Muerte de Hernán Cortés
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Datos principales
Desarrollo
Muerte de Hernán Cortés Riñeron malamente Cortés y don Antonio de Mendoza sobre la entrada de Sibola, pretendiendo cada uno ser suya por merced del Emperador; don Antonio como virrey, y Cortés como capitán general. Tuvieron tales palabras entre los dos, que nunca volvieron a congraciarse, después de haber sido muy grandes amigos; y así, dijeron y escribieron mil males el uno del otro; cosa que a entrambos dañó y desautorizó. Tenía pleito Cortés, sobre la cantidad de sus vasallos, con el licenciado Villalobos, fiscal de Indias, que le pusiera mala voz al privilegio; y el virrey se los comenzó a contar, que estaba mal hacerlo, aunque con cédula del Emperador; por lo cual hubo Cortés de venir a España el año 40. Trajo a don Martín, el primogénito, que tendría ocho años, y a don Luis para servir al Príncipe. Vino rico y acompañado, mas no tanto como la otra vez. Trabó grande amistad con el cardenal Loaisa y con el secretario Cobos, que no le aprovechó nada para con el Emperador, que había ido a Flandes sobre lo de Gante, por Francia. Fue luego, el año.41, el Emperador sobre Argel, con grande armada y caballería. Pasó allá Cortés con sus hijos don Martín y don Luis, y con muchos criados y caballos para la guerra. Le cogió la tormenta, con lo que se perdió la flota, en el mar, y en la galera Esperanza, de don Enrique Enríquez. Por el miedo de perder el dinero y joyas que llevaba, dando al través, se ciñó un paño con las riquísimas cinco esmeraldas que dije valer cien mil ducados; las cuales se le cayeron por descuido o necesidades, y se le perdieron entre los grandes lodos y muchos hombres; y así, le costó a él aquella guerra más que a ninguno, quitando a su majestad, aunque Andrea de Oria perdió once galeras.
Mucho sintió Cortés la pérdida de sus joyas; empero más sintió que no le llamasen a consejo de guerra, metiendo en él a otros de menos edad y saber; lo cual dio que murmurar en el ejército. Como se determinó en consejo de guerra levantar el cerco e irse, pesó mucho a muchos; y yo, que me hallaba allí, me maravillé. Cortés entonces se ofrecía a tomar Argel con los soldados españoles que había, y con la mitad de tudescos e italianos, siendo de ello servido el Emperador. Los hombres de guerra amaban aquello, y le elogiaban mucho. Los hombres de mar y otros no lo escuchaban; y así, creo que no lo supo su majestad, y se vino. Anduvo Cortés muchos años acongojado en la corte tras el pleito de sus vasallos y privilegio, y aun fatigado con la residencia que le tomaron Nuño de Guzmán y los licenciados Matienzo y Delgadillo, y que se veía en Consejo de Indias; pero nunca se declaró; que fue gran contento para él. Fue a Sevilla con voluntad de pasar a Nueva España y morir en México, y a recibir a doña María Cortés, su hija mayor, que la tenía prometida y concertada de casar con don Alvar Pérez Osorio, hijo heredero del marqués de Astorga don Perálvarez Osorio, con cien mil ducados y vestidos. Mas no se casaron por culpa de don Alvar y de su padre. Iba malo de flujo de vientre e indigestión, que le duraron mucho tiempo. Empeoró allí, y murió en Castilleja de la Cuesta, el 2 de diciembre del año 1547, siendo de sesenta y tres años. Fue depositado su cuerpo con los duques de Medina Sidonia.
Dejó Cortés en doña Juana de Zúñiga un hijo y tres hijas: el hijo se llama don Martín Cortés, que heredó el estado y casó con doña Ana de Arellano, prima suya, e hija del conde de Aguilar don Pedro Ramírez de Arellano, por convenio que dejó su padre. Las hijas se llaman doña María Cortés, doña Catalina y doña Juana, que es la menor, prometida por el mismo convenio a don Felipe de Arellano, con setenta mil ducados de dote. Dejó también otro don Martín Cortés, que tuvo en una india, y a don Luis Cortés, que tuvo en una española, y tres hijas, cada una de su madre, y todas indias. Hizo Cortés un hospital en México, mandó hacer un colegio allí, y monasterio para mujeres en Coyoacán, donde mandó por testamento que llevasen sus huesos a costa del mayorazgo. Situó cuatro mil ducados de renta, que valen sus casas de México cada año, para estas tres obras, y de ellos dos mil son para los colegiales. Don Martín Cortés a la sepultura de su padre Padre, cuya suerte impropiamente Aqueste bajo mundo poseía; Valor que nuestra edad enriquecía, Descansa en paz eternamente.
Mucho sintió Cortés la pérdida de sus joyas; empero más sintió que no le llamasen a consejo de guerra, metiendo en él a otros de menos edad y saber; lo cual dio que murmurar en el ejército. Como se determinó en consejo de guerra levantar el cerco e irse, pesó mucho a muchos; y yo, que me hallaba allí, me maravillé. Cortés entonces se ofrecía a tomar Argel con los soldados españoles que había, y con la mitad de tudescos e italianos, siendo de ello servido el Emperador. Los hombres de guerra amaban aquello, y le elogiaban mucho. Los hombres de mar y otros no lo escuchaban; y así, creo que no lo supo su majestad, y se vino. Anduvo Cortés muchos años acongojado en la corte tras el pleito de sus vasallos y privilegio, y aun fatigado con la residencia que le tomaron Nuño de Guzmán y los licenciados Matienzo y Delgadillo, y que se veía en Consejo de Indias; pero nunca se declaró; que fue gran contento para él. Fue a Sevilla con voluntad de pasar a Nueva España y morir en México, y a recibir a doña María Cortés, su hija mayor, que la tenía prometida y concertada de casar con don Alvar Pérez Osorio, hijo heredero del marqués de Astorga don Perálvarez Osorio, con cien mil ducados y vestidos. Mas no se casaron por culpa de don Alvar y de su padre. Iba malo de flujo de vientre e indigestión, que le duraron mucho tiempo. Empeoró allí, y murió en Castilleja de la Cuesta, el 2 de diciembre del año 1547, siendo de sesenta y tres años. Fue depositado su cuerpo con los duques de Medina Sidonia.
Dejó Cortés en doña Juana de Zúñiga un hijo y tres hijas: el hijo se llama don Martín Cortés, que heredó el estado y casó con doña Ana de Arellano, prima suya, e hija del conde de Aguilar don Pedro Ramírez de Arellano, por convenio que dejó su padre. Las hijas se llaman doña María Cortés, doña Catalina y doña Juana, que es la menor, prometida por el mismo convenio a don Felipe de Arellano, con setenta mil ducados de dote. Dejó también otro don Martín Cortés, que tuvo en una india, y a don Luis Cortés, que tuvo en una española, y tres hijas, cada una de su madre, y todas indias. Hizo Cortés un hospital en México, mandó hacer un colegio allí, y monasterio para mujeres en Coyoacán, donde mandó por testamento que llevasen sus huesos a costa del mayorazgo. Situó cuatro mil ducados de renta, que valen sus casas de México cada año, para estas tres obras, y de ellos dos mil son para los colegiales. Don Martín Cortés a la sepultura de su padre Padre, cuya suerte impropiamente Aqueste bajo mundo poseía; Valor que nuestra edad enriquecía, Descansa en paz eternamente.