Compartir
Datos principales
Rango
Neolítico
Desarrollo
Hasta hace muy poco el registro arqueológico se ha mostrado muy parco con los datos sobre los tipos de enterramiento y los rituales funerarios de este periodo inicial del Neolítico , aunque empezamos a disponer de diversas fuentes suficientes para proponer unas variables generales del comportamiento sepulcral de estas comunidades, en general correlacionables con casos documentados en la cuenca occidental del Mediterráneo. Para el levante y noreste peninsular, se observan unas primeras líneas en la probable evolución general de los enterramientos para las distintas fases del Neolítico Antiguo. Así, se aprecia en las primeras fases la presencia de un uso exclusivo de cuevas como lugares de inhumación. La fase cardial, con documentación muy escasa (Cova de la Sarsa), muestra una tendencia al enterramiento individual o en pareja y los ajuares son escasos. A partir de finales del V milenio los enterramientos siguen ocupando las cavidades naturales (Cova deis Lladres, Barcelona y Cova del Pasteral, Girona), pero estas cuevas, de reducidas dimensiones y con galerías estrechas, son ahora exclusivamente sepulcrales y presentan enterramientos colectivos, observándose un enriquecimiento de los ajuares: vasos cerámicos, cuentas de collar (en el caso espectacular de la Cova dels Lladres con un total de más de 2.000 cuentas de collar fabricadas sobre distintos materiales) y ofrendas alimentarias (jabalí, conejo, tortuga, aves...). A partir del primer tercio del IV milenio y como precedente del desarrollo que se observará en las fases posteriores, aparecen sepulturas aisladas al aire libre o bien formando, por primera vez, necrópolis (Hort d'En Grimau, Barcelona; conjuntos de Tortosa y Amposta, Tarragona; Barranc de la Mina Vallfera, Mequinenza, Bajo Aragón).
Significativa es también la aparición en estos momentos de las primeras necrópolis de cistas megalíticas cubiertas con un gran túmulo de tierra y anillo externo de piedras, con inhumaciones individuales (Font de la Vena, en Tavertet, Barcelona). Los cadáveres aparecen también en postura encogida, en aquellos casos donde se conoce la posición primaria, no siempre bien documentada (remociones naturales, alteraciones por uso reiterado del lugar). Los ajuares son desiguales: cerámicas típicas (lisas con cordones, cepilladas con crestas en relieve), brazaletes de pedúnculo (en cantidades importantes) y siguen apareciendo ofrendas alimentarias (bóvidos, ovicápridos, cerdo, jabalí, cérvidos...). La estructuración del ámbito mortuorio se complica y se conoce mejor: inhumación de los individuos, fosas simples ovaladas excavadas en el subsuelo, fosas cubiertas por un montículo pequeño de piedras de forma circular, fosas con banqueta y cistas. Por otra parte, se sigue observando el uso de cuevas con finalidad exclusivamente sepulcral, con enterramientos colectivos de inhumaciones sucesivas (Cova de l'Avellaner -4020 a.C.- y Cova de Mariver de Martís, ambas en Girona). En el resto de las regiones los datos son más bien escasos, y disponemos de informaciones bastante dispersas: investigaciones aún recientes, actuaciones clandestinas en zonas con riqueza de yacimientos en cavidades naturales y remociones antrópicas de lugares con ocupaciones muy intensivas a lo largo del tiempo.
