Nacimiento de Hernán Cortés
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Datos principales
Desarrollo
El año 1485, siendo reyes de Castilla y Aragón los católicos don Fernando y doña Isabel, nació Hernán Cortés en Medellín. Su padre se llamó Martín Cortés de Monroy, y su madre doña Catalina Pizarro Altamirano: entrambos eran hidalgos, pues todos estos cuatro linajes, Cortés, Monroy, Pizarro y Altamirano, son muy antiguos, nobles y honrados. Tenían poca hacienda, empero mucha honra, lo cual raras veces acontece si no es en personas de buena vida, y no solamente los honraban sus vecinos por la bondad y cristiandad que conocían en ellos, sino que hasta ellos mismos se preciaban de ser honrados en todas sus palabras y obras, por lo que vinieron a ser muy bienquistos y amados de todos. Ella fue muy honesta, religiosa, severa y reservada; él fue devoto y caritativo. Siguió la guerra cuando mancebo, siendo teniente de una compañía de jinetes por su pariente Alonso de Hermosa, capitán de Alonso Monroy, clavero de Alcántara; el cual se quiso hacer maestre de su orden contra la voluntad de la Reina, por cuya causa le hizo guerra don Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago. Se crió tan enfermo Hernán Cortés, que llegó muchas veces a punto de muerte; mas con una devoción que le hizo María de Esteban, su ama de leche, vecina de Oliva, sanó. La devoción fue echar en suerte los doce apóstoles y darle por abogado el último que saliese, y salió San Pedro, en cuyo nombre se dieron algunas misas y oraciones, con las cuales quiso Dios que sanase. Desde entonces tuvo siempre Cortés por su especial abogado y devoto al glorioso apóstol de Jesucristo San Pedro, y celebraba todos los años su día en la iglesia y en su casa, dondequiera que se hallase.
A los catorce años de edad lo enviaron sus padres a estudiar a Salamanca, donde estudió dos años, aprendiendo gramática en casa de Francisco Núñez de Valera, que estaba casado con Inés de Paz, hermana de su padre. Se volvió a Medellín harto o arrepentido de estudiar, o quizá falto de dinero. Mucho sintieron los padres su vuelta, y se enojaron con él porque dejaba el estudio, pues deseaban que aprendiese leyes, facultad rica y de honra entre todas las demás, pues era de muy buen ingenio y hábil para todo. Daba y tomaba enojos y ruido en casa de sus padres, pues era bullicioso, altivo, travieso, amigo de armas, por lo cual determinóse a seguir ese camino. Se le ofrecían dos caminos a la sazón muy a su propósito y a su inclinación: uno era Nápoles, con Gonzalo Fernández de Córdoba, que llamaban el Gran Capitán; el otro las indias, con Nicolás de Ovando, comendador de Larez, que iba como gobernador. Pensó cuál de los dos viajes le estaría mejor, y al cabo decidió de pasar a las Indias, porque Ovando le conocía y se encargaría de él, y porque también le atraía aquel viaje más que el de Nápoles, a causa del mucho oro que de allí se traía. Pero mientras que Ovando preparaba su partida y disponía la flota que tenía que llevar, entró Hernán Cortés una noche a una casa por hablar con una mujer, y andando por la pared mal cimentada de un trascorral, cayó con ella. Al ruido que hizo la pared y las armas y broquel que llevaba, salió un recién casado, que, cuando le vio caído cerca de su puerta, lo quiso matar, sospechando algo de su mujer; sin embargo, una vieja, suegra suya, se lo estorbó. Quedó enfermo de la caída, y le reaparecieron las cuartanas, que le duraron mucho tiempo; y así no pudo ir con el gobernador Ovando. Cuando curó, determinóse a pasar a Italia, según primero había ya pensado, y para ir allí se encaminó a Valencia; mas no pasó a Italia, sino que se anduvo a la flor del berro, aunque no sin trabajos y necesidades, cerca de un año. Volvióse a Medellín con determinación de pasar a las indias, y sus padres le dieron la bendición y dinero para ir.
A los catorce años de edad lo enviaron sus padres a estudiar a Salamanca, donde estudió dos años, aprendiendo gramática en casa de Francisco Núñez de Valera, que estaba casado con Inés de Paz, hermana de su padre. Se volvió a Medellín harto o arrepentido de estudiar, o quizá falto de dinero. Mucho sintieron los padres su vuelta, y se enojaron con él porque dejaba el estudio, pues deseaban que aprendiese leyes, facultad rica y de honra entre todas las demás, pues era de muy buen ingenio y hábil para todo. Daba y tomaba enojos y ruido en casa de sus padres, pues era bullicioso, altivo, travieso, amigo de armas, por lo cual determinóse a seguir ese camino. Se le ofrecían dos caminos a la sazón muy a su propósito y a su inclinación: uno era Nápoles, con Gonzalo Fernández de Córdoba, que llamaban el Gran Capitán; el otro las indias, con Nicolás de Ovando, comendador de Larez, que iba como gobernador. Pensó cuál de los dos viajes le estaría mejor, y al cabo decidió de pasar a las Indias, porque Ovando le conocía y se encargaría de él, y porque también le atraía aquel viaje más que el de Nápoles, a causa del mucho oro que de allí se traía. Pero mientras que Ovando preparaba su partida y disponía la flota que tenía que llevar, entró Hernán Cortés una noche a una casa por hablar con una mujer, y andando por la pared mal cimentada de un trascorral, cayó con ella. Al ruido que hizo la pared y las armas y broquel que llevaba, salió un recién casado, que, cuando le vio caído cerca de su puerta, lo quiso matar, sospechando algo de su mujer; sin embargo, una vieja, suegra suya, se lo estorbó. Quedó enfermo de la caída, y le reaparecieron las cuartanas, que le duraron mucho tiempo; y así no pudo ir con el gobernador Ovando. Cuando curó, determinóse a pasar a Italia, según primero había ya pensado, y para ir allí se encaminó a Valencia; mas no pasó a Italia, sino que se anduvo a la flor del berro, aunque no sin trabajos y necesidades, cerca de un año. Volvióse a Medellín con determinación de pasar a las indias, y sus padres le dieron la bendición y dinero para ir.