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MEMORIAL 31 Señor. El capitán Pedro Fernández de Quirós. Demostrar a V.M. y al mundo cuanto desea y procura la más honra y gloria de Dios Nuestro Señor en la población que V.M. manda que yo vaya a hacer en las tierras que de la parte Austral, por orden de V.M. descubrí, para la predicación del Evangelio y conversión de todos aquellos gentiles naturales dellas. Lo tengo por bastante premio de mis trabajos, yo, Señor, y doy infinitas gracias a Dios pues veo esta grande y pía causa libre de tan grandes riesgos como hasta aquí le vi correr; y las doy a V.M. por esta merced tan alta que acepto con toda la humildad posible, y con ánimo muy de atrás determinado protesto de en prosecución de su fin hacer todo cuanto pudiere por dar la buena cuenta que debo a Dios y a V.M. de la confianza que de mí se hace, y por primero, advertencias siguientes: La cédula de V.M. recibí de mano del secretario Gabriel de Hoa, a 18 de diciembre de 1609, y en ella V.M. manda al Virrey del Pirú que me dé despacho, de cuya forma advierto su confusión y el peligro; y digo que si V.M. manda al Virrey que acuerde conmigo lo que pareciere convenir, con gasto de los 500 mil ducados que pedí, dando al Virrey las libranzas dellos, y distribuídos todos por mi orden, sin que entre en mi poder tan solo un peso, yo haré los tanteos y reparticiones, buscaré los géneros, haré los precios, enviaré las partes donde se puedan comprar, tan buenos como baratos, y ahorraré los fletes con los navíos de mi cargo; en suma, yo buscaré los hombres a propósito, dentro y fuera de Lima, y todo lo demás que toca a mi buen despacho, ajustándome siempre a los dichos 500 mil ducados y creciendo en los géneros una gran suma.
Y con esto, demás de los mil hombres concedidos, llevaré las mujeres de los casados, de que no se hace mención, siendo parte tan principal para poblar, y juntamente a sus hijos y criados, y a todos los aventureros, y a más, que de ir bien despachado y del modo que se me manda, es muy poco un millón y será corto mi despacho. Mire V.M. que le doy un gran arbitrio, y que todo lo que pido es en mayor y mejor beneficio desta obra, que yo no puedo guiar m asegurar aquí ni allá cuanto fuera de mi parte, sino es que V.M. se sirva que las cédulas aquí, y el despacho en el Pirú sean a toda mi satisfacción, y que V.M. me dé el título que no puedo excusar, para nombrar los oficiales necesarios, y facultad para disponer las cosas desde aquí y asentar firmemente lo tocante de aquellas partes como conviene a ellos y a V.M. y a las todas personas que allí fueren. Y pues que yo, Señor, no trato de mis provechos ni los apunto, ni quiero a trueque de esta obra sino que se encamine tan lúcidamente como merece, a lo menos lo que para su mayor bien no puedo excusar, no se me niegue. pues a Colón ni a los otros que en semejantes empresas se ocuparon no se (les) negaron, más antes se les dió para ello mucho más de lo que yo pido no para mí sino para servir a V.M., y no merezco menos, y si es menester daré ejemplos, no sólo antiguos sino modernos, e aviso que oficiales nombrados por tercera persona se oponen en puntos con quien gobierna, y pasan más adelante, y que en aquellas tan remotas partes, y aún de cerca, tiene lo dicho grandes peligros, y que estos es bien que desde acá se eviten.