En Aragón, por ejemplo, se detecta el uso funerario exclusivamente en cuevas: puede tratarse de una utilización únicamente sepulcral o bien en contextos donde también se han documentado restos de habitación. Conocemos los restos de la Cueva de Chaves (un individuo enterrado en posición replegada, con un ajuar poco significativo) y la Cueva del Moro, donde aparecieron restos humanos posiblemente relacionados con cerámicas cardiales y cuentas de collar, a pesar de las dificultades de lectura estratigráfica. En Andalucía los datos aún son más escasos: sólo se tiene constancia de descubrimientos muy recientes en yacimientos al aire libre: La Molaina (Granada), fechado hacia el IV milenio, con enterramientos en una área donde se localizan silos y fosas, y el conjunto de silos del Bajo Guadalquivir, ya en una fase más avanzada de la neolitización (primera mitad del III milenio). Otra de las problemáticas que hoy día sigue sin dilucidarse por su complejidad, para estas últimas regiones, son las atribuciones crono-culturales de los enterramientos colectivos en cueva, las cuales son del todo confusas debido a las estratigrafías poco fiables, a las continuas reutilizaciones de según qué lugares como enterramiento en periodos posteriores y la falta de trabajos sistemáticos al respecto. Esta situación queda bien ejemplarizada en el País Vasco , con algunos yacimientos que presentan posibles enterramientos colectivos en niveles datados sobre el VI milenio (Cueva de Zatoya I, en Navarra, y Cueva de Fuente Hoz, en Alava).
Significativa es también la aparición en estos momentos de las primeras necrópolis de cistas megalíticas cubiertas con un gran túmulo de tierra y anillo externo de piedras, con inhumaciones individuales (Font de la Vena, en Tavertet, Barcelona). Los cadáveres aparecen también en postura encogida, en aquellos casos donde se conoce la posición primaria, no siempre bien documentada (remociones naturales, alteraciones por uso reiterado del lugar). Los ajuares son desiguales: cerámicas típicas (lisas con cordones, cepilladas con crestas en relieve), brazaletes de pedúnculo (en cantidades importantes) y siguen apareciendo ofrendas alimentarias (bóvidos, ovicápridos, cerdo, jabalí, cérvidos...). La estructuración del ámbito mortuorio se complica y se conoce mejor: inhumación de los individuos, fosas simples ovaladas excavadas en el subsuelo, fosas cubiertas por un montículo pequeño de piedras de forma circular, fosas con banqueta y cistas. Por otra parte, se sigue observando el uso de cuevas con finalidad exclusivamente sepulcral, con enterramientos colectivos de inhumaciones sucesivas (Cova de l'Avellaner -4020 a.C.- y Cova de Mariver de Martís, ambas en Girona). En el resto de las regiones los datos son más bien escasos, y disponemos de informaciones bastante dispersas: investigaciones aún recientes, actuaciones clandestinas en zonas con riqueza de yacimientos en cavidades naturales y remociones antrópicas de lugares con ocupaciones muy intensivas a lo largo del tiempo.
En Aragón, por ejemplo, se detecta el uso funerario exclusivamente en cuevas: puede tratarse de una utilización únicamente sepulcral o bien en contextos donde también se han documentado restos de habitación. Conocemos los restos de la Cueva de Chaves (un individuo enterrado en posición replegada, con un ajuar poco significativo) y la Cueva del Moro, donde aparecieron restos humanos posiblemente relacionados con cerámicas cardiales y cuentas de collar, a pesar de las dificultades de lectura estratigráfica. En Andalucía los datos aún son más escasos: sólo se tiene constancia de descubrimientos muy recientes en yacimientos al aire libre: La Molaina (Granada), fechado hacia el IV milenio, con enterramientos en una área donde se localizan silos y fosas, y el conjunto de silos del Bajo Guadalquivir, ya en una fase más avanzada de la neolitización (primera mitad del III milenio). Otra de las problemáticas que hoy día sigue sin dilucidarse por su complejidad, para estas últimas regiones, son las atribuciones crono-culturales de los enterramientos colectivos en cueva, las cuales son del todo confusas debido a las estratigrafías poco fiables, a las continuas reutilizaciones de según qué lugares como enterramiento en periodos posteriores y la falta de trabajos sistemáticos al respecto. Esta situación queda bien ejemplarizada en el País Vasco , con algunos yacimientos que presentan posibles enterramientos colectivos en niveles datados sobre el VI milenio (Cueva de Zatoya I, en Navarra, y Cueva de Fuente Hoz, en Alava).