciones más sencillas y adaptadas a las condiciones del siglo VI a.C. La explicación más aceptada es la que presupone la existencia de un ejército hoplítico constituido por las centurias de jóvenes de las tres primeras clases (40+10+10). Esta explicación concuerda con la estructura de la legión romana más antigua, compuesta por 60 centurias (6.000 soldados). Cuando en la República el mando pasó a dos cónsules, se crearon dos legiones de 3.000 hoplitas cada una. Las centurias de las clases inferiores estarían excluidas del ejército permanente; serían las tropas de reserva, escasa y ligeramente armadas. Al igual que en casi todas las ciudades antiguas, los soldados eran propietarios de tierras.
La reforma serviana que, insistimos, se asentó sobre la propiedad, contemplaba un ejército hoplítico constituido por los propietarios de tierras, los cuales gozaban, por otra parte, de mayor influencia política. En los Comicios Centuriados, que reunían a todo el pueblo y era el más importante órgano de la ciudad-estado, prevaleció el principio de que la mayor riqueza implicaba mayores gastos en la milicia pero, en contrapartida, confería una mayor influencia política. Se creó así una timocracia en función de la propiedad de bienes y no, como anteriormente, de base exclusivamente patricia. En esta situación se ha basado tradicionalmente la explicación de la caída de la monarquía romana: los patres gentium o jefes de las gentes se habrían opuesto a la reforma serviana y a una sociedad en la que ya no detentaban el monopolio de la importancia económica y social. Aunque, sin duda, hay algo de verdad en ella, esta explicación es excesivamente simplificadora. Es lógico suponer que, puesto que los patricios eran los principales propietarios de tierra, la reforma serviana no mermara sensiblemente sus privilegios. En todo caso, se produjo un aumento de la clase privilegiada -las gentes minores- y una superación del exclusivismo gentilicio al incluir en el ejército a algunos elementos que no eran patricios. La tradición atribuye a Servio Tulio la inscripción de la plebe en registros públicos, organizándolos en colegios profesionales. Esta lista de colegios nos da algunos indicios sugestivos sobre la situación profesional -y económica- de esta época.
En ella figuran, entre otros, flautistas, tintoreros, zapateros, joyeros, carpinteros, curtidores, alfareros, etc. Las reformas de Servio Tulio corresponden, como señala Pallotino, a un período de crisis de las estructuras sociales y políticas y a intentos de cambios institucionales. Los impulsos para el desarrollo, no sólo social y político, sino también cultural y religioso procedían en gran parte de Etruria, pero también, incluso en mayor medida, se constatan influencias, en todas las esferas, del mundo griego. La constitución de Servio Tulio se cree que se inspiró en las reformas de Solón que, pocos años antes, había modificado la constitución ateniense introduciendo una división en cuatro clases.