Los referidos 500 mil ducados se han de gastar por mayor desta manera: Ciento cincuenta mil para sueldos de marineros y socorros de algunas personas insignes; ciento cincuenta mil para navíos, aparejos y carenas dellos; cien mil para bastimentos de dos años, armas, municiones, resguardo de lonas, brea, estopa, jarcias, cables y otras cosas que no se pueden excusar; cincuenta mil para ornamentos y lo demás necesario al culto divino, y para vestuario de religiosos, y para su melinje, ruan, cordellates, sombreros, calzados y otros géneros forzosos para socorrer soldados, vestir algunos indios y rescate para con todos; y los últimos diez mil para hierro, acero y herramientas, tres géneros bien necesarios para hacer dos grandes naos, y cargados con lo que la tierra tuviere, enviar una a México y la otra a Lima por cuenta de V.M., y para hacer otras embarcaciones que son allí menester para descubrir y trajinar, y para aprestar los navíos que llevaré y los avisos que he de enviar, y si conviene, para descubrir el estrecho de Aman, pues de allí se puede hacer con toda comodidad; y juntamente para fábrica de iglesias, casas, ingenios, muros, cultivar, plantar y sembrar la tierra. En suma, Señor, en hombres buenos, y en acero y hierro está lo más seguro de esta obra y no en los yerros que yo veo. Y si V.M. se sirve que en Sevilla, San Lúcar y Cádiz se compren al crédito de los 500 mil ducados, 6.000 quintales de hierro y los mosquetes y arcabuces necesarios, y de todas las demás cosas apuntadas, y de las otras que yo dije, las cantidades que pareciere convenir, se ahorrara el tercio, medio y doblado, y mucho más que ganan los mercaderes del Pirú, de quienes se ha de comprar con advertencia, que en sabiendo el mucho hierro y los demás géneros menesterosos, que los han de subir a un gran precio, con que llevaré mucho menos; y en lo que sobrare está la vida de causa y hombres.
Demás desto se ahorrarán todos los derechos y juntamente los fletes, pues, los galeones de V.M. por lastre lo pueden llevar hasta Puertobello, o darme V.M. un navío y desde Panamá hasta Lima, las naos de armada que allí traen la plata; y con la que en esto se ahorrará podré llevar desde aquí bien acomodadas 150 personas eclesiásticas y seculares, y destas algunas que sean prácticas de la milicia del mar, campaña y montaña indiana. Don García Girón, el capitán Lorenzo Ferrer, el capitán Miguel Pinol y otros de todas letras, convenientes para encaminar el gobierno espiritual y temporal, y otras entendidas y bien expertas en negocios para repartir trabajos, y otras en todas las artes y oficios forzosos a una tan buena república como deseo se asiente allí; y que todos sean conocidos, así por hacer la parte de V.M. más fuerte y segura, como para lo demás referido, cuyos nombres de muchos que se han ofrecido diré si V.M. lo manda, siendo como son para todos menesteres de mucha consideración; para los cuales y para las mujeres e hijos de los casados, y criados de todos, suplico a V.M. se sirva darme licencia, embarcación y sustento hasta Lima en la forma referida; pues así y desde aquí irá guiada esta obra muy conforme a razón. Mire V.M. que en este arbitrio consiste con firmeza su mayor bien desta obra, y su mayor servicio de V.M., o si no dése en esto algún corte de tal modo que después o se me carge el gasto doblado, malo el despacho, salir tarde del puerto y el desacierto por faltas de lo necesario y por sobra de gente desbaratada, con más a todos los daños y pérdidas que de aquí han de nacer, digo, grandísimos e irremediables, porque descargo mi conciencia con la de V.
M. y con la de ministros a quienes tocare. V.M., en su real cédula, manda al Virrey del Pirú que me dé despacho, no se ofreciendo de nuevo inconveniente notable, y aunque, Señor, es verdad que el Marqués de Montes Claros, como tan gran Ministro y celoso del servicio de Dios y de V.M., que le dará, creo que debe advertir que no hay inconveniente más notable ni más pernicioso que la tardanza en caso tan importante, con perdición de tantas almas; todavía por lo que se puede ofrecer, pues el demonio no se descuidará allá, como se descuidó aquí, suplico a V.M. eficazmente mande que se quite aquel mal punto, no se ofreciendo inconveniente notable, por ser notable la pena que me da el ver que cuando fui a descubrir las tierras que no sabía se me dió doblado despacho del que yo pedí, claro fortísimo y a toda mi satisfacción, con mi título y con puertas cerradas a todo género de inconvenientes y estorbo, y que agora siendo el mismo hombre (y un poco más) a quien V.M. manda ir a poblar las tierras ya descubiertas, se me da despacho condicional, sin título ni facultad para disponer y ordenar las cosas que han de correr por mi cuenta y con puertas abiertas y francas no a uno sino a muchos inconvenientes, y por esto aventurada la obra, V.M. muy lejos, mi vida gastándose en tantos trabajos vanamente, pudiendo con mucho menos lucir tanto que si fuera de veras ayudado; en quince años ha que porfío, tuviera V.M. diversas hoy, a una o dos ciudades por año, 15 o 20 ciudades plantadas en aquellas tierras y cogidos los frutos de tan grandes y buenas plantas, y las Indias descargadas de la gente sobrada que tiene.
