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Datos principales
Rango
Neolítico
Desarrollo
La zona del Próximo Oriente presenta unas condiciones naturales muy favorables para el desarrollo de formaciones económicas nuevas al estar situada en la encrucijada de tres áreas biogeográficas diferentes: el marco paleoártico al norte, la zona africana al sur y la zona oriental o asiática en el suroeste. Las distintas especies vegetales y animales de cada una de estas áreas proporcionan una gran variedad de recursos naturales. Globalmente, puede considerarse que el Oriente Próximo cuenta con tres grandes marcos bioclimáticos. El primero, situado en el norte, está formado por el arco montañoso que integra las formaciones montañosas del Levante Mediterráneo, el Tauros y el Zagros , caracterizado por una cubierta boscosa y vegetal abundante a causa de los factores (latitud y altitud) que favorecen unas precipitaciones anuales importantes, situadas normalmente por encima de 500 mm/año. La vegetación está caracterizada por formaciones boscosas, principalmente de robledos o bosques de pistachos en las zonas más bajas para pasar, progresivamente, a niveles de cedros y abetos en las zonas más altas. En el extremo opuesto y abarcando la mayor parte de la zona meridional del Próximo Oriente se sitúa el área desértica. Los límites septentrionales corresponderían al sur de Jordania , el fuerte codo del río Éufrates en la zona media de su curso y el Zagros a la altura de la ciudad de Bagdad. Esta área se caracteriza por unas precipitaciones inferiores a los 250 mm/año, hecho que impide la existencia de cultivos de secano, ofreciendo unas condiciones muy duras para la vida humana, a excepción de las zonas de oasis.
La franja central cubre desde el Sinaí hasta el Khuzistán pasando por la depresión del Jordán, la estepa del norte de Siria (Djezireh) y el monte bajo del Tauros y Zagros. Esta zona está formada por una estepa de robledos y pistachos donde se desarrollan los cereales y leguminosas salvajes y constituye el biotopo de las principales especies animales que verán la domesticación (buey, ovicápridos...). Las precipitaciones se sitúan en torno a los 250-500 mm/año, y constituye históricamente la zona de explotación agrícola del Oriente Próximo, aunque actualmente se halle muy degradada a causa de la fuerte reducción de las zonas boscosas por la fuerte explotación antrópica. Es la región definida por Braidwood como el creciente fértil y la zona nuclear donde se desarrollan las fases iniciales de la neolitización. La reconstitución de las condiciones climáticas durante la transición Pleistoceno-Holoceno , así como las primeras fases de este último en este marco natural, empiezan a ser conocidas con mayor exactitud y ya no es necesario extrapolar conocimientos de otras zonas, principalmente europeas, de las cuales se dispone de un mayor registro. Parece ser que la última fase del Pleistoceno se caracterizaría por una fuerte sequía que cubre el periodo que va desde 17.000 a 12.500 a.C.. El paisaje presentaría, en estos momentos, grandes extensiones de estepa, dominada por las artemisias y los quenopodios, con pequeñas formaciones boscosas que quedan confinadas a las zonas costeras.
Las llanuras costeras tienen una mayor extensión al haberse producido un descenso de los niveles de agua marina. Se da, asimismo, un desecamiento de los principales lagos interiores (por ejemplo, el lago de Damasco se seca en torno a 14.000 a.C.). El conjunto de este territorio presentaría unas temperaturas inferiores en algunos grados a las actuales. A partir del 12.000 a.C. se inicia una mejoría climática, inicialmente con un desarrollo lento, indicado por un primer desarrollo de la cobertura vegetal, y, a partir del 10.000 a.C. hasta el 8500 a.C. con mayor fuerza, fase que coincide con el óptimo climático. En este último periodo se da un fuerte crecimiento de la vegetación, con una máxima expansión del bosque que coincide con el máximo aumento de humedad. Estas características se ven confirmadas tanto por el registro faunístico a nivel macro, con la presencia abundante de especies de hábitat boscoso y ambiente húmedo (Bos, Cervus, Capreolus...), como por el registro de la microfauna. Este periodo favorece extremadamente el desarrollo iniciado en la fase climática anterior de máxima expansión de los cereales salvajes. A partir del 8000 a.C. y hasta el 6000 a.C. se produce una evolución climática más suave y difícil de interpretar. Las variaciones climáticas son menos marcadas, con pocos cambios de flora y fauna. Se constata, asimismo, una intervención más marcada del hombre, con una fuerte deforestación vinculada tanto a la extensión de las áreas de cultivo como al progresivo desarrollo de la ganadería. En síntesis, se observa en el Próximo Oriente una fuerte fase de clima seco, durante los últimos momentos del Pleistoceno, seguida de una mejora climática, inicialmente lenta, pero posteriormente con mayor incidencia, coincidiendo con una fase de optimum climático que favorece la creación y afianzamiento de unas condiciones que van a perdurar posteriormente, aunque en ellas el impacto del hombre será cada vez más notable.
