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Desarrollo
Los safavíes habían heredado en mayor medida aún que los otomanos la organización puesta en práctica por los turcos selyúcidas a partir del siglo XI. Tomaban de ella los títulos de khan, jefe de tribu, y sultán, mediante los cuales manifestaban a la vez su poder político y el derecho de propiedad sobre las tierras. Añadieron a ellos el de shah, sombra de Dios, que reforzaba el carácter divino de su poder en nombre de la lucha por la defensa del chiísmo. El chiísmo se convirtió en el elemento de unificación y justificación y el emblema de la lucha casi permanente contra los otomanos. La burocracia era igualmente una herencia de los selyúcidas. Los agentes de poder eran funcionarios por más de un concepto. Nombrados y revocados por el shah, no podían confiscar en beneficio propio. A nivel central, el peso del gran visir parece menos importante que en el Imperio otomano; estaba equilibrado por el mazir, responsable de las finanzas; el sheikh al Islam, jefe religioso, y el sadre khane, que administraba las funciones religiosas. Los gobernadores de las provincias, encargados de recaudar el impuesto y de reclutar tropas, eran secundados por tres oficiales: el janishin, especie de vicegobernador; el vizir, encargado de las cuentas, y el vâpi `eh nivis, abiertamente el espía del soberano. Los agentes de poder eran también funcionarios en la medida en que recibían a cambio de su servicio tierras en usufructo, sistema que llevaba el nombre de tuyul y que permanecía bajo la supervisión de una oficina central especial. Desde finales del siglo XVI, la fuente principal de reclutamiento del ejército era la leva de mercenarios entre los campesinos , pero también entre los nómadas y pueblos semiextranjeros al Imperio y de religión cristiana, como armenios y georgianos.