Otro sí: suplico a V.M. me dé sobrecédula que diga que contra la brevedad y bondad de mi despacho no valga inconveniente, dificultad ni contradición alguna, y que se declare en ella que se gasten los dichos 500 mil ducados de lo más bien pasado de la caja de la Ciudad de los Reyes, de lo que más a mano estuviere, y de que se haga mención que se me den los dichos mil hombres, muchos casados, con bastimentos, armas, navíos y todo lo demás que pedí y hubiere menester, nombrando la paga de sueldo de la gente de mar y guerra, y cada una de las cosas que han de hacer firme mi despacho vayan de por sí bien expresadas y distintas, para que mejor se entienda y se cumpla la voluntad de V.M., y juntamente que se me deje llevar (fuera de la gente concedida), toda la demás que pudiere, porque de una vez se haga lo que de muchas se hará a grandes costas de hacienda y perdición de grandes bienes, sin que desta vez se gaste más de solo los 500 mil ducados referidos. Toda esta declaración conviene, advirtiéndose que si aquí a los ojos de V.M. me ha sido tan dificultoso, trabajoso y tanto averiguar este despacho, que si no fuere con la firmeza que digo, y aunque vaya, no me ha de costar menos, no solo el todo sino la menor de las partes. Otro sí: una cédula que hable generalmente con todos los ministros de gobierno, justicia y guerra, en tierra y mar, para que ninguno me impida en cosa alguna y para que todos me ayuden en cuanto se puede ofrecer en este gran servicio de Dios y de S.
M. con advertencia que en otra semejante cédula que llevé, cuando, fui a descubrir, nunca hallé acá ni allá quien me quisiera ayudar en la menor de las cosas, con ser tan bastante y apretada como se puede ver en ella, y no será menos ahora y diré las causas si V.M. lo manda, salvo don Francisco Duarte. Otro sí: una cédula para que si yo muriese antes que llegue a la Ciudad de los Reyes, o antes que salga de su puerto, o navegando a aquellas tierras, o en ellas, pueda mostrar la persona que hubiese mostrado el tiempo que merece, que con todos mis despachos, escritos y avisos vaya continuando esta obra hasta que V.M. ordene otra cosa, y esto porque no se pierda, pues no es para perder ni para descuidarse con ella, m menos para negárseme esta justa petición. . Otro sí: suplico a V.M. se sirva darme una tal ayuda de costa que baste a desempeñarme de lo mucho que debo, gastado todo en esta causa, y para llegar a la Ciudad de los Reyes con alguna comodidad, porque la pobreza en que algunas veces me he visto (dígalo don Alonso de Sotomayor como me fue en Panamá), tuvo muchas veces esta obra a pique de caerse; y que con tan extremadas miserias y faltas mías, con tan terribles y duraderas contradicciones ajenas, está en pié y en la memoria de V.M., por cuya cuenta corre, debe creerse que tiene grandes misterios. Los fundamentos de este grande edificio es la religión cristiana; y las firmes columnas sobre las que ha de estribar, los ministros de Dios, de vida tan diferente como ejemplar.
