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Datos principales


Rango

Edad Moderna

Desarrollo


Entre los casos de mujeres soldados que persiguieron su libertad, destaca doña Juana, conocida como la Dama de Arintero, que sirvió en el ejército de los Reyes Católicos con el nombre de Caballero Oliveros. Cuando en febrero de 1475, las mesnadas reales llegaron a la vista de la rebelde Zamora, iniciaron el asedio a la ciudad e intentaron el asalto de las murallas. Avanzando entre una lluvia de venablos y saetas, los sitiadores colocaron las escalas y se dispusieron a tomar la ciudad. Ya a punto de concluir la terrible jornada sin que los soldados reales hubieran expugnado la ciudad, varios caballeros, entre los que se encontraba el infatigable Caballero Oliveros, se apoderaron de una de las puertas principales de la muralla permitiendo el paso de las mesnadas leales. Pronto el rumor de la lucha se apagó y la ciudad se rindió. A cambio de su lealtad a los Reyes legítimos, D. Fernando y D? Isabel concedieron el perdón y confirmaron los fueros y privilegios a Zamora. Gráfico Vencida la resistencia de Zamora, las huestes reales se encaminaron hacia Toro donde el rey de Portugal había reunido un poderoso ejército. El 1 de marzo de 1475, en las campas de Pelea Gonzalo chocaron ambos ejércitos. A la segunda carga, la caballería castellana desbarató las líneas portuguesas que comenzaron a retroceder hacia la frontera de Portugal. El Caballero Oliveros tuvo una gran actuación, pero se descubrió su condición de mujer como consecuencia del desgarramiento de sus ropas.

Pronto se extendió el rumor entre las filas: "Hay mujer en la guerra" y llegó a oídos del Almirante de Castilla, uno de los jefes de las tropas reales. El Almirante se encamino a la tienda Real para comentar tan sorprendente noticia al Rey. D. Fernando, intrigado por la historia del Caballero Oliveros, llamó a éste a su presencia. Delante del Rey y su Corte, Doña Juana hubo de desvelar su verdadero nombre y las causas de su presencia en el ejército. El Rey, admirado del valor desplegado por la Dama de Arintero durante la campaña, no sólo perdonó la impostura, sino que concedió a Arintero y sus vecinos grandes y cumplidos privilegios. Arintero fue a partir de entonces, solar conocido de hijosdalgos notorios; en las tierras de Arintero y en veinte leguas a la redonda no podría exigirse contribución de sangre o dinero y se concedía licencia real para celebrar todos los años fiesta y feria en el aniversario de la victoria ante las tropas portuguesas. Pero la historia termina con la crudeza de la envidia. Con su licencia real y aún armada con su cota de malla, yelmo y lanza, la Dama de Arintero, marchó hacia su tierra llevando entre sus ropas las cartas reales de privilegios. En el pueblo de La Cándana fue abatida por una partida de seis soldados quienes le robaron, después de una lucha sin tregua, los privilegios reales concedidos para así poder aplicarlos a sus haciendas y señoríos. Otro caso, quizá el más conocido, fue el de Catalina de Erauso, conocida también como la Monja Alférez, cuya vida tan plagada de peripecias y aventuras dio lugar a novelas, películas y estudios, despertando una gran fascinación.

Y es que Catalina de Erauso ha sido uno de los personajes más sugerentes y curiosos del Siglo de Oro español. Nacida en San Sebastián en 1592, fue hija de un militar, Miguel de Erauso, y de María Pérez de Gallárraga y Arce. Después de pasar su niñez interna en un convento de San Sebastián, en 1607, cuando apenas contaba quince años de edad, salió del convento disfrazada de labriego. Comenzó a viajar de pueblo en pueblo, vestida como un hombre y adoptando nombres diferentes, como Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso. Determinada a encontrar a su hermano Miguel, se embarcó hacia el Nuevo Mundo y viajó a Potosí. En tierras americanas desempeñó diversos oficios, pasando por Perú, Chile donde en 1619 estuvo al servicio del rey de España, participando en diversas guerras de conquista. En aquellas tierras, Catalina reafirmó su nueva personalidad. "Comía, bebía y dormía siempre con las armas en la mano". Aquel hombre con cuerpo de mujer era un ciclón. Destruía y mataba todo lo que se le ponía por delante en las grandes batallas de la Araucaria chilena. Destacada en el combate, rápidamente adquirió fama de valiente y diestra en el manejo de las armas, lo que le valió alcanzar el grado de alférez. Amante de las riñas, del juego, los caballos y el galanteo con mujeres, como correspondía a los soldados españoles de la época, varias veces se vio envuelta en pendencias y peleas. En una de ellas, en 1615, en la ciudad de Concepción, actuó como padrino de un amigo durante un duelo.

En aquel duelo, Catalina llegó a herir mortalmente al padrino rival que resultó ser su hermano Miguel. Expulsada del ejército por desobedecer las órdenes, su trayectoria fue a peor. Jugadora y pendenciera, mató a decenas de hombres. Vivía "como una pluma llevada por el viento" hasta que en Huamanga (Perú) en 1623, fue detenida a causa de una disputa y condenada a morir en la horca. Para evitar ser ajusticiada, pidió clemencia al obispo Agustín de Carvajal, a quien confesó su verdadera identidad y su huida de joven de un convento. Entonces se desveló el misterio: "Quiero morir como nací. Colgad a Francisco de Loyola, no a Catalina de Erauso". Con el apoyo del eclesiástico, pudo viajar a España. Conocedores de su caso en la corte, fue recibida con honores por el rey Felipe IV, quien le confirmó su graduación y empleo militar y la llamó la "monja alférez", autorizándola además a emplear un nombre masculino. Algo más tarde, mientras su nombre y aventuras corrían de boca en boca por toda Europa, Catalina viajó a Roma y fue recibida por el papa Urbano VIII, quien le permitió continuar vistiendo como hombre. Durante esta tranquila etapa, ella misma dictó sus propias memorias, la "Historia de la monja alférez." (67) Pero su espíritu inquieto y aventurero no conoció reposo. En 1630, viajó de nuevo a América y se instaló en México donde regentó un negocio de arriería o transporte de mercancías entre la capital mexicana y Veracruz. A partir de 1635 poco se sabe de su vida, salvo que murió en Cuitlaxtla, localidad cercana a Puebla, quince años más tarde. Apenas se conocen las causas de su fallecimiento, pues unos dijeron que había muerto asesinada, otros que en un naufragio y otros, los más dados a la fantasía, que se la había llevado el diablo.

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