La franja central cubre desde el Sinaí hasta el Khuzistán pasando por la depresión del Jordán, la estepa del norte de Siria (Djezireh) y el monte bajo del Tauros y Zagros. Esta zona está formada por una estepa de robledos y pistachos donde se desarrollan los cereales y leguminosas salvajes y constituye el biotopo de las principales especies animales que verán la domesticación (buey, ovicápridos...). Las precipitaciones se sitúan en torno a los 250-500 mm/año, y constituye históricamente la zona de explotación agrícola del Oriente Próximo, aunque actualmente se halle muy degradada a causa de la fuerte reducción de las zonas boscosas por la fuerte explotación antrópica. Es la región definida por Braidwood como el creciente fértil y la zona nuclear donde se desarrollan las fases iniciales de la neolitización. La reconstitución de las condiciones climáticas durante la transición Pleistoceno-Holoceno , así como las primeras fases de este último en este marco natural, empiezan a ser conocidas con mayor exactitud y ya no es necesario extrapolar conocimientos de otras zonas, principalmente europeas, de las cuales se dispone de un mayor registro. Parece ser que la última fase del Pleistoceno se caracterizaría por una fuerte sequía que cubre el periodo que va desde 17.000 a 12.500 a.C.. El paisaje presentaría, en estos momentos, grandes extensiones de estepa, dominada por las artemisias y los quenopodios, con pequeñas formaciones boscosas que quedan confinadas a las zonas costeras.
Las llanuras costeras tienen una mayor extensión al haberse producido un descenso de los niveles de agua marina. Se da, asimismo, un desecamiento de los principales lagos interiores (por ejemplo, el lago de Damasco se seca en torno a 14.000 a.C.). El conjunto de este territorio presentaría unas temperaturas inferiores en algunos grados a las actuales. A partir del 12.000 a.C. se inicia una mejoría climática, inicialmente con un desarrollo lento, indicado por un primer desarrollo de la cobertura vegetal, y, a partir del 10.000 a.C. hasta el 8500 a.C. con mayor fuerza, fase que coincide con el óptimo climático. En este último periodo se da un fuerte crecimiento de la vegetación, con una máxima expansión del bosque que coincide con el máximo aumento de humedad. Estas características se ven confirmadas tanto por el registro faunístico a nivel macro, con la presencia abundante de especies de hábitat boscoso y ambiente húmedo (Bos, Cervus, Capreolus...), como por el registro de la microfauna. Este periodo favorece extremadamente el desarrollo iniciado en la fase climática anterior de máxima expansión de los cereales salvajes. A partir del 8000 a.C. y hasta el 6000 a.C. se produce una evolución climática más suave y difícil de interpretar. Las variaciones climáticas son menos marcadas, con pocos cambios de flora y fauna. Se constata, asimismo, una intervención más marcada del hombre, con una fuerte deforestación vinculada tanto a la extensión de las áreas de cultivo como al progresivo desarrollo de la ganadería. En síntesis, se observa en el Próximo Oriente una fuerte fase de clima seco, durante los últimos momentos del Pleistoceno, seguida de una mejora climática, inicialmente lenta, pero posteriormente con mayor incidencia, coincidiendo con una fase de optimum climático que favorece la creación y afianzamiento de unas condiciones que van a perdurar posteriormente, aunque en ellas el impacto del hombre será cada vez más notable.