Aquí está don Juan de Alarcón, que es varón a quien V.M. puede emplear como merece en aquella nueva iglesia de San Pedro bien necesitada de la tal persona para asentar la forma del gobierno della como realmente se debe. No pase por alto este punto, que es mucho lo que abraza y contiene, y juntamente están aquí esperando otros muchos sacerdotes de buen aviso y celo para ir a trabajar en aquella viña del señor. Otro sí: me consta, por habérmelo dicho el provincial de Valencia de los capuchinos de la orden de San Francisco, que su general ofrece veinticuatro de sus religiosos, mandando V.M. se le escriba. Oh, Señor, y cuánto importa que los ministros que han de ir a tal empresa sean tan celosos, desnudos y ejemplares como los vemos! Por esto suplico a V.M., con todo encarecimiento posible, que se dé comisión a la tal persona de esta orden, que busque las otras como convienen, anteponiendo al padre fray Lorenzo de Pons, fray Joseph de Tárraga, fray Lucas de Perptñán, fray Hermenegildo de Monblan, fray Domingo de Higueras, fray Gregorio de Pamplona, fray Alonso de Estrada, fray Agustín de Calatayud, fray Andrés de Zaragoza, todos predicadores; fray Juan Evangelista, fray Pedro de Vargas, fray Buenaventura de Barcelona, fray Severo de Tobar, que ha sido el motor, todos cuatro sacerdotes; fray Vidal, fray Francisco de Vique, fray Pedro de. Granollers, legos, todos naturales destos reinos, de quienes tengo cartas que me han escrito en que muestran bien sus frevorosos deseos y el cuánto ha que duran en ellos.
Vuelvo a suplicar a V.M. esta merced por singular pues, si bien se mira, parece que para tal obra guardó Dios tales obreros, muy buena suerte della y de V.M., y muy conforme a mis deseos, y juntamente de que se pida al Nuncio (si puede) dar licencia para administrar los sacramentos, y si no a Su Santidad. Otro sí: suplico a V.M. me concede a fray Bernardino, enfermero del convento de San Francisco desta villa, que está con grande ánimo de ir a servir a Dios en cosas grandes, y juntamente a fray Andrés de Almeyda, para que sean compañeros, y a mi consuelo. Otro sí: seis hermanos de Juan de Dios, y por primeros los hermanos Sebastián e Ignacio, cuyas palabras tengo, para que en aquellas partes vayan luego fundando sus hospitales, curando los naturales y los nuestros. En suma, Señor, los hermanos desta orden, cuya profesión es caridad, servir y sufrir enfermos, son propios para tal obra. Otro sí: pido a V.M. una certificación sumaria de la relación que el capitán Luis Váez de Torres, desde las Filipinas envió a V.M. y al Consejo de Estado, diciendo lo demás que descubrió cuando se apartó de mí, para que ayude su parte. Otro sí: pido las copias de la cédula y sobrecédula de V.M., en virtud de las cuales hice aquel descubrimiento, por haberse quedado el Conde de Monterrey con los originales. Hallarse han en el registro de Estado de marzo de 1603. Otro sí: por la mayor de las mercedes apuntadas, y en pago de mis servicios hechos, y de los que de nuevo ofrezco hacer, suplico a V.
M. que lea todos los escritos que van con este y considere bien las cuentas que doy, la grande importancia desta obra, la seguridad que prometen todos los medios que muestro y los avissos y ejemplos que presento por testigos vivos de que es mi intento, de que en todas aquellas partes Dios y V.M. sean servidos de veras, y de veras enseñados y guiadas aquellas gentes a los bienes que ni saben, ni tienen, y de veras endidos y sustentados en paz y justicia, pues de veras para este fin padecí y porfié y de veras he de trabajar y porfiar hasta que no pueda más. Finalmente, es digno de considerar el cómo Dios Nuestro Señor dio al rey don Fernando el Católico las Indias de Occidente, luego que echó a los judíos de España, y cómo ahora que V.M. va echando della a los moriscos, va Dios dando a V.M. toda la parte Austral incógnita, a donde ya se ha visto longitud de más tierras que tienen todos los reyes y príncipes cristianos, turcos y moros de Africa, y no solo esto, sino que prometo doblar y redoblar tierras, gentes, riquezas, comodidades de todas las provincias de que V.M. es señor en aquellas partes y en éstas, y seguridad de todas ellas. Por todos los cuales infinitos bienes de ambos géneros suplico a V.M. muestre a lo claro, en la forma de mi despacho, la grandeza del ánimo de un tan grande Rey y Señor, para la grandeza desta mayor de las empresas que Dios le pone en las manos; y que pues para otras mínimas desde aquí sobran las fuerzas, que no se muestren menos desde aquí para ésta, que si es tan grandiosa es rica, si tanto tiene y tanto conviene es fuerza que se estime en lo que merece y se le debe de tales medios que aseguren los buenos fines que deseo. Goce V.M. de su felicidad sin perder tiempo, pues tiene tanto para gozarla. Ayude V.M. como puede causa y hombre, que un hombre para una gran causa se debe y suele buscar y no se halla, a trueque de grandes precios. Y pues de un hombre V.M. fía lo más, fíe lo menos con la cuenta y razón que ofrezco.
Y con esto, demás de los mil hombres concedidos, llevaré las mujeres de los casados, de que no se hace mención, siendo parte tan principal para poblar, y juntamente a sus hijos y criados, y a todos los aventureros, y a más, que de ir bien despachado y del modo que se me manda, es muy poco un millón y será corto mi despacho. Mire V.M. que le doy un gran arbitrio, y que todo lo que pido es en mayor y mejor beneficio desta obra, que yo no puedo guiar m asegurar aquí ni allá cuanto fuera de mi parte, sino es que V.M. se sirva que las cédulas aquí, y el despacho en el Pirú sean a toda mi satisfacción, y que V.M. me dé el título que no puedo excusar, para nombrar los oficiales necesarios, y facultad para disponer las cosas desde aquí y asentar firmemente lo tocante de aquellas partes como conviene a ellos y a V.M. y a las todas personas que allí fueren. Y pues que yo, Señor, no trato de mis provechos ni los apunto, ni quiero a trueque de esta obra sino que se encamine tan lúcidamente como merece, a lo menos lo que para su mayor bien no puedo excusar, no se me niegue. pues a Colón ni a los otros que en semejantes empresas se ocuparon no se (les) negaron, más antes se les dió para ello mucho más de lo que yo pido no para mí sino para servir a V.M., y no merezco menos, y si es menester daré ejemplos, no sólo antiguos sino modernos, e aviso que oficiales nombrados por tercera persona se oponen en puntos con quien gobierna, y pasan más adelante, y que en aquellas tan remotas partes, y aún de cerca, tiene lo dicho grandes peligros, y que estos es bien que desde acá se eviten.
Los referidos 500 mil ducados se han de gastar por mayor desta manera: Ciento cincuenta mil para sueldos de marineros y socorros de algunas personas insignes; ciento cincuenta mil para navíos, aparejos y carenas dellos; cien mil para bastimentos de dos años, armas, municiones, resguardo de lonas, brea, estopa, jarcias, cables y otras cosas que no se pueden excusar; cincuenta mil para ornamentos y lo demás necesario al culto divino, y para vestuario de religiosos, y para su melinje, ruan, cordellates, sombreros, calzados y otros géneros forzosos para socorrer soldados, vestir algunos indios y rescate para con todos; y los últimos diez mil para hierro, acero y herramientas, tres géneros bien necesarios para hacer dos grandes naos, y cargados con lo que la tierra tuviere, enviar una a México y la otra a Lima por cuenta de V.M., y para hacer otras embarcaciones que son allí menester para descubrir y trajinar, y para aprestar los navíos que llevaré y los avisos que he de enviar, y si conviene, para descubrir el estrecho de Aman, pues de allí se puede hacer con toda comodidad; y juntamente para fábrica de iglesias, casas, ingenios, muros, cultivar, plantar y sembrar la tierra. En suma, Señor, en hombres buenos, y en acero y hierro está lo más seguro de esta obra y no en los yerros que yo veo. Y si V.M. se sirve que en Sevilla, San Lúcar y Cádiz se compren al crédito de los 500 mil ducados, 6.000 quintales de hierro y los mosquetes y arcabuces necesarios, y de todas las demás cosas apuntadas, y de las otras que yo dije, las cantidades que pareciere convenir, se ahorrara el tercio, medio y doblado, y mucho más que ganan los mercaderes del Pirú, de quienes se ha de comprar con advertencia, que en sabiendo el mucho hierro y los demás géneros menesterosos, que los han de subir a un gran precio, con que llevaré mucho menos; y en lo que sobrare está la vida de causa y hombres.
Demás desto se ahorrarán todos los derechos y juntamente los fletes, pues, los galeones de V.M. por lastre lo pueden llevar hasta Puertobello, o darme V.M. un navío y desde Panamá hasta Lima, las naos de armada que allí traen la plata; y con la que en esto se ahorrará podré llevar desde aquí bien acomodadas 150 personas eclesiásticas y seculares, y destas algunas que sean prácticas de la milicia del mar, campaña y montaña indiana. Don García Girón, el capitán Lorenzo Ferrer, el capitán Miguel Pinol y otros de todas letras, convenientes para encaminar el gobierno espiritual y temporal, y otras entendidas y bien expertas en negocios para repartir trabajos, y otras en todas las artes y oficios forzosos a una tan buena república como deseo se asiente allí; y que todos sean conocidos, así por hacer la parte de V.M. más fuerte y segura, como para lo demás referido, cuyos nombres de muchos que se han ofrecido diré si V.M. lo manda, siendo como son para todos menesteres de mucha consideración; para los cuales y para las mujeres e hijos de los casados, y criados de todos, suplico a V.M. se sirva darme licencia, embarcación y sustento hasta Lima en la forma referida; pues así y desde aquí irá guiada esta obra muy conforme a razón. Mire V.M. que en este arbitrio consiste con firmeza su mayor bien desta obra, y su mayor servicio de V.M., o si no dése en esto algún corte de tal modo que después o se me carge el gasto doblado, malo el despacho, salir tarde del puerto y el desacierto por faltas de lo necesario y por sobra de gente desbaratada, con más a todos los daños y pérdidas que de aquí han de nacer, digo, grandísimos e irremediables, porque descargo mi conciencia con la de V.
M. y con la de ministros a quienes tocare. V.M., en su real cédula, manda al Virrey del Pirú que me dé despacho, no se ofreciendo de nuevo inconveniente notable, y aunque, Señor, es verdad que el Marqués de Montes Claros, como tan gran Ministro y celoso del servicio de Dios y de V.M., que le dará, creo que debe advertir que no hay inconveniente más notable ni más pernicioso que la tardanza en caso tan importante, con perdición de tantas almas; todavía por lo que se puede ofrecer, pues el demonio no se descuidará allá, como se descuidó aquí, suplico a V.M. eficazmente mande que se quite aquel mal punto, no se ofreciendo inconveniente notable, por ser notable la pena que me da el ver que cuando fui a descubrir las tierras que no sabía se me dió doblado despacho del que yo pedí, claro fortísimo y a toda mi satisfacción, con mi título y con puertas cerradas a todo género de inconvenientes y estorbo, y que agora siendo el mismo hombre (y un poco más) a quien V.M. manda ir a poblar las tierras ya descubiertas, se me da despacho condicional, sin título ni facultad para disponer y ordenar las cosas que han de correr por mi cuenta y con puertas abiertas y francas no a uno sino a muchos inconvenientes, y por esto aventurada la obra, V.M. muy lejos, mi vida gastándose en tantos trabajos vanamente, pudiendo con mucho menos lucir tanto que si fuera de veras ayudado; en quince años ha que porfío, tuviera V.M. diversas hoy, a una o dos ciudades por año, 15 o 20 ciudades plantadas en aquellas tierras y cogidos los frutos de tan grandes y buenas plantas, y las Indias descargadas de la gente sobrada que tiene.
Otro sí: suplico a V.M. me dé sobrecédula que diga que contra la brevedad y bondad de mi despacho no valga inconveniente, dificultad ni contradición alguna, y que se declare en ella que se gasten los dichos 500 mil ducados de lo más bien pasado de la caja de la Ciudad de los Reyes, de lo que más a mano estuviere, y de que se haga mención que se me den los dichos mil hombres, muchos casados, con bastimentos, armas, navíos y todo lo demás que pedí y hubiere menester, nombrando la paga de sueldo de la gente de mar y guerra, y cada una de las cosas que han de hacer firme mi despacho vayan de por sí bien expresadas y distintas, para que mejor se entienda y se cumpla la voluntad de V.M., y juntamente que se me deje llevar (fuera de la gente concedida), toda la demás que pudiere, porque de una vez se haga lo que de muchas se hará a grandes costas de hacienda y perdición de grandes bienes, sin que desta vez se gaste más de solo los 500 mil ducados referidos. Toda esta declaración conviene, advirtiéndose que si aquí a los ojos de V.M. me ha sido tan dificultoso, trabajoso y tanto averiguar este despacho, que si no fuere con la firmeza que digo, y aunque vaya, no me ha de costar menos, no solo el todo sino la menor de las partes. Otro sí: una cédula que hable generalmente con todos los ministros de gobierno, justicia y guerra, en tierra y mar, para que ninguno me impida en cosa alguna y para que todos me ayuden en cuanto se puede ofrecer en este gran servicio de Dios y de S.
M. con advertencia que en otra semejante cédula que llevé, cuando, fui a descubrir, nunca hallé acá ni allá quien me quisiera ayudar en la menor de las cosas, con ser tan bastante y apretada como se puede ver en ella, y no será menos ahora y diré las causas si V.M. lo manda, salvo don Francisco Duarte. Otro sí: una cédula para que si yo muriese antes que llegue a la Ciudad de los Reyes, o antes que salga de su puerto, o navegando a aquellas tierras, o en ellas, pueda mostrar la persona que hubiese mostrado el tiempo que merece, que con todos mis despachos, escritos y avisos vaya continuando esta obra hasta que V.M. ordene otra cosa, y esto porque no se pierda, pues no es para perder ni para descuidarse con ella, m menos para negárseme esta justa petición. . Otro sí: suplico a V.M. se sirva darme una tal ayuda de costa que baste a desempeñarme de lo mucho que debo, gastado todo en esta causa, y para llegar a la Ciudad de los Reyes con alguna comodidad, porque la pobreza en que algunas veces me he visto (dígalo don Alonso de Sotomayor como me fue en Panamá), tuvo muchas veces esta obra a pique de caerse; y que con tan extremadas miserias y faltas mías, con tan terribles y duraderas contradicciones ajenas, está en pié y en la memoria de V.M., por cuya cuenta corre, debe creerse que tiene grandes misterios. Los fundamentos de este grande edificio es la religión cristiana; y las firmes columnas sobre las que ha de estribar, los ministros de Dios, de vida tan diferente como ejemplar.
Aquí está don Juan de Alarcón, que es varón a quien V.M. puede emplear como merece en aquella nueva iglesia de San Pedro bien necesitada de la tal persona para asentar la forma del gobierno della como realmente se debe. No pase por alto este punto, que es mucho lo que abraza y contiene, y juntamente están aquí esperando otros muchos sacerdotes de buen aviso y celo para ir a trabajar en aquella viña del señor. Otro sí: me consta, por habérmelo dicho el provincial de Valencia de los capuchinos de la orden de San Francisco, que su general ofrece veinticuatro de sus religiosos, mandando V.M. se le escriba. Oh, Señor, y cuánto importa que los ministros que han de ir a tal empresa sean tan celosos, desnudos y ejemplares como los vemos! Por esto suplico a V.M., con todo encarecimiento posible, que se dé comisión a la tal persona de esta orden, que busque las otras como convienen, anteponiendo al padre fray Lorenzo de Pons, fray Joseph de Tárraga, fray Lucas de Perptñán, fray Hermenegildo de Monblan, fray Domingo de Higueras, fray Gregorio de Pamplona, fray Alonso de Estrada, fray Agustín de Calatayud, fray Andrés de Zaragoza, todos predicadores; fray Juan Evangelista, fray Pedro de Vargas, fray Buenaventura de Barcelona, fray Severo de Tobar, que ha sido el motor, todos cuatro sacerdotes; fray Vidal, fray Francisco de Vique, fray Pedro de. Granollers, legos, todos naturales destos reinos, de quienes tengo cartas que me han escrito en que muestran bien sus frevorosos deseos y el cuánto ha que duran en ellos.
Vuelvo a suplicar a V.M. esta merced por singular pues, si bien se mira, parece que para tal obra guardó Dios tales obreros, muy buena suerte della y de V.M., y muy conforme a mis deseos, y juntamente de que se pida al Nuncio (si puede) dar licencia para administrar los sacramentos, y si no a Su Santidad. Otro sí: suplico a V.M. me concede a fray Bernardino, enfermero del convento de San Francisco desta villa, que está con grande ánimo de ir a servir a Dios en cosas grandes, y juntamente a fray Andrés de Almeyda, para que sean compañeros, y a mi consuelo. Otro sí: seis hermanos de Juan de Dios, y por primeros los hermanos Sebastián e Ignacio, cuyas palabras tengo, para que en aquellas partes vayan luego fundando sus hospitales, curando los naturales y los nuestros. En suma, Señor, los hermanos desta orden, cuya profesión es caridad, servir y sufrir enfermos, son propios para tal obra. Otro sí: pido a V.M. una certificación sumaria de la relación que el capitán Luis Váez de Torres, desde las Filipinas envió a V.M. y al Consejo de Estado, diciendo lo demás que descubrió cuando se apartó de mí, para que ayude su parte. Otro sí: pido las copias de la cédula y sobrecédula de V.M., en virtud de las cuales hice aquel descubrimiento, por haberse quedado el Conde de Monterrey con los originales. Hallarse han en el registro de Estado de marzo de 1603. Otro sí: por la mayor de las mercedes apuntadas, y en pago de mis servicios hechos, y de los que de nuevo ofrezco hacer, suplico a V.
M. que lea todos los escritos que van con este y considere bien las cuentas que doy, la grande importancia desta obra, la seguridad que prometen todos los medios que muestro y los avissos y ejemplos que presento por testigos vivos de que es mi intento, de que en todas aquellas partes Dios y V.M. sean servidos de veras, y de veras enseñados y guiadas aquellas gentes a los bienes que ni saben, ni tienen, y de veras endidos y sustentados en paz y justicia, pues de veras para este fin padecí y porfié y de veras he de trabajar y porfiar hasta que no pueda más. Finalmente, es digno de considerar el cómo Dios Nuestro Señor dio al rey don Fernando el Católico las Indias de Occidente, luego que echó a los judíos de España, y cómo ahora que V.M. va echando della a los moriscos, va Dios dando a V.M. toda la parte Austral incógnita, a donde ya se ha visto longitud de más tierras que tienen todos los reyes y príncipes cristianos, turcos y moros de Africa, y no solo esto, sino que prometo doblar y redoblar tierras, gentes, riquezas, comodidades de todas las provincias de que V.M. es señor en aquellas partes y en éstas, y seguridad de todas ellas. Por todos los cuales infinitos bienes de ambos géneros suplico a V.M. muestre a lo claro, en la forma de mi despacho, la grandeza del ánimo de un tan grande Rey y Señor, para la grandeza desta mayor de las empresas que Dios le pone en las manos; y que pues para otras mínimas desde aquí sobran las fuerzas, que no se muestren menos desde aquí para ésta, que si es tan grandiosa es rica, si tanto tiene y tanto conviene es fuerza que se estime en lo que merece y se le debe de tales medios que aseguren los buenos fines que deseo. Goce V.M. de su felicidad sin perder tiempo, pues tiene tanto para gozarla. Ayude V.M. como puede causa y hombre, que un hombre para una gran causa se debe y suele buscar y no se halla, a trueque de grandes precios. Y pues de un hombre V.M. fía lo más, fíe lo menos con la cuenta y razón que ofrezco.